Mural de historias V: Mónica Paredes

Salir corriendo de casa. El tráfico de la ciudad. La primera palabra y la primera caída en el partido de fútbol. Uniformes, calcetines perdidos y un rayón en el sillón de la sala. La familia es toda una aventura. Mónica lo sabe. Y más cuando aparecen nuevos escenarios: la sala de espera de un hospital y el miedo a un diagnóstico. Es una aventura de luces y sombras.

“Gracias, perdón y ayúdame más”. Así decía el beato Álvaro del Portillo. Jaculatoria necesaria en el hogar de cualquier familia. «Por eso lo importante es no terminar el día sin hacer las paces», aconseja el Papa Francisco a los matrimonios. Todo un reto, reto de los grandes.

Mamá de cinco hijos, esposa de Cesáreo y supernumeraria del Opus Dei. Mónica, vive en Tijuana y, junto a su esposo, ha construido un matrimonio cimentado en valores cristianos y un gran sentido sobrenatural de la enfermedad. En su casa nunca faltan los chistes a la hora de la comida, con Cesáreo como personaje principal, y las bromas entre hermanos, esa que es buena. Y es que, con cinco hijos entre los 10 y los 19 años de edad, el buen humor es clave para sobrevivir.

Mónica y Cesáreo, su esposo.

Luces y sombras. Recitales y exámenes finales. Una familia como cualquier otra. De pronto, una pequeña alarma. José Martín, el más pequeño de la familia, parece ser de baja estatura para su edad. Revisión médica. Análisis: las enzimas del hígado están muy altas. Más consultas, más especialistas, más estudios. Finalmente, llega el diagnóstico.

Distrofia muscular de Duchenne. «Estaba asustada», dice Mónica con sencillez. «Y me preocupaba la reacción de mi marido, que es médico». Un intercambio de miradas y un largo camino por delante. Las palabras de Cesáreo la llenan de confianza: «Lo tenemos que ayudar, lo tenemos que acompañar en lo que se pueda, en todo lo que se pueda... Hasta donde se pueda».

«Lo tenemos que ayudar, lo tenemos que acompañar en lo que se pueda, en todo lo que se pueda... Hasta donde se pueda».

Esta enfermedad genética afecta a 1 de cada 5,000 niños en el mundo (alrededor de 20.000 casos nuevos cada año). El cuerpo va cambiando y los músculos van perdiendo fuerza. «Al principio, el diagnóstico fue una avalancha. Me parecía algo imposible. Entonces, le dije a Dios: “si esto es lo que Tú quieres, yo le entro. Pero tienes que ayudarme”».

“si esto es lo que Tú quieres, yo le entro. Pero tienes que ayudarme”

En 2017, Juan Pablo, el tercer hijo de Mónica y Cesáreo, fue diagnosticado con Asperger, un trastorno del espectro autista. Poco tiempo después descubrieron que Mónica, la hija mayor, tenía un trastorno por déficit de atención (TDA). Luces y sombras; a veces, parece que son más sombras que luces.

C.S. Lewis, en su ensayo “El problema del dolor” (The Centenary Press, 1940), afirma: «Al vernos enfrentados al dolor, un poco de valentía ayuda más que mucho conocimiento; un poco de comprensión, más que mucha valentía; el más leve indicio del amor de Dios ayuda más que todo lo demás». Son palabras que se entienden mejor en la medida en que se viven en carne propia.

«Mi papel como mamá es ayudarlos a llegar al Cielo. Que a José Martín nunca le falte una sonrisa. Que Mónica se sienta comprendida. Que Juan Pablo se sienta escuchado. Que Cesáreo y Natalia sepan que son tan especiales como sus hermanos. Porque con Duchenne o sin Duchenne, con TDA o sin TDA, la meta es el Cielo. Esa es mi misión».

Mónica y su familia.

La familia es una aventura, con avalanchas repentinas y bifurcaciones inesperadas. Mónica lo sabe. Pero no pierde la paz: «Dios, Tú ayúdame. Yo me encargo hoy de querer más a mis hijos». La meta es clara. Y el camino se recorre en familia.