Entre los nuevos sacerdotes mexicanos se encuentra Daniel Alberto Flores González, de 38 años, Daniel es el primogénito de tres hermanos. Oriundo de Aguascalientes, creció en un pueblo conocido como “La Chona”, que en realidad es Encarnación de Díaz, Jalisco, y está muy cercano a Aguascalientes.
Estudió ingeniería en sistemas computacionales en la Universidad Panamericana, campus Bonaterra, Aguascalientes. Es ahí donde conoce el Opus Dei.
“Conocí la Obra hasta que entré a la Universidad Panamericana, por un profesor que es numerario, me invitó a una labor social a una comunidad pobre en Aguascalientes. Pensé que era un buen momento para hacer algo bueno por los demás.
Me invitaron al centro que está en Aguascalientes y ahí empecé a ir a medios de formación. Entendí el mensaje que nos dejó san Josemaría, la santificación en la vida ordinaria. Me di cuenta de que el señor me llamaba a ser numerario del Opus Dei”.
Daniel descubre la primera llamada de Dios, como numerario del Opus Dei y al platicarle a sus papás, estos se sorprenden porque no conocían nada de la Obra. Este futuro sacerdote, logra explicarles a sus padres lo que es. En ese momento, su mamá le dice que ella tiene una estampa del fundador del Opus Dei, “del beato Josemaría”, cuenta, que ella siempre se dirige a él de esa manera porque así está en la estampa. Como buena madre, desde la adolescencia lo encomendaba al “beato”. Dice Daniel que seguramente esas oraciones Dios las supo capitalizar en su vocación.
Antes de iniciar sus estudios en Roma, trabajaba como programador de sistemas. Un día, un director del Opus Dei, le comentó si quería irse a Roma para estudiar teología y con esto la posibilidad de ordenarse sacerdote. Daniel se fue sin saber si sería su vocación, pero abierto a esta posibilidad.
Daniel tenía la idea de ser programador en sistemas y dedicarse a la inteligencia artificial, esa era su primera llamada vocacional, pero… “Dios llega a nuestra vida de manera inesperada”, luego se dio cuenta de que Dios lo quería santo, pero de otra manera, atendiendo a la gente y administrando sacramentos.
«Venir a Roma te da una perspectiva enorme, conoces mucha gente que piensa muy distinto y eso te abre un panorama enorme tanto humano como sobrenatural y de apostolado».
“Tuve la suerte de estar cerca de Don Javier Echeverría en sus últimos momentos y en su fallecimiento. Es ahí cuando vemos la unidad y paternidad de la Obra. Venía mucha gente a rezarle a don Javier.
Me tocó estar en Roma cuando don Fernando Ocáriz fue elegido como prelado del Opus Dei. Desde el 2017, estuve trabajando con él, en los problemas informáticos. Fue para mí una experiencia muy bonita. Y descubrir esa paternidad que tiene en herencia de san Josemaría Escrivá.”
Daniel regresó a México, después de dos años de estar en Roma y de pensarlo más despacio, tranquilo y sereno, vio que el Señor lo llamaba a algo más, que de alguna manera quería que le sirviera de otro modo en el Opus Dei. Entonces vio claro. Lo llevó con más profundidad a la oración y descubrió que el Señor lo llamaba a ser sacerdote del Opus Dei.
Disponibilidad, piedad y alegría, son las 3 características que Daniel piensa debe tener todo sacerdote.
“Disponibilidad: El sacerdote debe tener esa actitud de disponibilidad, hay que saber acoger a la gente, no tener prejuicios ante las personas, saber que nosotros somos ese medio por el cual el Señor quiere dispensar la gracia del perdón, nosotros somos instrumentos, el que perdona es Dios.
Piedad: un sacerdote debe de rezar mucho por sí mismo, pero también por el pueblo de Dios al cual se le ha confiado.
Y la alegría: tiene que ser un sacerdote alegre para que con esa sonrisa se deje traslucir Cristo quien, a través del sacerdote, llega a las personas.
¿Qué le diría a una persona con vocación profesional? Que le diga que sí al Señor, porque es Él quien nos elige. Es una experiencia que solamente quien la vive puede dar ese testimonio de alegría y de paz, que se puede sentir al decir que sí a la vocación.”
Rodrigo Vera Aguilar es de la Ciudad de México y el segundo de seis hermanos: el mayor se llama Roberto, es sacerdote numerario del Opus Dei viviendo en San Luis Potosí; se ordenó hace dos años; le siguen Rodrigo, luego Ana Luz, después Julián, quien también es numerario y vive en la India, y finalmente Pilar y Laura.
Cuando tenía 15 años, en un retiro, en el club Almenar, se planteó la posibilidad de ser aspirante a numerario. Después de 2 meses, en su cumpleaños, pidió su admisión.
Rodrigo nos cuenta que su hermano mayor fue el primer aspirante a numerario y entonces le preguntó: ¿Qué se necesita para ser numerario? ¿Cómo son los numerarios?
”Entonces me dijo mi hermano, muy serio, no, no, sí se necesita tener muchas cualidades, pero tienes que ser una persona alegre.”
Terminando la preparatoria Rodrigo estudió Ingeniería civil en la UNAM y, al concluir su carrera, se fue a vivir a Querétaro donde fue director de un centro del Opus Dei y trabajó en el colegio Álamos. Durante los 8 años que estuvo en la ciudad de Querétaro tuvo la inquietud de ejercer su profesión, por lo que se puso el casco y estuvo trabajando en una constructora. Pero echaba de menos el trato humano. Las preceptorías, el conocer las alegrías y tristezas de los jóvenes y ayudarlos en el plano académico, humano y espiritual.
Hace 5 años le escribió al prelado del Opus Dei para decirle que estaba dispuesto a ir a Roma para estudiar. La respuesta fue positiva. Por lo que se fue a la “ciudad eterna” a estudiar teología y hacer una especialidad en historia de la Iglesia. Ahí en Roma se acompaña del cuatro venezolano, instrumento que acompaña con una que otra canción folklórica mexicana.
Para Rodrigo el discernimiento de su vocación sacerdotal fue algo “pragmático”.
«En mi caso no fue como san Pablo, que sí tiene un momento puntual que ve su vocación. Desde mi punto de vista, pues en el Opus Dei y en la Iglesia se necesitan más sacerdotes… De algún lado tienen que salir los sacerdotes. Yo me ofrezco, si me llama el padre a ser sacerdote, pues adelante, yo estoy dispuesto».
El año pasado el rector del Colegio Romano le preguntó a Rodrigo qué respondería si el prelado del Opus Dei le llamara al sacerdocio. Y él contestó que sí estaba dispuesto, sí le gustaría y también le hacía ilusión.
Luego llegó un planteamiento más formal de parte del prelado de la Obra para preguntarle a Rodrigo si quería ordenarse.
Ahí empieza la formación más intensiva desde el punto de vista litúrgico-pastoral. Aunque todos estos años ya llevaba estudiando teología y haciendo apostolado, ahora sería distinto. Sería una manera de servir y muy grande, porque es a través de los sacramentos, los cuales dan vida a la iglesia.
Para Rodrigo una de las características que debe tener un buen sacerdote es la cercanía con la gente, a través de la sonrisa.
«Nos decía el Papa, al grupo de diáconos que nos vamos a ordenar, a través de unas líneas que nos escribió: que aprendiéramos del estilo de Jesús, la ternura a través de los sacramentos, sobre todo de la confesión y de la penitencia.
Otra característica sería que podamos encauzar todos los deseos que tiene la gente por cosas grandes, a la única “cosa grande” que realmente vale la pena y que llena esos deseos que es Dios.
Y a una persona que se está planteando el sacerdocio, le diría que la oración es el camino por el que puede iniciar y en el que pude discernir esa posible vocación, pero también la dirección espiritual.
Y a pesar de los miedos que puedan sentir, si en el fondo de su corazón sienten ese llamado, pues que le digan al Señor: Señor, tú pídeme lo que quieras, pero dame lo que necesito. Y dar ese paso adelante, sin hacer locuras, acompañado de una persona que te conozca y con la que puedas contrastar.
Yo creo que si Él quiere hacer nacer en la gente esos deseos de llenarse de Dios, el sacerdocio es un camino espectacular. También se necesitan muchos laicos que hagan apostolado. El sacerdote completa con los sacramentos todo el apostolado que hacen los laicos. Lo que Dios nos pide a cada uno, ese es el lugar donde vamos a dar más frutos y donde vamos a ser más felices».