Opus Dei

Alberto Najjar nos cuenta algunas anécdotas de la visita de san Josemaría, desde dónde se sentó él hasta cómo se quedó sin tertulia por culpa de un partido del Mundial México 70.

Quedarse en casa no es impedimento para ayudar, especialmente cuando la mejor manera de tender la mano es acompañando con la oración.

Presentamos la tortuosa historia de un grupo de “salteadores” colombianos que habían decidido de última hora ir a México para estar con san Josemaría. Al verse imposibilitados para verlo, deciden una locura: detener su auto a media carretera y hacerlo descender.

María Luisa Palomar vivía en la ex hacienda de Montefalco cuando san Josemaría llegó a pasar unos días allá. En este relato nos cuenta algunas de sus memorias sobre lo acontecido en esos días.

“Hijas mías, qué bien estáis”, fue lo primero que dijo san Josemaría al llegar a Montefalco. Ahí, habló de la familia, del matrimonio, la Eucaristía, la fidelidad al Papa y, especialmente, del amor a la Virgen.

Para san Josemaría, la Santa Misa era el momento más importante de su jornada y la vivía con mucha intensidad. Durante los días que estuvo en Montefalco celebró en un pequeño altar, con un niño Jesús como retablo e hizo su acción de gracias frente a un cuadro de la Eucaristía que le motivó a cantar.

La ex hacienda de Montefalco guarda recuerdos de la visita de san Josemaría a México. Ahí se reunió con hombres y mujeres de la zona a quienes les dijo: «no hay más que una raza: la raza de los hijos de Dios».

¿Te imaginas estar en una Misa celebrada con san Josemaría? ¿Te imaginas llegando tarde? El P. Rogelio de la Garza cuenta que, aunque llegó un poquito tarde, nunca olvidará la fe con la que san Josemaría pidió por la Iglesia y por el Opus Dei.

La residencia siempre estaba en continuo movimiento: entre exámenes, salidas, festejos y estudio, la casa bailaba con las idas y venidas de las residentes. Pero ese día de mayo de 1970, se notaba un aire especial. Esta es una entrevista realizada a Pilar Musi, quien en 1970 fue directora de la Residencia Universitaria Latinoamericana.

Dejarse llevar por lo sublime de contemplar el cielo estrellado puede ser un recordatorio de la grandeza de Dios. Es por esto que, en una tertulia con pocos asistentes, san Josemaría le pidió un favor a Eduardo, al enterarse de que era astrofísico.