Salvador Canals, una vida abriendo camino

En este episodio de 'Fragmentos de historia' el historiador Alfredo Méndiz nos sumerge en los detalles de la vida de Salvador Canals, uno de los primeros miembros del Opus Dei, que colaboró con san Josemaría en la expansión de la Obra y fue un experto en pastoral cinematográfica, editor y autor espiritual de renombre.

En este episodio, el historiador Alfredo Méndiz nos sumerge en los detalles de la vida de Salvador Canals, uno de los primeros miembros del Opus Dei. Al igual que otros jóvenes nacidos alrededor de 1920, Canals colaboró con san Josemaría Escrivá en la expansión del Opus Dei más allá de las fronteras españolas en los años posteriores a la guerra.

Canals, además de ser sacerdote del Opus Dei, destacó como canonista y auditor de la Rota. Su versatilidad se manifestó en diversos campos, pues también se distinguió como un experto en pastoral cinematográfica, editor y autor espiritual de renombre.


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Salvador Canals fue un hombre poliédrico, en el que confluían facetas muy variadas. Fue sacerdote del Opus Dei, y ya antes de ordenarse había sido, como miembro laico, una suerte de pionero, de adelantado del Opus Dei en Italia; fue un conocido especialista en el derecho de la Iglesia, auditor de la Rota Romana; experto en pastoral cinematográfica, editor y autor espiritual.

Tuvo una vida breve para los parámetros actuales, pues murió con 54 años, pero fue una vida rica en experiencias. Sobre él he escrito una biografía, y al trabajar en ella me di cuenta de que su vida es más importante para la historia de la Iglesia y del Opus Dei de lo que a primera vista me parecía, por las variadas peripecias de las que fue sujeto activo o pasivo: vive en su propia carne la competencia que se produce en la España de los años cuarenta, en el apostolado con jóvenes, entre el Opus Dei y la Compañía de Jesús; se ve implicado en la aprobación pontificia del Opus Dei en 1947 y en las gestiones de 1960 y 1962 para convertir el Opus Dei en prelatura; es testigo del papel que juegan en el Vaticano, en los años cincuenta, algunas corrientes de eclesiásticos; asiste a las transformaciones de fondo operadas por el Concilio Vaticano II, etc.

Desde el punto de vista del Opus Dei, además, su figura encarna dos principios fundamentales que no siempre resultan intuitivos, si se ven las cosas de un modo humano: la universalidad (pues su vida escapa desde muy pronto al particularismo propio del ambiente español) y la eclesialidad (por su vida de servicio directo a la Iglesia en la Santa Sede).

Algunos datos biográficos de Salvador Canals

Salvador Canals Navarrete nació en Valencia el 3 de diciembre de 1920. Su padre, Salvador Canals Álvarez, era ingeniero, y su abuelo paterno, Salvador Canals Vilaró, un político de cierto relieve, que fue diputado por el partido conservador en el parlamento español, ininterrumpidamente, entre 1903 y 1923, cuando Primo de Rivera anuló el sistema parlamentario. También fue, varias veces, ministro.

El abuelo materno, Adolfo Navarrete de Salazar, fue un hombre muy conocido en su tiempo, al menos en el ámbito militar y político.

Salvador Canals nació en Valencia porque su padre entonces trabajaba allí. Aunque en Valencia vivió sólo unos meses, de allí le viene el apodo con que le llamará su familia y sus amigos toda la vida: Babo. En Valencia, la madre vio que muchas madres llamaban a sus bebés “Babito”, y también ella empezó a llamar así al suyo. De Babito, al cabo de algún tiempo, pasó a Babo, y ahí se quedó: no dejó nunca de llamarlo así, tampoco cuando ya no solo no era un bebé, sino que se había convertido en un monseñor del Vaticano.

La familia Canals se trasladó a Reinosa, en Cantabria, y en 1932 a Madrid.

Después de Salvador, el primogénito de la familia, llegaron otros siete hijos, todos en los años de Reinosa, en los años 20 y primeros 30.

Reinosa marcó profundamente a «Babo» Canals, entre otras cosas, porque, al cabo de unos años, en 1940, será precisamente su mejor amigo de la época de Reinosa, Juan Antonio Paniagua, quien le conduzca al Opus Dei.

Era aquel un momento de efervescencia vocacional entre la juventud española, tras la tragedia de la guerra civil.

De hecho, el horizonte de la entrega a Dios era entonces una posibilidad de futuro que para muchos chicos y chicas resultaba natural tener en cuenta.

Canals, en concreto, antes de conocer el Opus Dei había pensado seriamente en ingresar en la Compañía de Jesús, e incluso tenía planes muy precisos de incorporarse al noviciado.

Había entrado en contacto con los jesuitas, o al menos con un jesuita, el padre Justo Ponce de León, durante la guerra, siendo alumno de la escuela de alféreces provisionales de Granada.

Pero al conocer a san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, el 8 de mayo de 1940, tuvo la certeza de que su camino era aquel y no la Compañía de Jesús.

Ese día abandonó sus proyectos de ser jesuita. Y dos semanas después pidió la admisión en el Opus Dei como numerario.

Su vida en la Obra

Salvador Canals pertenece a una generación de miembros del Opus Dei que, nacidos en torno a 1920, siguieron a Josemaría Escrivá poco después de la guerra civil española, en torno a 1940, y en algunos casos se ordenaron en torno a 1950. Es la generación que extendió el Opus Dei fuera de España.

Por poner un ejemplo que tiene que ver con el propio Salvador Canals, entre quienes llegaron a Italia con este fin, el de extender el Opus Dei en los años cuarenta, pertenecen a esta generación, además de él, otros siete sacerdotes: sus apellidos son Torelló, Moret, Sallent, Silió, Udaondo, Taboada y Madurga; y también un buen número de laicos, tanto hombres como mujeres llegaron a Italia y a otros muchos países.

Su llegada a Roma

Salvador Canals terminó la carrera de Derecho en 1942. En noviembre de ese año, con José Orlandis, otro miembro del Opus Dei, marchó a Roma con una beca para hacer un doctorado en derecho mercantil.

San Josemaría tenía interés en que algún miembro del Opus Dei residiera en la ciudad del Papa y pudiera ser, ante el Vaticano, como el rostro de su fundación.

Sobre el Opus Dei no faltaban, en España, recelos y suspicacias, y de este mar de fondo había llegado algún eco al Vaticano.

Dos meses después de su llegada a Roma, el 15 de enero de 1943, Orlandis y Canals fueron recibidos en audiencia por Pío XII y pudieron explicarle con detalle qué era esa nueva fundación llamada Opus Dei.

Orlandis compartió con Canals, en Roma, los momentos más duros de la guerra mundial, pero volvió a España al cabo de tres años, el 1 de noviembre de 1945. Canals, en cambio, permaneció en Roma hasta su muerte, en 1975. Esto hizo de él, durante toda su vida, la persona que más tiempo llevaba «trasplantada», como decía el fundador, en un país distinto del propio para llevar a él la semilla del Opus Dei.

Entre los primeros frutos de esa siembra suya se cuenta, en el año 1946, el croata Vladimir Vince, la primera vocación que llegó al Opus Dei fuera del suelo español.

En Roma, Canals hizo una tesis doctoral sobre el derecho de reproducción cinematográfica. La defendió en 1946 y la publicó en 1953.

Además, estudió derecho canónico y teología en la Universidad Lateranense, también llamada Universidad del Laterano.

En el Laterano tuvo como mentor académico a un claretiano español, el padre Siervo Goyeneche, que fue además, hasta 1946, su confesor, con quien tuvo amistad.

Después también le ayudó en sus primeros pasos como canonista otro claretiano, Arcadio María Larraona, futuro cardenal.

Goyeneche y Larraona le orientaron, sobre todo, en sus trabajos sobre los institutos seculares, una nueva figura jurídica nacida en 1947 (un nuevo tipo de asociación) a la que el Opus Dei inicialmente se acogió (aunque luego dio marcha atrás), y a la que Canals dedicó buena parte de su atención de estudioso del Derecho Canónico.

Una de sus primeras publicaciones, Los institutos seculares de perfección y apostolado, es de 1947, el mismo año en que Pío XII, con la constitución apostólica Provida Mater Ecclesia, creó la figura de los institutos seculares.

Su trayectoria como sacerdote

En 1948, Salvador Canals recibió la ordenación sacerdotal en Roma.

Desde 1946, cuando primero Álvaro del Portillo, secretario general del Opus Dei, y luego Josemaría Escrivá se habían instalado en Roma, Canals era, para muchos asuntos, la mano derecha de Álvaro del Portillo, del mismo modo que este lo era del fundador.

Por ejemplo, asistió directamente a Del Portillo en las gestiones para la primera aprobación pontificia del Opus Dei como instituto secular; en la compra de la sede central del Opus Dei, Villa Tevere, en el viale Bruno Buozzi; en la formación de los primeros miembros italianos (Francesco Angelicchio, Renato Mariani, Luigi Tirelli…). Y también en otros asuntos le ayudó y estuvo siempre a su disposición.

Además, entró a trabajar con él en la Santa Sede. Más aún, le sustituyó, en 1947, cuando Del Portillo fue nombrado, en la Congregación de Religiosos, jefe de la oficina de institutos seculares, pero en 1949 Álvaro del Portillo pidió dejar ese cargo y ser sustituido por Canals, y obtuvo ambas cosas.

De este modo, Salvador Canals entró en el aparato oficial del Vaticano lo que representa una etapa importante que se abre en su vida.

En el Vaticano, Canals se relacionó con una serie de ambientes y personas que tuvieron luego cierta importancia en la historia del Opus Dei: la escuela teológica romana, la Pontificia Comisión de Cinematografía y el cardenal Valeri.

En primer lugar, Canals se insertó en un grupo informal de eclesiásticos que tenían en común su procedencia de la Universidad Lateranense: entre otros, Pietro Palazzini, profesor de moral, y el canonista Giacomo Violardo. Ambos fueron nombrados cardenales al cabo de algún tiempo por su trabajo en el Vaticano.

Eran representantes de lo que se llama la escuela teológica romana, una corriente poco amiga de novedades −conservadora, si se quiere− que en vísperas del Concilio Vaticano II entrará en polémica con la teología francesa y alemana.

Con todos estos personajes de la escuela teológica romana colaboró Salvador Canals en distintos proyectos. El más destacado fue la editorial Ares y su revista Studi Cattolici, una iniciativa personal suya en la que se involucraron con entusiasmo todos esos académicos curiales.

Studi Cattolici salió a la escena, como «revista de teología práctica» (es decir, de ideas orientadas a la acción), en el año 1957, con dos directores: Violardo y Canals. Palazzini era, al principio, presidente del consejo de redacción, y además firmaba un buen número de artículos.

Palazzini, a través de Canals, hizo amistad también con san Josemaría y con don Álvaro, y se convirtió, de hecho, en el gran valedor del Opus Dei en el Vaticano durante los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI.

Violardo y Palazzini eran grandes amigos de Salvador Canals, a pesar de que eran bastante mayores que él. Hay que decir que Salvador Canals tenía un don especial para la amistad, tanto con gente mayor que él, a la que sabía divertir de modo simpático y elegante, como con personas de su edad o más jóvenes, para las que por ejemplo le gustaba acuñar apodos originales y divertidos (“cachorrillo”, “achicoria”, “Gaudí”, este último para Juan Bautista Torelló, un catalán con cierto genio artístico).

Pontificia Comisión de Cinematografía

Otro ambiente vaticano con el que en los años cincuenta Canals entró en contacto fue la Pontificia Comisión de Cinematografía, Radio y Televisión, de la que fue nombrado consultor en 1954.

Él siempre se había interesado por el cine: primero, por los contratos cinematográficos, como ya hemos visto; después, más bien por los aspectos pastorales o éticos, sobre los que escribió bastante.

Entre los eclesiásticos que conoció en la Pontificia Comisión de Cinematografía se encontraba el polaco Andrzej Maria Deskur, a quien también llevó al equipo de colaboradores de Studi Cattolici.

Además, le puso en contacto con otras personas del Opus Dei, como Álvaro del Portillo y el actual cardenal Julián Herranz.

Pocos años después, durante el Concilio, Deskur presentará a Del Portillo a su amigo Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia. Fue el origen de la fructuosa relación posterior entre el papa Juan Pablo II y el primer sucesor de san Josemaría al frente del Opus Dei, relación también remotamente propiciada por Salvador Canals.

Amistad con el cardenal Valeri

Por último, en el Vaticano una persona con quien Salvador Canals tuvo muy buena relación fue el cardenal Valerio Valeri, que desde 1953 era prefecto de la Congregación de Religiosos, es decir, su jefe directo en el mundo de los institutos seculares.

En 1954, Valeri se lo llevó, como secretario personal, a un largo viaje por Canadá y Estados Unidos. Esto le permitió a Salvador Canals dar a conocer el Opus Dei a figuras relevantes del catolicismo norteamericano, como los cardenales Spellman y Léger, arzobispos de Nueva York y Montreal en cuyas diócesis aún no estaba presente el Opus Dei.

Valeri, además, se preocupó de promocionarlo. En concreto, a propuesta suya Canals fue nombrado juez de la Rota Romana en 1960 y perito del Concilio Vaticano II en 1962.

El nombramiento de juez de la Rota fue otro hito importante en la vida de Salvador Canals. En los años sesenta, el trabajo en la Rota lo absorberá más que ninguna otra cosa, y de hecho sus demás ocupaciones pasarán a un segundo plano.

En la Congregación de Religiosos, por ejemplo, dejó la oficina de institutos seculares y fue nombrado consultor, un cargo que requería mucha menos dedicación.

De Studi Cattolici siguió siendo nominalmente director hasta 1964, cuando la revista se trasladó de Roma a Milán, pero ya desde 1961 su trabajo en ella se había reducido mucho.

En estos años, además, Salvador Canals comenzó a estar enfermo largas temporadas, lo que, por ejemplo, le impidió participar activamente en las sesiones del Concilio Vaticano II: de hecho, aportó más en la fase preparatoria del concilio que en el propio concilio.

Sin embargo, en esos mismos años sus sentencias rotales hicieron de él un personaje de referencia en el campo del derecho matrimonial. La más conocida es la sentencia del 21 de abril de 1970, que dictaminó sobre el caso de un hombre que había contraído matrimonio canónico con una mujer sin decirle que ya estaba casado civilmente. Posiblemente es la sentencia rotal más comentada por los especialistas en las últimas décadas.

La sentencia dictaminó en favor de la nulidad del matrimonio canónico. La sentencia sostenía que la mujer que había accedido a casarse por la Iglesia con aquel hombre había incurrido en un error práctico de persona, lo que hacía recaer sobre el presunto matrimonio uno de los motivos de nulidad previstos por el Código de Derecho Canónico.

Según Canals, tanto pueden alterar el ser de una persona ciertas condiciones morales, jurídicas o sociales, como el matrimonio civil, que se puede decir que hacen de ella una persona distinta.

Esta nueva interpretación del concepto de persona tenía sus riesgos, y de hecho fue implícitamente rechazada en el nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983. Sin embargo, no falta quien la considere el paradigma de la perspectiva personalista en el derecho matrimonial, propia de la teología del Concilio Vaticano II, en contraposición a una visión inflexible de la ley como la predominante anteriormente.

Sus escritos espirituales

Pasamos ahora a hablar de Salvador Canals como autor espiritual.

Desde la fundación de Studi Cattolici, Salvador Canals había ido publicando en la revista una sección de espiritualidad titulada “Ascetica meditata”. Componían esa sección artículos breves que procedían de guiones de su predicación a diferentes públicos en el ámbito de la labor apostólica del Opus Dei: estudiantes, obreros, profesionales, madres de familia, sacerdotes…

Canals tenía fama de buen predicador, y esas piezas, por su visión positiva de la vida cristiana, por su cercanía al alma singular a la que personalmente se dirigen y por la profundidad de sentimiento a que invitan en la relación con Dios, avalan ese prestigio de buen predicador.

Entre 1957 y 1962 publicó en esa sección, en total, veintiséis artículos. Y en 1962 los reunió en un libro.

Hay que decir que estos años en torno a 1960 son los de mayor productividad de Salvador Canals como autor de libros: en 1958 publicó Gli istituti secolari, su manual definitivo sobre el tema de los institutos seculares; en 1961, La Chiesa e il cinema, última piedra de su reflexión sobre el cine; y en 1962, como se ha dicho, Ascetica meditata.

Los tres libros fueron publicados en italianos pero serán rápidamente traducidos al castellano; Los institutos seculares, además, será traducido al francés; y Ascética meditada, a muchas otras lenguas: hasta la fecha se ha publicado, al menos, en trece idiomas. El número total de ejemplares vendidos es difícil de calcular: se sitúa en un punto impreciso entre los 100.000 y los 200.000.

Es un libro que ha tenido un gran éxito, y a pesar del paso del tiempo sigue siendo actual. Hace poco, un amigo que pasaba unos días con su anciano padre me mandó una foto de un viejo ejemplar de Ascética meditada que su padre sigue leyendo: “creo que ya solo lee el evangelio y Ascética meditada”, me decía.

Buena parte de ese éxito se debe, seguramente, a la riqueza de la vida espiritual del propio autor, es decir, al espíritu del Opus Dei vivido y asimilado por él en primera persona.

José Orlandis, en un libro que escribió en 1995, Mis recuerdos, al evocar el Salvador Canals que él había conocido en los años cuarenta, lo presentaba como «un alma clara, transparente, serena, y un corazón grande y generoso», con «una simpatía arrolladora, alegre, aunque por aquellos años su salud fuese bastante frágil».

Sus últimos años

En relación con esto último, habría que decir que su salud siempre fue frágil, y lo fue mucho más en los años sesenta y setenta que en los cuarenta.

Sufrió del hígado toda su vida, pero en esos años sus dolencias se agravaron y lo tuvieron hospitalizado durante largas temporadas.

Murió en un hospital de Roma el 24 de mayo de 1975.

Al día siguiente, Josemaría Escrivá, que se encontraba en España para recibir un homenaje en su ciudad natal, Barbastro, interrumpió su discurso oficial para recordar a aquel hijo suyo recién fallecido.

«Un alma limpia, una inteligencia prócer», dijo de él, improvisando. «Ha servido a la Iglesia con sus virtudes, con su talento, con su esfuerzo, con su sacrificio, con su alegría, con este espíritu del Opus Dei que es de servicio».

Antes de regresar a Roma, de paso por Madrid, el día 27, quiso dar el pésame a la familia, reunida en la casa de los padres, que aún vivían.

Ángeles Canals, hermana de Salvador, recordaría después las palabras premonitorias de su propia muerte que salieron de la boca de san Josemaría en aquella ocasión: «Salvador fue a Roma a abrirme el camino, y ahora se ha ido al cielo también a abrirme el camino», dijo. Al cabo de un mes, casi como en misterioso cumplimiento de esas palabras, murió también Josemaría Escrivá.