«La invitación de un amigo cambió mi vida»

Mis papás y mi hermana son evangélicos; yo también, por mucho tiempo de mi vida, fui evangélico. Hasta que la invitación de un amigo cambió mi vida.

Mi nombre es Elías. Nací el 30 de octubre de 1999 en la Ciudad de México, en una casa donde siempre hubo amor, cariño y libertad. Mis papás siempre motivaron a mi hermana pequeña y a mí a seguir nuestro propio camino, a hacer nuestro propio camino.

Yo no era católico, y mis amigos lo sabían. Pero Manuel decidió olvidarlo.

En el 2018, comencé a estudiar la carrera de Filosofía. En la universidad conocí a Manuel, que es ahora un gran amigo. Un día, Manuel me invitó a comer en la Residencia Universitaria Panamericana (RUP), un centro de Opus Dei. Recuerdo que la pasé muy bien ahí, pero por distintas circunstancias no regresé. Pasado el tiempo, Manuel me invitó a entrar a Círculo, un medio de formación cristiano. Yo no era católico, y mis amigos lo sabían. Pero Manuel decidió olvidarlo o, por gracia del Espíritu Santo, lo olvidó. Comencé a ir más seguido a la RUP y así conocí mejor la Iglesia católica y descubrí el espíritu del Opus Dei. Creo que nada de esto hubiera pasado –o al menos hubiera sido un camino distinto– si no hubiera sido por la invitación de Manuel.

fue precisamente a través de lo estético, lo visible, que pensé en una posible conversión.

Ya algunos años antes me había planteado mi conversión al catolicismo. Parte de mi familia extendida es católica, y asistí en varias ocasiones a bautizos, bodas, primeras comuniones… También, cuando pasé una temporada en el extranjero, gran parte de mi tiempo libre lo invertía en conocer iglesias. Recuerdo que me llamaba la atención la belleza de las ceremonias y de los templos; fue precisamente a través de lo estético, lo visible, que pensé en una posible conversión. No obstante, fue hasta la universidad que me lo planteé seriamente.

Elías con su amigo, Manuel

Cuando asistía a Círculo por invitación de Manuel y hacía cada vez más amigos católicos, pensaba: “estas personas piensan –más o menos– en las mismas coordenadas que yo sobre lo que es y lo que debería ser. Es gente que procura ir a Misa todos los días, procura formarse, procura vivir con sus amigos un verdadero cariño”. Por eso concluí: “creo que esto es para mí”.

había muchas cosas sobre la Iglesia que no entendía bien.

Lógicamente, había muchas cosas sobre la Iglesia que no entendía bien. Me costaba especialmente comprender la figura de la Virgen y de los santos. Poco a poco, entendí que en gran parte continuaba viviendo lo mismo –el amor a Dios y a los demás– con la ventaja de saber que junto a mí hay millones y millones de personas que hicieron lo mismo y que ahora, desde el Cielo, quieren eso mismo para mí: me quieren feliz. Es como descubrir que ahora formo parte de una familia mucho más grande.

Recibí el bautismo, la primera comunión y la confirmación el 3 de octubre del 2020 en la RUP. Además de varios de mis amigos, ese día me acompañaron mis padres, mi hermana y mi abuela materna. Fue especialmente entrañable.

Hoy puedo decir que mi vocación se la debo a mis padres.

Recientemente, solicité mi admisión al Opus Dei como supernumerario. Hoy puedo decir que mi vocación se la debo a mis padres. Ellos me enseñaron a amar a Dios y a servir a los demás; gracias a ellos, entendí que podía ganarme el Cielo día a día, en el trabajo, con mis amigos… Me doy cuenta de que Dios pensó en todo desde el principio para que –si yo quiero– pueda ser feliz. Me puso en una casa concreta con unos papás concretos, me dio unos amigos y una forma de ser. Todo esto ha conformado mi relación con Él y con los demás, y me ha llevado a descubrir a qué estoy llamado: a luchar por la santidad en la vida ordinaria.