“¡Hijo mío, eres un tozudo, eres un tozudo!”

Mons. Rafael Fiol relata dos anécdotas entrañables, una de Mons. Francisco Ugarte y otra del Dr. Carlos Llano, que ilustran una cualidad muy particular de don Pedro Casciaro: su persistencia.

Don Pedro Casciaro, Mons. Rafael Fiol (sentado) y san Josemaría en ESDAI (1970).

En España es común el adjetivo "tozudo" para indicar que alguien es persistente, constante, tenaz... que cuando se propone algo lo persigue, y que no se rinde con facilidad. Ser tozudo no es necesariamente un cumplido, pero todo depende en qué sea tozudo uno.

La tozudez de Pedro Casciaro la confirmó de manera elocuente el mismo fundador del Opus Dei, como lo relata Francisco Ugarte. “Los que estábamos junto a don Pedro, sabíamos que, cuando se le metía una idea en la cabeza –siempre eran ideas para el servicio de Dios y de la Obra– no pararía hasta conseguir aquello. Conservo la vivencia personal de que, si en algún caso estaba yo involucrado para sacar adelante aquella idea, pensaba para mis adentros: 'más vale hacer esto a como dé lugar, porque a don Pedro no se le va a olvidar hasta que lo concluya'. Y, en efecto, así era. Perseguía las cosas con una tenacidad apabullante. Cuando nuestro Padre estuvo en México, un día, mientras los demás desayunábamos, entró al comedor, se acercó a don Pedro, se apoyó un poco sobre sus hombros, y le dijo con una voz muy fuerte y sin ningún preámbulo: '¡hijo mío, eres un tozudo, eres un tozudo!'. Se lo repitió varias veces. Nosotros escuchábamos desconcertados; sólo don Pedro parecía no inmutarse. Finalmente, nuestro Padre añadió: 'hijo mío, eres un tozudo, pero yo bendigo tu tozudez, porque gracias a ella la Obra ha salido adelante en México'. Fue un reconocimiento de lo que había sido la vida de don Pedro: un empeño infatigable por sacar adelante el Opus Dei, a pesar de cualquier obstáculo que se le presentara, comenzando por la falta de condiciones de los instrumentos con que contaba, es decir, nosotros"[1].

Mons. Javier Echevarría, san Josemaría, el beato Álvaro y don Pedro, 1970

Sin embargo sabía sobrenaturalizar su tozudez y dirigirla al servicio de Dios. Muchas veces el dolor apareció en forma de fuertes cefaleas que llegaron a ser proverbiales, parte integrante y frecuente de su vivir. Carlos Llano (1932-2010) relata esta anécdota: “Cuando se encontraba de por medio un servicio a la Obra (que es servicio a la Iglesia) o a algún miembro de la Obra, don Pedro se sobreponía a todos sus malestares y costumbres. En 1966 lo acompañé a una comida multitudinaria de una familia. De regreso, noté que don Pedro se encontraba totalmente agotado y con una grave neuralgia, aunque él trataba de conducirse ante mí como si se hallara en estado de normalidad. Íbamos en el automóvil a acudir a una cita que don Pedro tenía, para llevar a cabo una gestión tan importante como difícil y compleja. Advirtiendo su estado le sugerí que se acostase, y que yo me encargaría de cancelar la cita, ya que en las condiciones en que se encontraba no sólo debía cuidarse sino que, además, la gestión saldría mal, precisamente por su estado. Me contestó entornando los ojos –pues la luz le molestaba– y con voz apagada y casi inaudible: 'Al contrario, saldrá todo mucho mejor'. Esta actuación suya me ha servido de ejemplo, a tal punto que a veces pienso que don Pedro lo hizo así para darme a entender cómo debía de ser mi servicio a la Obra"[2].


[1] Francisco Ugarte Corcuera. Noticias y recuerdos sobre Don Pedro Casciaro. Mexico, mayo de 1997.

[2] Carlos Llano Cifuentes. Noticias y recuerdos sobre Mons. Pedro Casciaro. Mexico, 1997, p. 4.

Mons. Rafael Fiol