"Non manifeste, sed quasi in occulto" —no con publicidad, sino ocultamente: así va Jesús a la fiesta de los Tabernáculos.
Así irá, camino de Emaús, con Cleofás y su compañero. —Así le ve, resucitado, María Magdala.
Y así —"non tamen cognoverunt discipuli quia Jesus est"— los discípulos no conocieron que era El —así acudió a la pesca milagrosa que nos cuenta San Juan.
Y más oculto aún, por Amor a los hombres, está en la Hostia.
¡Qué bien se explica ahora el clamor incesante de los cristianos, en todos los tiempos, ante la Hostia santa! Canta, lengua, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa, que el Rey de todas las gentes, nacido de una Madre fecunda, derramó para rescatar el mundo. Es preciso adorar devotamente a este Dios escondido: es el mismo Jesucristo que nació de María Virgen; el mismo que padeció, que fue inmolado en la Cruz; el mismo de cuyo costado traspasado manó agua y sangre.
Cuando le recibas, dile: Señor, espero en Ti; te adoro, te amo, auméntame la fe. Sé el apoyo de mi debilidad, Tú, que te has quedado en la Eucaristía, inerme, para remediar la flaqueza de las criaturas.
Amor con amor se paga
¡Jesús se ha quedado en la Hostia Santa por nosotros!: para permanecer a nuestro lado, para sostenernos, para guiarnos. Y amor únicamente con amor se paga. ¿Cómo no habremos de acudir al Sagrario, cada día, aunque sólo sea por unos minutos, para llevarle nuestro saludo y nuestro amor de hijos y de hermanos?
Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo siempre Betania... —Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María. —Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro Sagrario.
Cárcel de amor
Me gusta llamar ¡cárcel de amor! al Sagrario. —Desde hace veinte siglos, está El ahí... ¡voluntariamente encerrado!, por mí, y por todos.
¿No te alegra si has descubierto en tu camino habitual por las calles de la urbe ¡otro Sagrario!?
No dejes la Visita al Santísimo. —Luego de la oración vocal que acostumbres, di a Jesús, realmente presente en el Sagrario, las preocupaciones de la jornada. —Y tendrás luces y ánimo para tu vida de cristiano.
Comenzaste con tu visita diaria... No me extraña que me digas: empiezo a querer con locura la luz del Sagrario.
Motivo de fortaleza
Acude perseverantemente ante el Sagrario, de modo físico o con el corazón, para sentirte seguro, para sentirte sereno: pero también para sentirte amado..., ¡y para amar!
Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti. —Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú. —Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas —¡muchas!— sigan igual camino.