10 millones de personas, una sola noche

10 millones. Ese es el número de personas que se calcula visitaron la Basílica de la Virgen de Guadalupe la noche del 11 de diciembre de este año. Es decir, la población completa de Portugal o de Suecia. Los peregrinos, movidos por la fe, acuden cada año a felicitar a la Virgen Morena. ¿Cómo es que se vive la víspera de la fiesta de la Patrona de América?

Ya desde los primeros días de diciembre, varios grupos de peregrinos provenientes de toda la República Mexicana comienzan a llegar a la Basílica de Guadalupe. Algunos llevan estandartes y tilmas en las espaldas, mientras que otros llevan imágenes de la Virgen. Por ahí, corretean algunos niños vestidos como san Juan Diego. La expectación aumenta conforme se acerca el 12 de diciembre.

La Basílica de Guadalupe se encuentra cerca del cerro del Tepeyac, lugar donde la Virgen se apareció a Juan Diego en cuatro ocasiones. En la cuarta ocasión, la Morenita le pidió a san Juan Diego que recogiera en su tilma (prenda larga típica de los aztecas) las rosas que se encontraban en la cumbre del monte y las presentara al obispo. Cuando se presentó ante Mons. Zumárraga y dejó caer las flores, la imagen de la Virgen de Guadalupe apareció plasmada en la prenda del indígena. Su devoción se extendió rápidamente por todo el continente, y hoy la Basílica de Guadalupe es el centro religioso más visitado de todo el mundo.

El día anterior a la fiesta, ésta Basílica comienza a llenarse más de lo habitual. Se escuchan cantos y algunos grupos que rezan el rosario. A lo largo de las banquetas que llevan a la “Villa”, como se le conoce comúnmente al santuario, varias familias se colocan con grandes ollas para ofrecer comida a los peregrinos: ponche, tamales, chocolate caliente, buñuelos, etc.

La noche del 11 de diciembre, miles de personas entran a la Basílica de Guadalupe, con el deseo de pasar al menos unos segundos frente a la imagen de la Emperatriz de América. Mientras tanto, grupos musicales de estilos variados, desde una niña de 6 años hasta un grupo de indígenas provenientes de Chiapas, se presentan frente a la Guadalupana para dedicarle alguna canción.

A media noche, los violines de los mariachis despiertan un aplauso que resuena por toda la Basílica, mientras entonan “Las Mañanitas”. Miles de personas al unísono felicitan a la Virgen de Guadalupe a primera hora del día de su fiesta. Después, comienza la misa, acompañada por el coro de la Villa y, ocasionalmente, las voces y la música de los mariachis.

Cerca de la 1:30 de la madrugada, las personas que participaron en la misa comienzan a salir; otros peregrinos, recién llegados, hacen fila para poder saludar a la Virgen. Por todos lados, se escuchan los comentarios entusiasmados de las personas.

“Yo no he venido a pedir nada”–explica una señora. –“Yo he venido a agradecerle a mi Madre por tantas cosas buenas de este año”. Una universitaria, mirando los enormes grupos de peregrinos que continúan entrando a la Villa, comenta: “Siempre ayuda a mi fe venir hoy”.

Lo impresionante no está solamente en la cantidad de peregrinos, ni en el espectáculo de los mariachis o los fuegos artificiales. Lo que mueve a la fe es el cariño de tantas personas a la Virgen de Guadalupe, que, así como a san Juan Diego hace 500 años, continúa diciendo: “No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre?”

10 millones de personas. Una sola noche. Una sola razón para estar ahí. Ese sí que es un baño de fe.