Kimlea es una idea original de Álvaro del Portillo, explica Franki Gikandi, su directora: “que quería cumplir fielmente los deseos de san Josemaría estableciendo instituciones en todo el mundo para servir a la gente de todo nivel social”.
Kianda es un centro de formación rural a 30 kilómetros de Nairobi, en el distrito de Kiambú, y donde han recibido educación más de dos mil mujeres
Es un centro de formación rural que queda a 30 kilómetros de Nairobi, en el distrito de Kiambú, y donde han recibido educación más de dos mil mujeres. La escuela es una obra corporativa del Opus Dei, sostenida por Kianda Foundation, institución que promueve varias iniciativas educativas en Kenia y cuenta además con un dispensario médico. La Prelatura comenzó su trabajo apostólico en este país en 1958.
Isabel aborda allí algo nuevo todos los días: actividades de voluntariado, clases a niñas y profesoras, trabajos en el jardín infantil, enseñanza del español... Vive en Limuru, un pueblo a 20 minutos de Kimlea, con Florence, que es cooperadora.
En el colegio imparte clases de informática a niñas, profesoras y a un grupo de madres que vienen a un programa de educación. Le apodan “Njery” y ya balbucea algunas palabras en kikuyo, el dialecto de la localidad.
¿Qué te impulsó a trabajar este trimestre en Kimlea?
Estudié Pedagogía en la Universidad Católica y trabajo en el Colegio Los Andes, donde junto a un grupo de ex alumnas estamos a cargo de la acción social que se hace en distintos lugares de Santiago. Por experiencia, sé cómo enriquece poder ayudar a otros. Pensé que aquí podría entregar lo que he aprendido en mi trabajo y que, al conocer una realidad tan diferente a la nuestra, podría aportar a mi regreso a Chile. Ser útil y, a la vez, aprender.
¿Qué dirías a quienes no conocen de cerca estas realidades sobre el papel que juega la Iglesia Católica en lugares con tanta necesidad material y espiritual?
Lo más impresionante, es que por mucha pobreza que haya, la gente se siente bendecida por Dios. Se ve muy potente la importancia de la oración, la misa del domingo y siempre están dando gracias, aunque sea porque Dios les dio un día más de vida.
Se nota la presencia de la Iglesia porque hay muchas instituciones y misiones católicas que buscan ayudar en las infinitas necesidades que hay aquí, en África. Y, a la vez, quienes están aquí, se apoyan en la ayuda material y espiritual del resto de los católicos.
¿Recomendarías a una amiga repetir tu experiencia?
Toda experiencia, sea un voluntariado, un viaje, un trabajo, una actividad, nos ayuda a crecer como personas. Este es un lugar donde se necesita mucha ayuda. Uno viene aquí para ser útil y entregar lo que sabe, pero al mismo tiempo la cultura, la gente, las actividades del día a día te entregan mucho más de lo que das. Además, la vida en Chile pasa tan rápido, hay tanta actividad, que vivir en un lugar tan lejano ayuda a desconectar y a ver las cosas de una manera distinta; se ve lo que realmente importa.
Si me preguntan, ¿por qué Kimlea? Les diría que la gente es increíble: la señora que me aloja, las profesoras del colegio, la directora, alumnas, la gente del pueblo, quienes viven en las casas y residencias del Opus Dei. Todos me hacen sentir como en mi casa: quieren que conozcas a sus familias, la cultura, distintos lugares. Uno viene a ayudar, pero se colabora y trabaja mejor conociendo al que está al lado. Es importante, eso sí, saber que aquí se trabaja intensamente y que hay que saber adaptarse a costumbres, comidas y formas de vida totalmente distintas.
En Chile trabajas en un colegio cuya formación cristiana está confiada al Opus Dei, al igual que Kimlea, aunque se trata de dos realidades diferentes. ¿Qué dirías a quienes no conocen las labores sociales que impulsan personas del Opus Dei en distintos lugares?
Es verdad que son realidades distintas -la cultura, el nivel socioeconómico, la forma de vida-, pero también estoy consciente de que en varios sectores de Chile hay un poco de África. Me he dado cuenta de lo universal que es el Opus Dei y cómo se puede ayudar con el mismo espíritu en lugares tan diferentes.
Me he dado cuenta de lo universal que es el Opus Dei y cómo se puede ayudar con el mismo espíritu en lugares tan diferentes
Al mismo tiempo, me he dado cuenta que lo que el Opus Dei hace en Chile es lo mismo, sólo que como uno está ahí, no se ve tan claro. Prejuicios hay en todas partes; pero sobre todo es porque no se conoce lo que la Prelatura realiza en favor de los más necesitados, a través de tantas obras de promoción humana y social.
Es importante que la gente descubra estos proyectos y que además no sólo existen en otros continentes. Por ejemplo, en La Pintana están los colegios Almendral y Nocedal, proyectos que dan educación y oportunidades a niños vulnerables. Cuando se conoce lo que ahí se hace y la ayuda que se da a tantas personas y familias, así como las nuevas perspectivas humanas, sociales y económicas a las que tienen acceso… cambia la idea que se tiene sobre el Opus Dei.
En el contexto de la beatificación de Mons. Álvaro del Portillo se está organizando una campaña de recolección de fondos para proyectos de Harambeeen cuatro países africanos. ¿Animarías a los chilenos que viajarán a la beatificación a apoyar estas iniciativas?
¡De todas maneras! Durante estos meses me he dado cuenta cómo la generosidad de la gente puede cambiar vidas. El 80% de la educación de las alumnas en Kimlea la pagan personas externas y ellas están muy agradecidas. Y como es un regalo y saben que no podrían pagarlo, lo aprovechan y se nota en la atención que ponen en clases, en cómo cuidan la infraestructura, cómo participan de las actividades del colegio.
El 80% de la educación de las alumnas en Kimlea la pagan personas externas y ellas están muy agradecidas.
Pero como dice el dicho, “sobre gustos no hay nada escrito”, y pienso que viene perfecto al momento de ayudar. Hay gente que le gusta hacerlo con acciones, yendo a los lugares donde se necesita una mano; hay otros, que por motivos personales, no pueden ir físicamente pero sí aportan económicamente; a algunos les interesa ser parte de los distintos proyectos sociales que hay alrededor del mundo y a otros, aportar desde donde están con lo que pueden, quizá sin ir muy lejos, en el mismo sector donde viven y tal vez con sólo una sonrisa o sus oraciones...
Es verdad que tanto en Chile como en África hay muchas necesidades materiales y creo que ayudar, sea África, Chile o cualquier otro lugar, es un aporte y un acto de justicia y de generosidad hacia los demás.