¿Qué es un Ángel?

La existencia de los ángeles ¿es una verdad de fe? ¿Cuál es su misión? ¿Qué poder tiene el demonio? ¿Cómo nos ayudan los ángeles?

Respuesta a las preguntas más habituales sobre los ángeles. Foto: Alberto Barrera.

Sumario
1. La existencia de los ángeles ¿es una verdad de fe? ¿Quiénes son los ángeles?
2. ¿Cuál es su misión en la historia de la salvación de los hombres?
3. ¿Todos los ángeles son buenos?
4. ¿Cuál es el poder del diablo?
5. ¿Cómo ayudan los ángeles en la vida de la Iglesia? ¿Y a cada persona?


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Los ángeles te llevarán con sus manos, para que tu pie no tropiece en piedra alguna. Mateo 4, 6

1. La existencia de los ángeles ¿es una verdad de fe? ¿Quiénes son los ángeles?

La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe, es decir, revelada por Dios. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.
San Agustín dice respecto a ellos: "El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel" (Psal. 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque el mismo Jesucristo dice que contemplan "constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos", son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra", explica en otro momento la Sagrada Escritura.
Los ángeles fueron creados por Dios por una libre decisión de su voluntad divina, son seres inteligentes y libres. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. Catecismo de la Iglesia Católica, 328-330
Textos de san Josemaría para meditar

Todos los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada Misa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda al sacerdote como único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Ángeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus... Yo aplaudo y ensalzo con los Ángeles: no me es difícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro la Santa Misa. Están adorando a la Trinidad. Es Cristo que pasa, 89
La tradición cristiana describe a los Ángeles Custodios como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada hombre, para que le acompañen en sus caminos. Y por eso nos invita a tratarlos, a acudir a ellos. Es Cristo que pasa, 63

2. ¿Cuál es su misión en la historia de la salvación de los hombres?

Desde la creación del mundo, encontramos a los ángeles anunciando de lejos o de cerca, la salvación y sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal, detienen la mano de Abraham, conducen el pueblo de Israel, anuncian nacimientos y vocaciones, o asisten a los profetas.
Especialmente están presentes desde la Encarnación del Hijo de Dios. Es el ángel Gabriel quien anuncia a Zacarías el nacimiento de Juan el Bautista, el Precursor, y a María la concepción por obra del espíritu Santo y el nacimiento de Jesús.

De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: “Gloria a Dios...”. Protegen la infancia de Jesús, sirven a Jesús en el desierto, lo reconfortan en la agonía de Getsemaní, y son también los ángeles los que anuncian la Resurrección de Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles, éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor: “El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.” (Mt 13, 41-43). Catecismo de la Iglesia Católica, 332-333
Textos de san Josemaría para meditar

Seamos hombres de paz, hombres de justicia, hacedores del bien, y el Señor no será para nosotros Juez, sino amigo, hermano, Amor. Que en este caminar —¡alegre!— por la tierra, nos acompañen los ángeles de Dios. Antes del nacimiento de nuestro Redentor, escribe San Gregorio Magno, nosotros habíamos perdido la amistad de los ángeles. La culpa original y nuestros pecados cotidianos nos habían alejado de su luminosa pureza... Pero desde el momento en que nosotros hemos reconocido a nuestro Rey, los ángeles nos han reconocido como conciudadanos. Y como el Rey de los cielos ha querido tomar nuestra carne terrena, los ángeles ya no se alejan de nuestra miseria. No se atreven a considerar inferior a la suya esta naturaleza que adoran, viéndola ensalzada, por encima de ellos, en la persona del rey del cielo; y no tienen ya inconveniente en considerar al hombre como un compañero. Es Cristo que pasa, 187

La fe cristiana no achica el ánimo, ni cercena los impulsos nobles del alma, puesto que los agranda, al revelar su verdadero y más auténtico sentido: no estamos destinados a una felicidad cualquiera, porque hemos sido llamados a penetrar en la intimidad divina, a conocer y amar a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo y, en la Trinidad y en la Unidad de Dios, a todos los ángeles y a todos los hombres. Esa es la gran osadía de la fe cristiana: proclamar el valor y la dignidad de la humana naturaleza, y afirmar que, mediante la gracia que nos eleva al orden sobrenatural, hemos sido creados para alcanzar la dignidad de hijos de Dios. Osadía ciertamente increíble, si no estuviera basada en el decreto salvador de Dios Padre, y no hubiera sido confirmada por la sangre de Cristo y reafirmada y hecha posible por la acción constante del Espíritu Santo. Es Cristo que pasa 133

El Señor viene sin aparato, desconocido de todos. En la tierra sólo María y José participan en la aventura divina. Y luego aquellos pastores, a los que avisan los ángeles. Y más tarde aquellos sabios de Oriente. Así se verifica el hecho trascendental, con el que se unen el cielo y la tierra, Dios y el hombre. Es Cristo que pasa, 18

3. ¿Todos los ángeles son buenos?

Detrás de la elección desobediente de Adán y Eva se halla una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte. La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. "El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS, 800).

La Escritura habla de un pecado de estos ángeles. Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio", "padre de la mentira" (Jn 8,44).
Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no pueda ser perdonado. No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte.
Catecismo de la Iglesia Católica, 391-393

Textos de san Josemaría para meditar

El demonio, con intención torcida, ha citado el Antiguo Testamento: Dios mandará a sus ángeles, para que protejan al justo en todos sus caminos. Pero Jesús, rehusando tentar a su Padre, devuelve a ese pasaje bíblico su verdadero sentido. Y, como premio a su fidelidad, cuando llega la hora, se presentan los mensajeros de Dios Padre para servirle. Vale la pena considerar este modo, que Satanás ha utilizado con Jesucristo Señor Nuestro: argumenta con textos de los libros sagrados, torciendo, desfigurando de modo blasfemo su sentido. Jesús no se deja engañar: bien conoce el Verbo hecho carne la Palabra divina, escrita para salvación de los hombres, y no para confusión y condena. Quien está unido a Jesucristo por el Amor, podemos concluir, no se dejará nunca engañar por un manejo fraudulento de la Escritura Santa, porque sabe que es típica obra del diablo tratar de confundir la conciencia cristiana, discurriendo dolosamente con los mismos términos empleados por la eterna Sabiduría, intentando hacer -de la luz- tinieblas. Es Cristo que pasa, 63
Falso apóstol de las paradojas, ésa es tu obra: porque tienes a Cristo en tu lengua y no en tus hechos; porque atraes con una luz, de que careces; porque no tienes calor de caridad, y finges preocuparte de los extraños a la vez que abandonas a los tuyos; porque eres mentiroso y la mentira es hija del diablo... Por eso, trabajas para el demonio, desconciertas a los seguidores del Amo, y, aunque triunfes aquí con frecuencia, ¡ay de ti, el próximo día, cuando venga nuestra amiga la Muerte y veas la ira del Juez a quien nunca has engañado! —Paradojas, no, Señor: paradojas, nunca. Forja, 1019

4. ¿Cuál es el poder del diablo?

El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28). Catecismo de la Iglesia Católica, 395
Textos de san Josemaría para meditar

¡Qué poco listo parece el diablo!, me comentabas. No entiendo su estupidez: siempre los mismos engaños, las mismas falsedades... —Tienes toda la razón. Pero los hombres somos menos listos, y no aprendemos a escarmentar en cabeza ajena... Y satanás cuenta con todo eso, para tentarnos. Surco, 150

Podría portarme mejor, ser más decidido, derrochar más entusiasmo... ¿Por qué no lo hago? Porque —perdona mi franqueza— eres un majadero: el diablo conoce de sobra que una de las puertas del alma peor guardadas es la de la tontería humana: la vanidad. Por ahí carga ahora con todas sus fuerzas: recuerdos pseudosentimentales, complejo de oveja negra en su visión histérica, impresión de una hipotética falta de libertad... ¿A qué esperas para enterarte de la sentencia del Maestro: vigilad y orad, porque no sabéis ni el día ni la hora? Surco, 164
¿Obstáculos?... —A veces, los hay. —Pero, en ocasiones, te los inventas por comodidad o por cobardía. —¡Con qué habilidad formula el diablo la apariencia de esos pretextos para no trabajar...!, porque bien conoce que la pereza es la madre de todos los vicios. Surco, 505
Hay que decidirse. No es lícito vivir manteniendo encendidas esas dos velas que, según el dicho popular, todo hombre se procura: una a San Miguel y otra al diablo. Hay que apagar la vela del diablo. Hemos de consumir nuestra vida haciendo que arda toda entera al servicio del Señor. Si nuestro afán de santidad es sincero, si tenemos la docilidad de ponernos en las manos de Dios, todo irá bien. Porque El está siempre dispuesto a darnos su gracia, y, especialmente en este tiempo, la gracia para una nueva conversión, para una mejora de nuestra vida de cristianos. Es Cristo que pasa, 59

5. ¿Cómo ayudan los ángeles en la vida de la Iglesia? ¿Y a cada persona?

Toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda misteriosa y poderosa de los ángeles. En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios tres veces en rezo del “Hosana”; invoca su asistencia (Al Paraíso te lleven los ángeles...) de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno querubínico" de la liturgia bizantina. Además, celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles, como San Miguel, San Gabriel, San Rafael y los ángeles custodios.

Desde su comienzo a la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia de los ángeles y de su intercesión: "Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida" (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. Catecismo de la Iglesia Católica, 334-336
Textos de san Josemaría para meditar

Bebe en la fuente clara de los "Hechos de los Apóstoles": en el capítulo XII, Pedro, por ministerio de Ángeles libre de la cárcel, se encamina a casa de la madre de Marcos. —No quieren creer a la criadita, que afirma que está Pedro a la puerta. "Angelus ejus est!" —¡será su Ángel!, decían. —Mira con qué confianza trataban a sus Custodios los primeros cristianos. -¿Y tú? Camino, 570

El Ángel Custodio nos acompaña siempre como testigo de mayor excepción. El será quien, en tu juicio particular, recordará las delicadezas que hayas tenido con Nuestro Señor, a lo largo de tu vida. Más: cuando te sientas perdido por las terribles acusaciones del enemigo, tu Ángel presentará aquellas corazonadas íntimas —quizá olvidadas por ti mismo—, aquellas muestras de amor que hayas dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo. Por eso, no olvides nunca a tu Custodio, y ese Príncipe del Cielo no te abandonará ahora, ni en el momento decisivo. Surco, 693
No podemos tener la pretensión de que los Ángeles nos obedezcan... Pero tenemos la absoluta seguridad de que los Santos Ángeles nos oyen siempre. Forja, 339
Cuando tengas alguna necesidad, alguna contradicción -pequeña o grande-, invoca a tu Ángel de la Guarda, para que la resuelva con Jesús o te haga el servicio de que se trate en cada caso. Forja, 931

Hay que saber tratar a los Ángeles. Acudir a ellos ahora, decir a tu Ángel Custodio que estas aguas sobrenaturales de la Cuaresma no han resbalado sobre tu alma, sino que han penetrado hasta lo hondo, porque tienes el corazón contrito. Pídeles que lleven al Señor esa buena voluntad, que la gracia ha hecho germinar de nuestra miseria, como un lirio nacido en el estercolero. Sancti Angeli, Custodes nostri: defendite nos in proelio, ut non pereamus in tremendo iudicio. Santos Angeles Custodios: defendednos en la batalla, para que no perezcamos en el tremendo juicio. Es Cristo que pasa, 63
Pido al Señor que, durante nuestra permanencia en este suelo de aquí, no nos apartemos nunca del caminante divino. Para esto, aumentemos también nuestra amistad con los Santos Angeles Custodios. Todos necesitamos mucha compañía: compañía del Cielo y de la tierra. ¡Sed devotos de los Santos Ángeles! Es muy humana la amistad, pero también es muy divina; como la vida nuestra, que es divina y humana. ¿Os acordáis de lo que dice el Señor?: ya no os llamo siervos, sino amigos. Nos enseña a tener confianza con los amigos de Dios, que moran ya en el Cielo, y con las criaturas que con nosotros conviven, también con las que parecen apartadas del Señor, para atraerlas al buen sendero. Amigos de Dios, 315