La beatificación y canonización de San Josemaría Escriva

Capítulo "San Josemaría Escrivá de Balaguer" del libro “Contemplativos”, escrito por José Asenjo Sedano

El 17 de mayo de 1992, como hijos de su oración, asistimos en Roma a la beatificación de don Josemaría Escrivá de Balaguer, viaje inolvidable desde Almería recorriendo la primavera del litoral Mediterráneo, Francia, los Alpes, Italia, hasta la campiña romana. Un grupo maravilloso de familias y miembros de la Obra, que celebrábamos nuestras eucaristías al atardecer de cada día en los hermosos paisajes franceses e italianos, en sus verdes campos, en alguna gasolinera, siempre el mar a nuestra vista. Acampamos al sur de Roma, en plena campiña, al frescor de los viñedos y los ruidos agrícolas. ¡Qué gran día aquel 17 de mayo, la Plaza de San Pedro desbordada por el casi un millón peregrinos de todo el mundo, eufóricos bajo las columnas del Bernini escuchando la voz recia del Papa Juan Pablo II leyendo la fórmula de Beatificación de Josefina Bakhita, virgen, Hija de la Caridad, y de Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote, Fundador del Opus Dei! En nuestros oídos los ecos de aquellas palabras de san Josemaría, siempre presentes: “ Seguir a Cristo: este es el secreto. Acompañarle tan cerca, que vivamos con Él, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con Él nos identifiquemos”.(“Amigos de Dios”, 299 ). Hermoso día aquel, nuestra visita al atardecer a la iglesia de san Eugenio a Valle Giulia para venerar las reliquias del Beato, la noche estrellada, el clamor de la Roma histórica, cristiana, volteada de campanas, noche llena de rumores y palabras...

“Elevar el mundo hacia Dios y transformarlo desde dentro: he aquí el ideal que el Santo Fundador os indica, queridos hermanos y hermanas que hoy os alegráis por su elevación a la gloria de los altares. Él continúa recordándonos la necesidad de no dejaros atemorizar ante una cultura materialista, que amenaza con disolver la identidad más genuina de los discípulos de Cristo. Le gustaba reiterar con vigor que la fe cristiana se opone al conformismo y a la inercia interior”, palabras de Juan Pablo II.

No pudimos estar en Roma, como hubiéramos querido, el domingo 6 de octubre de 2002, sí estuvimos en espíritu por medio de la TV, en la canonización de Josemaría Escrivá, san Josemaría Escrivá, también por el Papa Juan Pablo II, culminación de su camino de entrega a Dios, porque, como no se cansaba de repetir, “ir al cielo, es lo que importa; lo demás no merece la pena...”

“San Josemaría fue escogido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que las actividades comunes que componen la vida de todos los días son camino de santificación. Se puede decir que fue el santo de lo ordinario” Palabras de Juan Pablo II, el 7 de octubre de 2002, en una audiencia en la Plaza de San Pedro.” Este santo sacerdote enseñó que Cristo ha de ser el ápice de toda actividad humana (cf Jn 12,32). Su mensaje –seguirá diciendo- mueve al cristiano a actuar en los lugares en los que se modela el futuro de la sociedad. De la presencia activa del laico en todas las profesión es y en las fronteras más avanzadas del desarrollo ha de derivar forzosamente una contribución positiva al fortalecimiento de esa armonía entre la fe y la cultura de que tan necesitado está nuestro tiempo.”

En nuestra aproximación a su vida, mientras pudimos, visitaríamos su ciudad natal, Barbastro, la catedral y la casa de la plaza del Mercado, Torreciudad sobre todo, castillo espiritual mariano sobre el verde de las aguas del pantano del Grado, allá el Pirineo aragonés, leeríamos sus libros, cartas y meditaciones, palabra viva y penetrante sobre muchos temas...

El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine...” ¡Somos hijos de Dios, “portamos la única llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras...!” , nos dirá en Forja, 1.

Días antes de su muerte en 1975, diría a un grupo de fieles de la Obra:

- “Estáis comenzando la vida. Unos comienzan y otros acaban, pero todos somos la misma Vida de Cristo: ¡Y hay tanto que hacer en el mundo! Vamos a pedirle al Señor, siempre, que nos ayude a todos a ser fieles, a continuar la labor, a vivir esa Vida, con mayúscula, que es la única que merece la pena: la otra no vale la pena, se va, como el agua entre las manos, se escapa. En cambio, ¡esa otra Vida!... “¿Qué queréis que os diga? Ya os lo he dicho siempre: que habéis sido llamados por Dios para que seáis santos, para que seamos santos, como enseñaba san Pablo. Sed perfectos así como vuestro Padre celestial es perfecto: esas son las palabras de Cristo...” - “Entendí que la filiación divina había de ser la característica fundamental de nuestra espiritualidad: Abba, Pater! Y que, al vivir la filiación divina, los hijos míos se encintrarían llenos de alegría y de paz, protegidos por un muro inexpugnable; que sabrían ser apóstoles de esta alegría, y sabrían comunicar su paz, también en el sufrimiento propio o ajeno. Justamente por eso: porque estamos persuadidos de que Dios es nuestro Padre...”

Alma contemplativa, maestro de contemplativos, insistía en que es del todo necesario que la vida del cristiano sea esencialmente, ¡totalmente!, eucarística. “Alma de Eucaristía ” Le gustaba hacer –confesaría a uno de sus hijos- actos de fe explícita en la presencia real de Jesús Sacramentado. “¡Jesús, te adoro!” Consideraba a la Eucaristía prenda segura de nuestra esperanza. “ Nos insistía a Mons. Álvaro del Portillo y a mi –cuenta Mons. Javier Echevarría, actual Prelado de la Obra- que no pasásemos delante del Tabernáculo, sin decirle que le queréis con toda el alma, que queréis custodiarle en vuestros corazones, que le agradéis su presencia en el Sagrario para consuelo nuestro, que nos ayude con su fortaleza y su omnipotencia y, después de hacernos estas consideraciones, agregaba, yo lo hago.”Te doy gracias, Dios mío, porque desde joven me has hecho entrever la maravilla del Amor desde el misterio de la Eucaristía ”, solía repetir.

Desde el amor y la oración de san Josemaría, también nosotros, desde el silencio y la desmemoria, desde esa presencia oculta y manifiesta de Dios, damos gracias al Señor porque, como él tanto repetía, ir al cielo es lo que importa.. . Gracias a san Josemaría por enseñarnos a buscar el Rostro de Cristo, nuestra contemplación...