DYA, de la Academia a la Residencia

En este capítulo de “Fragmentos de historia”, José Luis González Gullón, habla de algunos de los primeros jóvenes que vivieron en la primera residencia del Opus Dei en el mundo, como Juan Jiménez Vargas, y del ambiente cristiano de de estudio, compañerismo y apertura que san Josemaría procuraba que se viviera entre los estudiantes.

La primera actividad formativa para jóvenes que hizo Josemaría Escrivá de Balaguer fueron unas clases de formación cristiana y unas catequesis. Su idea fue: mi mensaje para la gente joven tiene que llegar tanto por la cabeza como por el corazón. Llegar por la cabeza significa explicarles la doctrina cristiana. 

Pero como ya eran jóvenes que tenían un background cristiano, habían ido a colegios de religiosos, en sus familias, a veces incluso rezaban del rosario el sábado, por supuesto iban a la misa el domingo, es decir, eran practicantes. 

Enseñar a tener una relación personal con Dios

Por eso el fundador de la Obra les dijo: Mirad, más que daros doctrina cristiana, lo que voy a hacer es enseñaros a tener una relación con Dios personal, más personal. Es decir, os voy a enseñar a cómo relacionaros con Dios, que es nuestro Padre. Y por otra parte, ir al corazón. Ir al corazón significaba decirles: Como cristianos tenemos que tener sensibilidad social, tenemos que tener y llevar en el corazón los sufrimientos de los demás y también la ayuda que podemos prestar a los demás. Y eso se concretó en unas catequesis. Los domingos por la mañana, los primeros que se acercaron al fundador de la Obra, llevados por Jiménez Vargas, iban a dar catecismo a niños de primera comunión. Claro, hay que tener en cuenta que en aquella época había clases en la universidad de lunes a sábado. Dedicar la mañana del domingo a dar catequesis a unos niños de primera comunión era un ejercicio de generosidad y un ejercicio, sin duda, de donación cristiana a los demás. 

Entre los jóvenes que se acercaron al fundador de la Obra, destaca al principio uno. era un chico de 5.º año de medicina, que se llamaba Juan Jiménez Vargas, un hombre aguerrido, de ideas políticas muy definidas. Él tenía una idea tradicionalista de España, un hombre que estaba -es la época-, estaba en contra del sistema parlamentario liberal, de modo particular, porque ese sistema parlamentario en España, debido a la segunda República, era un sistema que estaba subordinando a la Iglesia en algunos aspectos. Y cuando conoce al fundador de la Obra, Juan Jiménez Vargas, no cambiará de pensamiento político, pero dará prioridad a ayudar al fundador de la Obra al desarrollo del Opus Dei sobre su actividad política, que poco a poco irá disminuyendo hasta acabar, porque se dedicó a ser médico, a ejercer la medicina. 

Ambiente de la Residencia

El ambiente que creó el fundador de la Obra, tanto en la academia como sobre todo después de la residencia, era un ambiente juvenil. Era el ambiente de la época. Eran chicos, la mayoría que tenían 17, 18, 19 años y muy activos, tanto en la vida de la universidad como en la propia residencia. Por ejemplo, una de las cosas que hacían que hicieron durante el curso fueron excursiones. Se iban de excursión, a veces excursiones más bien de tipo cultural y otras más tipo sencillamente para oxigenarse haciendo algo de deporte. 

Tanto a la Academia DYA como después a la residencia. Se iba porque un amigo invitaba a otro. De hecho, es muy llamativo. La residencia tenía 25 plazas. El primer curso académico 34-35, ni siquiera llegaron a llenarlas. Solamente consiguieron tener 14 residentes. El segundo año tenían 25 residentes. Pues lo impresionante es que tanto el primer año como sobre todo el segundo, sabemos por los datos que tenemos en el archivo de las cartas, de los diarios, de los papeles de la residencia, que hubo más de 100 estudiantes, tanto un curso académico como el siguiente que fueron por la residencia. 

A la residencia DYA se iba por invitación. Un amigo invitaba a otro, pero se permanecía por amistad. Se permanecía porque el ambiente gustaba. Se estaba en un ambiente alegre y a la vez un ambiente de exigencia cristiana, de alegría, de descubrir que había algo más que el simple afán de estudiar o el simple afán de de pasar un rato con los amigos. Sin duda, la personalidad de Josemaría Escrivá de Balaguer era muy importante a la hora de enmarcar ese ambiente en la residencia, pero también la marcaban los residentes que llevaban más tiempo, los que llevaban algunos años en la Obra.

Por ejemplo, una de las cosas que tenemos bonitas que se ve en esa época es el cuidado de los enfermos. Siempre había algún residente que por la gripe o por pequeñas enfermedades estaba en la cama. Y cuando estaban enfermos el propio fundador de la Obra y los demás miembros de la directiva de la residencia los cuidaban, les atendían. Tenemos una carta de un estudiante de Bilbao que se llamaba Emiliano -después fue arquitecto en Bilbao- y él decía: Estuve enfermo de gripe y don Josemaría me visitaba cada dos horas y me recordaba más a mi madre que a mi padre. 

Tuvo esa delicadeza de estar atendiendo a este chico con frecuencia, pidiendo que le llevaran la medicina adecuada, la comida que le gustaba. Eran pequeños detalles en los cuales se veía cómo se querían entre ellos y como el fundador de la Obra ayudaba a que se quisieran. 

Tres temas: el estudio, el trato con Dios, abrirse a los demás

San Josemaría podemos decir que -y resumir- todo lo que explicaba a los jóvenes en tres temas. El primero era el estudio. Lo único que hacía era aplicar el mensaje de la Obra, la santificación de la vida ordinaria y concretamente del trabajo, aplicarlo a los estudiantes. Les decía: Si sois estudiantes, vuestro trabajo es estudiar. Por lo tanto, lo que os pide la sociedad, lo que os piden vuestros padres, lo que os pide Dios, es que estudiéis bien, que seáis competentes profesionalmente en el estudio. 

Esto les llamaba la atención porque ellos estaban acostumbrados a que un sacerdote te hablara sobre Dios o sobre la Iglesia, pero que un sacerdote te hablara sobre tu estudio les llamaba la atención. Y además, hablando sobre el estudio, a nivel personal: ¿cómo es tu estudio?, ¿cómo trabajas? Algunos decían en plan de broma que el Padre me decía: Hay que estudiar más, eres un granuja, que no me estudias... Este tipo de frases usaba el fundador ya en la residencia, en la primera residencia. 

El segundo tema, sin duda, era el trato con Dios, la relación con Dios. Y era aquí donde que el fundador de la Obra planteaba a cada uno, sobre todo en la dirección espiritual, pero también en las meditaciones que daba, era un encuentro personal con Jesucristo. Iba a la primera persona, al tú, a tú con Dios. No era tanto dar ideas sobre la vida cristiana, hacer planteamientos... Eran jóvenes que ya eran católicos y que tenían formación cristiana. Lo que les decía es ¿cómo puedes mejorar tu trato con Dios, que es tu Padre? Esto también les impresionaba porque ellos lo que decían era: en parte me ponía entre la espada y la pared, me ayudaba realmente -en el buen sentido-, a enfrentarme a Dios, a ponerme delante de Dios, a plantearme cómo yo realmente hablo con Dios. 

Y en tercer lugar, el tercer gran tema que planteaba el fundador de la Obra era: Mira, es muy bueno que seas un buen profesional, un buen estudiante es muy bueno, es necesario que seas un buen hijo de Dios, que tengas un trato personal con Dios, pero tienes el peligro -o todos los católicos tenemos el peligro- de quedarnos en nuestra torre de marfil, en lo nuestro, en nuestra gente: en mi estudio, en mi trato con Dios y en mi trato con mis amigos. Es lo que el fundador de la Obra llamaba hacer capillitas. Capillita se decía en aquella época a ese grupo cerrado en el cual nos ayudamos, nos comprendemos y nos queremos entre nosotros, pero no nos abrimos a los demás. 

El fundador de la Obra decía: El cristiano -y concretamente el mensaje de la Obra- es un mensaje que está llamado a darse, a difundirse, a abrirse a los demás. En ese sentido, tú en la universidad, en tu facultad, tienes que estar abierto y ofrecer tu amistad a todas las personas, también a las que piensan de modo religioso, político, social, distinto que tú. 

Y por otra parte, también el espíritu cristiano nos lleva a tener sensibilidad social. El fundador de la Obra, lo que animó constantemente y realizó, fueron diversas actividades de voluntariado social. Que sobre todo estaban en la línea de ayudar cristianamente a personas. Pero otras eran sencillamente atender personas. 

Es lo que en la residencia hacen fundamentalmente en dos actividades, una dar catequesis a niños de primera comunión, y la segunda visitar a personas necesitadas, a familias necesitadas. Es interesante, les llevaban habitualmente a esas familias necesitadas un poco de comida. Alguna pequeña cosa que pudiera servir al matrimonio, a los padres y que no tuvieran. Y después también a veces les daban un poco de dinero, lo que los propios universitarios habían recolectado entre ellos, con eso compraban algo de ropa, algo de alimento y les daban un pequeño donativo. El fundador de la Obra les dijo: Con esta ayuda social no vamos a resolver los problemas de la pobreza. Pero por una parte, damos cariño a los demás, a familias concretas con nombres y apellidos, y por otra parte, esto nos ayuda a nosotros a tener corazón cristiano, a darnos cuenta que no podemos estar solamente pensando en nuestro mundo particular. Tenemos que abrirnos a los demás. 

Círculos de formación cristiana y meditaciones y retiros mensuales

Una de las actividades de formación cristiana que hizo el fundador de la Obra fue su predicación. Él había comenzado del Opus Dei dando clases de formación cristiana. Ahora, habitualmente usamos el término círculos. Círculos de formación cristiana, que es la misma idea es explicar la relación con Dios y sobre todo de un modo personal. 

Una vez que estaba en la residencia que tenían un oratorio y por lo tanto tenían al Santísimo Sacramento con el sagrario, comenzó a predicar meditaciones a los universitarios en el oratorio de la residencia. Estas meditaciones solían ser los sábados y luego algunos domingos tenían también una jornada, habitualmente más o menos de 10:00 hasta las 16:00 de la tarde, una jornada de retiro. En esa jornada de retiro, el fundador de la Obra les daba dos o tres meditaciones, rezaban el rosario y, sobre todo, además de las meditaciones, tenían tiempo para meditar sobre su vida cristiana en silencio, cada uno delante de Dios. 

Esta práctica entre los jóvenes también les llamaba un poco la atención. No era habitual que tuvieran retiros en las parroquias o en las asociaciones juveniles de estudiantes católicos, y quizá lo que más les impresionaba era que el fundador de la Obra les animara a que estuvieran a solas, ratos, en silencio, delante del Santísimo, delante de Dios. Esto les impresionaba. 

Tenemos uno de aquella época que dice: Hoy hemos tenido un retiro mensual y hemos invitado a muchos amigos. Estábamos 50 en el oratorio. Estaba el oratorio absolutamente lleno y el Padre ha comenzado la meditación diciendo con sencillez: Realmente esto no se ve en Madrid en ningún sitio. Era bastante novedoso, pero les ayudaba. 

Lo que ellos dicen es que muchos cambiaron su modo de tratar a Dios por el modo con el cual el fundador de la Obra hablaba con Dios. El trato con Dios era de tú a tú, decían, como el mismo trato que él tenía con nosotros. Entonces nosotros aprendimos a hablar con Dios, viendo como él hablaba con Dios. 

Acompañamiento espiritual con san Josemaría

Algunos de los estudiantes que fueron a la residencia a día le pidieron al fundador de la Obra hablar con él sobre temas espirituales. Era algo normal, lo habitual, y sigue siéndolo en la Iglesia, lo que llamamos el acompañamiento espiritual, la dirección espiritual, es decir, que un sacerdote -a veces también pasa en la Iglesia con un laico-, en este caso un sacerdote, el fundador de la Obra, que ayudará en el trato con Dios, en la vida de relación con Dios y también en el modo de plantear la propia vida cristiana a los estudiantes. 

En este caso tenemos varios estudiantes que años más tarde, cuando el fundador de la Obra murió, han contado cómo tenían esta dirección espiritual con el Fundador. Lo que ellos cuentan era, por una parte, que el fundador de la Obra era muy cariñoso, muy cercano. Se interesaba por sus padres, se interesaba por su salud, por su vida, por su trabajo profesional, en este caso el estudio, la asistencia a clases en la universidad. Por otra parte, animaba a tener un encuentro personal con Dio, animaba a que la vida cristiana no fuese una cosa acartonada, que no fuese una especie de vida oficial. El peligro de aquellos jóvenes era que, como ya eran católicos, como ya hacían actividades católicas, incluso estaban en asociaciones católicas, para ellos ser católico era como algo cultural, algo externo. Pero el fundador de la Obra lo que les animaba era que tuvieran un encuentro con Jesucristo, un encuentro personal. 

Es muy significativo que uno de estos estudiantes que se había acercado al fundador de la Obra en el año 1933, la primera entrevista que tuvo con él acabó con un libro que le regaló el fundador de la Obra, en la cual le puso como dedicatoria: Que encuentres a Cristo, que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo. Es decir, te voy a ayudar en la dirección espiritual a que tengas un encuentro personal con Jesucristo. 

Y por supuesto, también al ser un sacerdote, la dirección espiritual, para los que querían, incluía la confesión sacramental, pedir perdón de los pecados a Dios y recibir la absolución sacramental. 

En toda esta realidad de acompañamiento espiritual, el fundador de la Obra tenía claro que tenía que respetar los tiempos, el ritmo de cada uno. Y así fue. Tenemos ejemplos, evidentemente de todo. Tenemos ejemplos de personas que se acercaron al fundador de la Obra, que tuvieron un acompañamiento espiritual durante un tiempo y después -por la vida o las circunstancias-, se alejaron. Otros, que con el paso de los años volvieron a conectar con un sacerdote de la Obra, otros que le pidieron al fundador de la Obra estar con él en el Opus Dei también, como una reacción natural después de tener unos meses, o a veces incluso menos tiempo en aquella época, de dirección espiritual. Es decir, cada cada persona tenía su ritmo y el fundador de la Obra entendió, y ellos lo cuentan así, después de los años, entendió que tenía que respetar ese ritmo de cada persona.