“Servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servida”

En esa frase resumía san Josemaría la razón de ser del Opus Dei. Ese “como” en ocasiones es algo muy concreto: El Centro Académico Romano Fundación, CARF, surgió “para hacer viable la petición que hizo el Papa San Juan Pablo II al prelado del Opus Dei, el Beato Álvaro del Portillo”. Lo explica Luis Alberto Rosales, director general de esta fundación, en una entrevista en Religión en Libertad.

En este caso, detalla Rosales, la petición era “fundar una Universidad en Roma, y así facilitar que pudieran estudiar y residir sacerdotes y seminaristas de todo el planeta, pero especialmente del Tercer Mundo. El Beato Álvaro del Portillo añadió como fin fomentar las vocaciones sacerdotales y de religiosos en todo el mundo. A todo esto ya existían en el seno de la Universidad de Navarra, las facultades eclesiásticas desarrollando una labor similar”.

El CARF nació hace 32 años y con las becas que concede ha hecho, y hace, posible que miles de seminaristas y sacerdotes de todo el mundo se formen tanto en la citada Universidad de Navarra como en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma. A la pregunta de si es necesario pertenecer al Opus Dei para recibir esas becas, Rosales responde: “La inmensa mayoría de los beneficiados, el 85 % aproximadamente, no lo son. Las personas a las que van destinadas las ayudas son sacerdotes, seminaristas, religiosos, de todo el planeta. Por poner números redondos, cada año académico se forman unos doscientos seminaristas y unos ochocientos sacerdotes y religiosos entre Roma y Pamplona”. Tampoco influye el hecho de que la petición de becas llegue de países donde la Obra no está presente: “No influye, como lo evidencia que el Opus Dei desarrolla su labor estable en unos 80 países y el CARF ha ayudado a personas de 132 países”.

Para la concesión de esas ayudas son imprescindibles las personas que hacen donativos: “Al CARF puede donar cualquier persona que crea que vale la pena contar con más sacerdotes y sobre todo que estén bien formados; de hecho tenemos miles de donantes, españoles en su inmensa mayoría. Para donar se puede entrar en la web del CARF o enviando a nuestro domicilio la ficha publicada en todos los boletines”.

En cuanto a lo que supone esta fundación, Luis Alberto Rosales explica en la entrevista en ReL, en que el CARF “tiene entre sus fines fomentar las vocaciones sacerdotales en todo el mundo. Es una de las muchas instituciones de la Iglesia Católica que hacen lo mismo. Cuantos más sacerdotes hay bien formados mucho mejor”. Y detalla que con esta entidad “una gran cantidad de vocaciones no se pierden por el camino por falta de medios”. Recuerda asimismo que, además de la vocación, “se necesitan instalaciones, formadores, conocimiento, tecnología, etc., para que un joven pueda desarrollar todas sus potencialidades hasta llegar a la ordenación sacerdotal, y eso es lo que pone a disposición el CARF gracias a sus benefactores”.

Algunos de esos benefactores pueden conocer personalmente al seminarista, sacerdote o religioso al que están sosteniendo con sus aportaciones económicas. Las peticiones de las ayudas, detalla Rosales, llegan al CARF a través del superior del interesado: “Las becas siempre las piden los Ordinarios, ya sean Obispos o Superiores Religiosos. El mayor compromiso es cuando no podemos atender las peticiones porque no hay plazas disponibles. Aunque parezca raro, no faltan vocaciones, faltan recursos para asistirles”.

El periodista de Religión en Libertad José María Contreras plantea otra cuestión, en términos de beneficios: ¿Qué gana el Opus Dei con esto? Luis Alberto Rosales insiste en las palabras de san Josemaría: “El Opus Dei gana servir a la Iglesia Universal, siguiendo una indicación de un Papa que, posteriormente, llegaría a los altares”.

En esa línea está lo que recoge el actual Prelado, Fenando Ocáriz, en el libro El Opus Dei en la Iglesia (Rialp), cuya primera edición es de 1993. Ahí escribe el capítulo segundo [el primero es de Pedro Rodríguez y el tercero de José Luis Illanes] titulado La vocación al Opus Dei como vocación a la Iglesia. En ese texto recuerda unas palabras de San Josemaría de la Carta del 31 de mayo de 1943: “hemos recibido la llamada de Dios, para hacer un peculiar servicio a la Iglesia y a todas las almas. La única ambición, el único deseo del Opus Dei y de cada uno de sus hijos es servir a la Iglesia, como Ella quiere ser servida, dentro de la específica vocación que el Señor nos ha dado”.

En ese servicio, “un caso del todo excepcional se dio con Mons. Ildebrando Antoniutti, nuncio en España. A petición suya, en mayo de 1958 unas profesionales del hogar del Opus Dei se hicieron cargo de la nunciatura apostólica”. Lo relatan en su reciente libro Historia del Opus Dei (Rialp), José Luis González Gullón y John F. Coverdale. Y siguen: “Por ser un servicio directo a la Iglesia el fundador indicó que los sueldos de esas personas corrieran a cargo de la Obra”.

Manuel Rodríguez