“Basta poner amor en el trabajo que se hace”

Alessandro Romano hace anuncios de televisión. Trabaja en una agencia de publicidad en Milán (Italia). La espiritualidad del Opus Dei le ha ayudado a ser coherente con sus ideas cristianas en un ambiente profesional difícil. Testimonio tomado del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’, editado por la Oficina de Información del Opus Dei.

Alessandro, en su agencia publicitaria.

Aunque vive en Milán, Alessandro Romano es de origen genovés. Está casado con Gabriella y tienen dos hijos:

“Soy el “creativo” de una agencia publicitaria. Me ocupo del lanzamiento de productos, de la imagen de sociedades, de estrategias para consolidar las marcas. Pienso y escribo spots televisivos, radiofónicos, campañas de prensa, tratando en cada caso de ver qué es lo que puede atraer la atención de la gente.

Josemaría Escrivá –que tenía una gran capacidad de síntesis (hubiese sido un óptimo copywriter)– me ha enseñado mucho, incluso en mi campo profesional. Me fascina el espléndido trato que sabía dar a cada uno. Su capacidad comunicativa, su sinceridad y su amistad con las personas.

Me he preguntado más de una vez si un copywriter puede llegar a ser santo. Y la respuesta ha sido, naturalmente, que sí. Basta poner amor de Dios en aquello que se hace en el ordenador, en el set, en el estudio de radio.

San Josemaría resaltaba la importancia de ser cristiano coherente en la propia vida y en el propio trabajo. En todos los ambientes y en todos los sectores. Y me doy cuenta de que el ambiente del espectáculo y de la comunicación son particularmente importantes.

Procuro poner esto en práctica en la vida de todos los días. Me esfuerzo por ofrecer al Señor las cosas por el bien de la Iglesia y de todos los hombres, de mis familiares y de mis amigos. ¿Cómo? Sonriendo al oír el teléfono que suena continuamente y no te deja trabajar, no enfadándome ante los imprevistos que surgen cada día. Procurando tratar con afecto a mis colegas y amigos. Volviendo a casa después del trabajo para dedicarme a mi familia (puedo asegurar que para un publicitario que tiene siempre algo dándole vueltas en la cabeza, a veces no es fácil).

Todo esto se consigue en la medida en que se vive en presencia de Dios, si no se abandona la propia vida interior, si se acude con frecuencia a los sacramentos. Si se lucha cotidianamente para aprender a amar. No puedo dejar de citar un punto de Camino que resume perfectamente el concepto de amor: Me dices que sí, que quieres. –Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer?

–¿No? –Entonces no quieres. Es el 316: me lo sé de memoria”.