9. En Andorra

“El Fundador del Opus Dei”, biografía escrita por Andrés Vázquez de Prada

Los fugitivos allí presentes, antes de despedirse, rezaron juntos la Salve. En grupos separados, sintiendo bajo la pisada la igualdad del suelo, tomaron el camino hacia Sant Juliá de Loria. Iban rezando el rosario cuando llegó a sus oídos el grato tañido de unas campanas, que les produjo, de golpe, esa indescriptible sensación de quien recobra la libertad y se despoja del miedo. Deo gratias!, Deo gratias!, repetía para sí el Padre esa mañana del 2 de diciembre de 1937 |# 214|.

A la entrada del pueblo los gendarmes franceses les detuvieron, registrando sus nombres como "refugiados políticos". Desayunaron en un bar café con leche y queso con pan, blanco, esponjoso, calentito. Pidieron que les abriesen la iglesia —la primera iglesia no profanada que habían visto desde 1936—, e hicieron la visita al Santísimo Sacramento. (No podía don Josemaría decir misa a causa de las normas litúrgicas sobre el ayuno entonces vigentes) |# 215|.

A media mañana se habían instalado ya en el Hotel Palacín de Les Escaldes, a un paso de la capital del Principado, Andorra la Vieja. Por la tarde se fueron todos juntos a Andorra, a poner un telegrama al hermano de José María Albareda, que residía en San Juan de Luz, a ocuparse de los requisitos de vacunación y a hacerse las fotos que les exigían los gendarmes para tramitar el salvoconducto. De repente el corazón le dio un brinco a don Josemaría al ver una sotana en medio de la calle. Mosén Luis Pujol, que caminaba en dirección contraria a la suya, vio a su vez que se le acercaban seis u ocho hombres, muy mal trajeados y con el calzado roto. «Del grupo —refiere— se adelantó una persona que, con los brazos abiertos, me saludó al tiempo que decía: ¡Gracias a Dios que vemos un cura!» |# 216|. Aquel abrazo fue el comienzo de una perdurable amistad entre mosén Luis Pujol y don Josemaría, que aprovechó ese primer encuentro para informarse sobre dónde podía decir misa al día siguiente.

Enviado el telegrama y hechas las otras gestiones, escribió una tarjeta al Cónsul de Honduras, Pedro de Matheu Salazar, que era tanto como notificarlo a todos los suyos en Madrid:

Escaldes (Andorra) — 2-Dic.-937.

Mi estimadísimo amigo: antes de volver al Pacífico, donde veré a José Luis, he querido visitar este simpático Principado de Andorra, ya que, por la situación de España, no me atrevo a llegar hasta Madrid. Mañana saldré, con mi hermano Ricardo y el resto de la familia, para S. Juan de Luz. Póngame a los pies de Mila y Consuelito.

Le abraza

Josemaría |# 217|.

Luego se volvieron al hotel. Cenaron y se fueron a la cama, con la loable intención de rezar el santo rosario antes de dormirse, como les había dicho el Padre haciéndose cargo de que se caían de sueño. («Creo —escribe el cronista— que nadie llegó a empezarlo. Lo que me extraña es que no nos durmiéramos quitándonos las alpargatas») |# 218|.

Celebró el Padre por la mañana en la iglesia de Les Escaldes, no "a hurtadillas y en secreto", como venía haciendo en Madrid y Barcelona, sino con el decoro que prescribe la liturgia. Fue una misa de largos e inolvidables mementos. Sin cesar venía al pensamiento del celebrante, con la persistencia rítmica del oleaje en las rompientes, la memoria de los que habían quedado atrás. Antes de acercarse al altar pidió que se les encomendara al Señor; y durante la misa, en el memento de vivos, y en el de difuntos, se detuvo largo espacio. (En el de vivos entraba también el Obispo Administrador Apostólico de Vitoria, que celebraba ese día la fiesta de su santo —Francisco Javier—, y a quien envió un telegrama de felicitación) |# 219|.

Llegó el esperado telegrama de San Juan de Luz, enviado la noche anterior y firmado por Pilar, marquesa de Embid, y cuñada de José María Albareda. Decía así: «Jacques Not irá a recogerlos mañana». Toda la tarde estuvieron esperando el coche con impaciencia; pero el coche no apareció. Quien sí apareció fue José Cirera, el guía, que no había podido volverse a España. Veinticuatro horas de retraso y la expedición de fugitivos hubiera fracasado. Fuertes ventiscas de nieve habían cegado los pasos de montaña. En cuanto a las peripecias de la última marcha nocturna, el guía les contó ahora los peligros pasados; y cómo tuvo que cambiar de ruta, porque en uno de los vados que iban a cruzar les esperaban los carabineros.

Ese día el Padre escribió a Isidoro, con cautelosos rodeos ante la censura:

Escaldes (Andorra) — 3-Dic.-1937.

Mi gran amigo: Molesto me encuentro contigo porque no me has contestado a las dos cartas que te escribí: en octubre, desde Praga; y, desde París, a mediados de noviembre, la segunda.

Hoy, aprovechando el haber venido, en excursión deportiva con unos amigos, a este Principado de Andorra, he querido dedicarte esas líneas y rogarte que me escribas a casa de mi primo. Por si no la recuerdas, su dirección es: "Señor Álvarez. Hotel Alexandre. San Juan de Luz. (Francia)". Bastará que encabeces la carta a mi nombre: él me la mandará donde yo me encuentre. ¡Me gusta tanto viajar!

Mi familia, con estupenda salud y siempre contentos.

Cariñosos saludos a tus hermanos. Lo que quieras a la abuela y a los tíos.

Te abraza

Mariano

Hoy o mañana saldré para casa de mi primo (S. Juan de Luz), porque me ha enviado su coche. Muchos abrazos |# 220|.

Puntualmente se refieren en el Diario los sucesos de aquellos días: «Día 4 de Diciembre de 1937 (Sábado). Son las siete de la mañana y está nevando, cuando comienzan nuestras actividades de este día. El paisaje que nos rodea, cubierto de nieve, se nos muestra hoy en un aspecto distinto de su belleza. Los altos picachos, vestidos de blanco, tienen una hermosura más elegante, menos rústica» |# 221|.

Hay un kilómetro desde el hotel a la iglesia de Andorra, donde celebró misa el Padre para los suyos, y a ella asistieron también cinco jóvenes de entre los compañeros de evasión. El Padre va intimando con mosén Luis, quien le invita a desayunar en su casa y le lleva después a visitar a los benedictinos de Montserrat, que están en el Colegio Meritxel.

No cesa de nevar. Se ve que la expedición había cogido milagrosamente la delantera a la nevada. Todo el mundo habla, con insistencia, de que el puerto de En Valira está cerrado y no se puede pasar a Francia. Es un grave contratiempo. ¿Estará esperando el coche al otro lado del puerto?

Dedican la tarde a la correspondencia. Tarjetas en castellano, en francés, en inglés. Se escribía a parientes, amigos y conocidos; para hacerles saber, con exquisita discreción, si es que se hallaban en zona republicana, que ellos estaban fuera. La tarjeta que Tomás Alvira y el Padre enviaron a su amigo Pascual Galbe Loshuertos, fiscal por la Generalitat, era muy breve y no le comprometía: «Un abrazo»; y, firmado: «Josemaría — Tomás» |# 222|.

Aprovecharon para poner al corriente el Diario del paso de los Pirineos. Cada día se encargaba uno de ellos de escribir lo correspondiente a la jornada de turno, cosa que seguían haciendo aún. Pero como durante las marchas nocturnas habían tomado solamente unas notas brevísimas de las peripecias, ahora, con el esfuerzo de todos, tuvieron ocasión de extenderse y completarlas |# 223|.

De resultas de las marchas por terreno escabroso, con las alpargatas destrozadas, Manolo traía llagados los pies y no podía andar. Para desplazarse de Andorra a Les Escaldes, que estaba a un paso, tenía que ir en coche. Y al Padre, que presentaba las manos doloridas y tumefactas, Juan le dio unas fricciones de salicilato, creyendo que era reuma. A los dos días, viendo que aumentaba la hinchazón, observó que las tenía acribilladas de pinchos de los matorrales a los que se iba agarrando al trepar o al resbalarse por el monte. Con infinita paciencia le extrajo hasta treinta puntas de espino |# 224|.

Pasaron cinco días a merced del tiempo. Las esperanzas se les iban y se les venían. El coche enviado por el hermano de José María Albareda no llegaba. Continuaba nevando. El 6 de diciembre amaneció un día esplendoroso. Al mediodía, al bajar al comedor, un señor les anunció que mañana por la tarde todos los refugiados podrían salir en autobús, juntamente con otros de la expedición. Y, a la hora de cenar, volvió a aparecer aquel buen señor para anunciarles que, debido a la enorme cantidad de nieve acumulada en el puerto, no se podría pasar hasta dentro de dos o tres días. El día 7 cesó la nieve y comenzó a lloviznar. Un aldeano que había pasado el puerto les llevó unas cartas escritas en Hospitalet, el pueblo francés donde les esperaría el coche. Se aclaran los malentendidos |# 225|. No era un coche de San Juan de Luz sino un taxista de Hospitalet quien debía haberles recogido. Pero como el taxista retrasó su salida, al día siguiente se encontró con que la nieve había interrumpido el paso por el puerto.

Si el aldeano que trajo las cartas había podido cruzar el puerto, ¿por qué no iban a poder pasarlo ellos en dirección contraria? También pensaron en alquilar un auto-oruga, pero el del refugio de alta montaña no funcionaba. Se consultó a los gendarmes; los cuales insistieron en que el puerto no era practicable. Quizá fuera ésta —pensaron— la ocasión de obtener ayuda del mando. En el Hotel Palacín se alojaban el coronel Boulard y los oficiales destacados por la República Francesa para defender el Principado de posibles incursiones de milicianos españoles. "Monsieur le Colonel" miraba con simpatía a los refugiados políticos, con quienes se encontraba a diario en el comedor. Por lo demás, era hombre de gran humanidad. Medía dos metros de altura y un poco menos de grosor. El coronel, hombre de maneras suaves y corteses, les aconsejó que, en aquellas condiciones, no tratasen de alcanzar la frontera francesa. A partir de aquel momento los amables saludos del militar tuvieron una débil respuesta en el comedor |# 226|.

Como observa el cronista, habían dado la lata y Dios sabría por qué continuaba cerrado el puerto: «Después de haber insistido todo el día (el Padre dice que ineducadamente) nos hemos quedado tranquilos. Estamos ya dispuestos a esperar a que se abra el puerto, ¡pero que sea pronto!

Estamos reunidos en el comedor al lado de la estufa, y nos acordamos de los nuestros que quedan en el calvario de la zona roja. El Padre, cada vez que se acuerda, se entristece mucho. Hay que creer que esta obligada espera será muy conveniente, cuando el Señor así lo ha dispuesto» |# 227|.

Durante esos días el Padre dijo misa en varios sitios: en la capilla del Colegio Meritxel, en la parroquia de Les Escaldes y, el día de la Inmaculada, 8 de diciembre, en el convento de la Sagrada Familia, coincidiendo con la fecha en que renovaban sus votos las monjas. La capilla era pobre y la ceremonia fue sencilla.

La nevada espesa que cubrió de blanco montes, casas y calles, prolongó la forzosa estancia del Padre en Andorra, de donde saldría con el recuerdo de las amenas tertulias en el hogar de mosén Pujol. Un mes más tarde, en sus Apuntes íntimos, en Pamplona, evocará esas veladas: andando junto al río, recordaba nuestras caminatas en Andorra, de la capital a Escaldes, de noche como hoy, luego de la tertulia con el buen Sr. Arcipreste |# 228|.

Mosén Luis Pujol, cura ecónomo-arcipreste de Andorra la Vieja, hizo pronto muy buenas migas con don Josemaría. El primer día que éste dijo misa en la capital —una población de poco más de mil habitantes por aquel entonces—, invitó al cura forastero a visitar su casa. Mosén Luis vivía en la plaza principal, en una casa confortable. Allí tenía su despacho, una pequeña habitación decentemente amueblada con mesa de trabajo, cajoneras y estantería, más un sillón y tres o cuatro sillas. Unos cuadros con escenas religiosas de la vida de San Ignacio y de San Francisco Javier, junto con un crucifijo, adornaban las paredes. Sobre su mesa de despacho siempre había un puñado de cartas que reexpedir, de una a otra zona de España. El cometido del arcipreste, voluntariamente aceptado, consistía en abrirlas, cambiar el sobre y franquearlas de nuevo. Y, en algún caso especial, mantener correspondencia con terceras personas. Pero, a causa de la nevada, el trabajo del ecónomo-arcipreste se había interrumpido esos días |# 229|.

«Hoy —es el 5 de diciembre cuando Pedro escribe esto en el Diario— el Arcipreste no nos recibe en el mencionado cuartito; tras de pasar una sala, con aspecto de comedor, bastante espaciosa, nos introduce en la cocina. El hecho de recibirnos en la cocina, al calor de la chimenea, tiene en Andorra, en casa del Arcipreste, todo el significado que en Palacio pudiera tener tomar la almohada o cubrirse ante el rey» |# 230|.

La hospitalidad de mosén Luis es muy de agradecer, porque, con la tacita de café y la copa de anís servidas amablemente por el ama, mosén les pone al corriente de los últimos sucesos del mundo. Y, en particular, de los del principado de Andorra, como eran la llegada de monsieur le Colonel o la rebeldía de los andorranos, que incitados por el Ministro de Instrucción Pública español, Fernando de los Ríos, negaban al Obispo de Seo de Urgel la prestación de vasallaje |# 231|. (Consistía el tradicional "present" al Obispo en unos capones, otros tantos jamones y doce quesos de oveja, junto con unas mil quinientas pesetas).

Se repitió la invitación al día siguiente. Charlando pasaron todos una tarde agradable. De regreso al hotel por la orilla del río Valira, que bajaba hinchado por las nieves, corría un aire frío que cortaba el aliento.

En la festividad de la Inmaculada el arcipreste invitó a comer a don Josemaría. La conversación entre ellos dos, solos, tendría intimidad, indudablemente. Mosén Pujol le preguntaría sobre el paso de los Pirineos. A Andorra habían llegado multitud de fugitivos con sus historias y sus tragedias a cuestas. Mas, por encima de ningún otro relato, le impresionó a mosén el meditado silencio de don Josemaría: «lo que más me impresionó —testimonia el arcipreste de Andorra— fue oírle, respecto a todo lo pasado en aquellos días por la montaña, [...] lo siguiente: — "He sufrido tanto, que he hecho el propósito de no decir ningún sufrimiento". Y así fue, porque ni en aquellos días ni después le oí comentar nada sobre el tormento pasado» |# 232|.

(Sin pretender buscar o adivinar nuevos suplicios, es digno de añadir, puesto que sale al paso, lo que el Padre anotó en Pamplona el 2 de enero de 1938, en un nuevo cuaderno de sus Apuntes íntimos: todavía noté que me molestaban los pies, aunque casi no están ya hinchados: porque no eran sabañones, sino consecuencias de las grandes jornadas para la evasión. Y don Josemaría nada tenía de melindroso ante el dolor) |# 233|.

Por la noche el Padre contó a los suyos el menú con que le regaló el arcipreste: entremeses variados, canalones, cabeza de ternera, chuletas, pastas... El cronista, lleno de admiración, se cree obligado a tomar nota de ello para el Diario; pero se le pasa el mencionar siquiera el apetito del invitado. Después de una temporada de hambre tan larga y tan tremenda como la que había padecido, don Josemaría tenía muy menoscabada la facultad de ingerir alimentos, hasta el punto de no sentir ya ganas de comer |# 234|.

No se sabe cómo, corrió la noticia de que el 10 de diciembre estaría franco el puerto y que por la mañana saldría un autobús en esa dirección a las siete y media. Se levantaron a las seis, oyeron la misa que dijo el Padre en la parroquia de Escaldes y tuvieron tiempo de desayunar y hacer los preparativos del viaje. Unos momentos de nerviosismo; había que pagar la cuenta del hotel: ocho personas durante ocho días, a veinte francos diarios, más el diez por ciento. Total, 1.408 francos. Era preciso regatear, porque con el escaso dinero que les quedaba tenían que hacer frente a toda clase de gastos e imprevistos hasta llegar a España. Tal era su indigencia que ni calzado pudieron comprar en Andorra. Tras súplicas y regateos se dejó la cuenta en 1.300 francos, a satisfacción de los huéspedes y del hotelero. Mientras se llevaba a cabo este arreglo de cuentas, los viajeros se pusieron encima todas las prendas de abrigo que llevaban, arropándose las piernas con papel de periódico, embutido entre los calcetines para protegerse contra el frío |# 235|.

El día era soleado. A las ocho salió un camión con veinticinco personas en asientos improvisados. De nuevo se vieron juntos muchos fugitivos de la expedición de José Cirera, el guía. Al pasar por el caserío de Encamp el motor trepidó con el esfuerzo, y tuvieron que bajar del camión. Después, de otro tirón, llegaron a Soldeu, donde el vehículo se negó rotundamente a seguir adelante. Faltaban catorce kilómetros hasta Pas de la Casa, en la raya fronteriza. Al principio la nieve resultaba grata a la pisada. Era escasa y crujiente. Poco a poco se fueron hundiendo hasta las rodillas; y el agua de la nieve, que empapaba las alpargatas, se iba haciendo pasta líquida con el papel de periódico que protegía los pies. De suerte que al caminar chapoteaban en una masa gélida y desagradable. En Pas de la Casa les esperaba un autobús de catorce plazas, en el que se amontonaron los evadidos españoles. Una brigada francesa había despejado la carretera desde el puerto hasta Hospitalet, donde estaba el control aduanero. Presentaron la documentación y se les concedió permiso para circular por Francia, tan sólo por veinticuatro horas. Así y todo, el Padre estaba decidido a detenerse en Lourdes antes de llegar a Hendaya |# 236|.

Dieron con el taxista contratado por el hermano de Albareda. Tenía un viejo Citröen, grande, pero insuficiente para ocho personas. La lentitud de la policía de frontera en efectuar los trámites de documentación, y la evidente displicencia del chófer, retrasaron la salida. Estaba anocheciendo y caía una niebla fina cuando dejaron Hospitalet. Tiritando de frío, no obstante ir forrados de periódicos y apretujados en el coche, trataron, en vano, de distraer al Padre. Fue éste, en cambio, quien, al pasar por Tarascón, les hizo un divertido comentario sobre el simpático personaje de Daudet, el famoso Tartarín, bravo cazador de leones |# 237|.

Durmieron en el Hotel Central de St. Gaudens y, a la mañana siguiente, 11 de diciembre, se ajustaron otra vez en el Citröen. Llegaron muy temprano a Lourdes. Todo estaba cerrado, excepto la cripta de la basílica. El sacerdote que recibió a don Josemaría en la sacristía, y con el que se entendió en latín, mostró su desconfianza al verle tan mal vestido. Pidió el Padre a Pedro que le ayudase la misa, pues iba a celebrarla por las intenciones de su padre, en difícil situación política y alejado de las prácticas religiosas. Pedro siguió esa misa con emoción, según refiere: «La impresión que siempre dejó en mí esta manifestación de celo sacerdotal y de cariño de nuestro Fundador hacia mi familia ha contribuido seguramente a que otros recuerdos de esa primera Misa suya en Lourdes se hayan desdibujado de mi memoria» |# 238|.

Celebró el Padre en el segundo altar lateral de la derecha de la nave, cerca de la puerta de entrada a la cripta. Después, se sentaron a desayunar en un bar, tranquilamente, como si no tuvieran prisa. Rezaron una parte del Rosario en la Gruta. Aquella visita a Lourdes era en hacimiento de gracias por la gran familia de la Obra, por sus miembros y por los unidos a ella. «Recordaba a todos los que quedaban en zona roja uno por uno, y pensaba uno por uno en todos los que teníamos que localizar en cuanto llegáramos a la otra zona», dice Juan Jiménez Vargas |# 239|.

Llegaron a San Juan de Luz a las seis de la tarde. Allí quedó José María Albareda con su hermano. El resto cruzó, ya anochecido, el puente internacional en Fuenterrabía.

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NOTAS:

1. Sobre este punto y los detalles que siguen: cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 154 y siguientes. Hasta entonces había usado el mono azul de Chiqui con el que salió de la Residencia de Ferraz el 20 de julio de 1936; cfr. Carta a María Dolores Fisac Serna, en EF-370813-1.

Don Josemaría llevaba también consigo unas tarjetas personales, con los siguientes datos: «José Escribá Albás — Intendente del Consulado de Honduras — Madrid».

2. La zona republicana contaba de nuevo con un ejército que amalgamaba voluntarios y regulares. El Gobierno de la República, en el que adquiría cada día más influencia el partido comunista, procedió a militarizar las milicias y a crear una fuerza militar o Ejército Popular, como se llamó, a base de reclutas y bajo el mando supremo del Ministerio de la Guerra. Los comunistas consiguieron dominar el nuevo aparato militar, sobre todo al hacerse con los cargos del Comisariado General de la Guerra, que se había creado para ejercer un control político-social sobre las fuerzas armadas, por medio de comisarios políticos o comisarios delegados, como se les llamaba oficialmente. Sobre el Ejército Republicano, cfr. Ramón Salas Larrazábal, Historia del Ejército Popular de la República, vols. I y III, Madrid 1973. Cfr., también, Michael Alpert, El Ejército Republicano en la Guerra Civil, Madrid 1986, especialmente el capítulo 5, «Los militares profesionales del ejército republicano», pp. 93 y sigs., y el capítulo 8, «Los comunistas», pp. 219 y sigs.; Rafael Casas de la Vega, «Ejército Nacional y Ejército Popular de la República», en Miguel Alonso Baquer (dir.), ob. cit., pp. 183-231; y Burnet Bolloten, ob. cit., pp. 247-259 y 439-443 y ss.

3. El cuarto daba a la calle. No tenía camas sino colchones en el suelo. Como se ve por el recibo del mes de septiembre, se trataba de una habitación: «He recibido de D. José Escribá la cantidad de setenta pesetas, importe de la mensualidad correspondiente al mes de la fecha, de la habitación de mi piso 4º izq. de la calle de Ayala, nº 67.— Madrid 13 Septiembre 1937 — Juan Zafra. Son 70 — Ptas.» Y en el recibo del mes de octubre se dice, más claramente: «por una habitación que ocupa en mi cuarto de la calle de Ayala 67, 4º izquierda». Cfr. RHF, D-05201.

4. Se trataba de una pequeña reproducción de "l'Addolorata" de G.B. Salvi, pintor italiano del siglo XVII, conocido como el Sassoferrato. Cuando don Josemaría se marchó de Madrid, se quedó con ella su hermano Santiago. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 889; Joaquín Alonso Pacheco, Sum. 4636.

5. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 118 y 121-123. El documento que poseía Juan Jiménez Vargas era un Certificado del Encargado de la Legación de Panamá en España, en el que constaba que: «D. Ricardo Escribá Albás es Agente de Compras en la Sección de Abastos de esta Legación».

6. Cfr. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370905-1. En la correspondencia de todos esos meses de refugio en el Consulado de Honduras, así como en la de Isidoro, puede apreciarse el detalle, orden y puntualidad que llevaban en la contabilidad referente a la Obra. Así, por ejemplo, en la Carta a sus hijos de Madrid, en EF-370725-5, dirigiéndose a Isidoro Zorzano: Hoy enviaste una peseta de menos, 55.

Ese orden en la contabilidad iba orientado a vivir bien la pobreza. Tenían que hacer frente al hambre; y tenían que afrontar los gastos previsibles para poder salir al extranjero, que serían elevados, sin duda alguna. Por todo eso, el Fundador les trazó una regla práctica a la que atenerse: acomodemos los gastos a la precaria situación. En la guerra como en la guerra (Carta a sus hijos de Madrid, en EF-370704-1).

Pero no era roñoso. Como dice unos días más adelante a sus hijos de Madrid: gastad cuanto necesitéis, para vuestras necesidades personales, sin escrúpulos (Carta, en EF-370710-1).

Por último, ese orden en llevar la cuenta de los gastos permitía deslindar el costo con que cada uno había de correr; y, más especialmente, entre los de la Obra y la familia Escrivá, como era de justicia: Haced el favor —escribía por entonces— de enviarme un balance de nuestra situación económica, con todo el detalle que sea posible. Bien entendido que todos los gastos del pequeño, como es natural, deben ser de cuenta de mi Madre, sin cargar ni un céntimo a la Obra. Poned también una nota, con las salidas mensuales, al detalle, que hemos de seguir teniendo, mientras duren estas circunstancias. Dad a leer estas líneas a tía Carmen (Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, en EF-370630-1).

7. Como casi todo lo que ocurrió durante la Guerra Civil, estuvo rodeada de polémica. Cfr. Gonzalo Redondo, Historia de la..., Tomo II, ob. cit., pp. 343-353.

8. Cfr. Vicente Cárcel Ortí, La Gran Persecución. España, 1931-1939, Madrid 2000, pp. 126-146.

9. La revolución de julio de 1936 había reducido la Iglesia a las catacumbas. La sola excepción en el territorio de la zona republicana fue el País Vasco, donde al amparo de su autonomía, y con una población de inmensa mayoría católica, se mantuvo la práctica de la Religión y no se interrumpió nunca el culto público en las iglesias (sobre esta cuestión: Fernando de Meer Lecha-Marzo, El Partido Nacionalista Vasco..., ob. cit).

El 9 de enero de 1937 el ministro vasco Irujo presentó ante el Consejo de Ministros de la República un memorandum fechado el 7 de enero, para convencer a sus colegas de gobierno del daño que la persecución religiosa había causado a la República. Las frases que encabezan ese documento bastan para perfilar el alcance de los atropellos y las responsabilidades de los gobernantes republicanos: «La opinión del mundo civilizado observa con extrañeza, que conduce a la repulsión, la conducta del Gobierno de la República que no ha impedido los acusados actos de violencia y que consiente en que continúen en forma y términos que expuestos quedan. La ola revolucionaria pudo estimarse ciega, arrolladora e incontrolada en los primeros momentos. La sistemática destrucción de templos, altares y objetos de culto ya no es obra incontrolada» (cfr. Vicente Cárcel Ortí, La persecución religiosa..., ob. cit., pp. 286-287).

El gobierno de Largo Caballero rechazó las propuestas de libertad religiosa elaboradas por Irujo. Más adelante, en el Consejo de Ministros del gobierno de Negrín, el 31 de julio de 1937, Irujo presentó de nuevo un proyecto de decreto, que fracasó.

El único logro de Irujo en este sentido llegó un año más tarde, cuando Negrín introdujo en una declaración programática, hecha pública el 30 de abril de 1938, una alusión a la voluntad del gobierno de respetar la libertad de conciencia, y asegurar el libre ejercicio de las creencias y prácticas religiosas, declaración de intenciones que desgraciadamente sirvió de poco en la práctica. Irujo dimitió, por otras razones, en el mes de agosto de ese mismo año. Cfr. Burnet Bolloten, ob. cit., pp. 784-785, 951-952 y 918. Cfr., también, Manuel de Irujo, Memorias I y II. Un vasco en el Ministerio de Justicia, Buenos Aires 1976 y 1978; y A. de Lizarra [Andrés María de Irujo], Los vascos y la República Española. Contribución a la Historia de la Guerra Civil. 1936-1939, Buenos Aires 1944, pp. 155-159 y 172-197.

10. Todo lo más se llegó a intentar la restauración del culto católico en algunos lugares donde los comunistas tenían menos peso, como en la Generalitat Catalana, intento que no pasó de ahí. Cfr. Josep Maria Solé i Sabaté, Las represiones, en Stanley G. Payne, y Javier Tusell, (dir.), ob. cit., p. 595, y Burnet Bolloten, ob. cit., passim.

11. Sobre el cambio de ritmo en la persecución Javier Cervera encuentra que mientras los sacerdotes eran el grupo más numeroso (18,11%) de los asesinados en paseos, los clérigos encausados por desafección ante Tribunales Populares de Madrid durante toda la guerra suponen un 1% del total de los procesados (entre doce y trece mil) (ob. cit., pp. 76 y 155). Ha documentado que «de los sacerdotes juzgados por Tribunales Populares algo más del 25% fueron considerados enemigos del régimen» (ob. cit., p. 155), y el resto absueltos; también que «las prácticas religiosas (…) eran consideradas un signo de hostilidad a la República» (ibidem, p. 191), y la simple tenencia de libros religiosos un indicio de desafección que conducía a la detención (ibidem, p. 179-180). Por lo que hace al ejercicio clandestino del ministerio sacerdotal, puede verse el capítulo «Madrid, una iglesia de catacumbas», en José Luis Alfaya Camacho, ob. cit., pp. 119-193. Buena prueba de los riesgos y peligros que significaban las prácticas religiosas es el susto de quienes vendieron una imagen de la Virgen a don Josemaría en la plaza del Ángel; y lo que cuenta Tomás Alvira, que vio detener a una persona «porque le encontraron una medalla de la Virgen» (cfr. Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 2). Esto todavía durante el verano y otoño de 1937.

12. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 126.

13. Cfr. Antonio Vázquez Galiano, Tomás Alvira. Una pasión por la familia. Un maestro de la Educación, Madrid 1997, p. 80.

14. Cfr. Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 1; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 125.

15. Cfr. Recaredo Ventosa García, Testimonios..., ob. cit., p. 421; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 128; Santiago Escrivá de Balaguer y Albás, Sum. 7344; Álvaro del Portillo, Sum. 889.

16. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 901.

17. Cfr. Carta de Domingo Díaz-Ambrona a Mons. Álvaro del Portillo, del 9-I-1992, recogida en Álvaro del Portillo, Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei, Madrid 1993, pp. 35-37.

18. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 121 (Juan solía comer en la pensión de José María Albareda); y Enrique Gutiérrez Ríos, José María Albareda, una época de la cultura española, Madrid 1970, p. 109. Desde tiempo atrás venía el Fundador rezando intensa y diariamente por Albareda: A José Mª Albareda dile que especialísimamente me acuerdo de él, cada día, escribe a Isidoro Zorzano (Carta, en EF-370701-3).

19. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370910-1. Sigo mis clásicas costumbres: agua, vino y pan a troche y moche: alude a la administración de bautismos y a la celebración de las misas.

20. Cfr. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370406-1. Después de haberse refugiado en una dependencia de la Embajada de Finlandia, que invadieron las milicias, Álvaro fue a parar a la cárcel de San Antón, de la que el interesado cuenta una curiosa anécdota. Había en ella un guardián, al que llamaban Petrov, que un día le puso una pistola en la sien y le dijo que bien podía matarle en aquel instante, pues seguramente era un cura. (Álvaro llevaba lentes y para aquel miliciano eso debía ser señal inequívoca de intelectualidad eclesiástica): cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 884. Petrov —o Petrof— era el apodo de Santiago del Amo (cfr. Javier Cervera Gil, ob. cit., p. 80).

21. Carta de Isidoro a María Dolores Fisac Serna, 8-IX-1937 (IZL, D-1213, 265).

22. Cfr. Ricardo Fernández Vallespín, RHF, T-00162, p. 37.

23. Carta de Isidoro a María Dolores Fisac Serna, 21-VIII-1937 (IZL, D-1213, 254); y Carta a sus hijos de Madrid, en EF-370725-5.

24. Esto es el paraíso de las cucarachas —escribe el Padre para entretenimiento de los valencianos—: las hay grandes, solemnes y charoladas como un escarabajo sagrado de Egipto; otras van, desde el tamaño de la punta de un alfiler, escalonándose. ¡Y qué armonía de colores!: Es para alabar al Hacedor: blancas, rubio platino, tabaco, doradas, pardas, negras. Ya comprendéis que... nos divertimos mucho (Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370701-2; cfr. también: Cartas a Pedro Casciaro Ramírez, en EF-370727-3; a Isidoro Zorzano Ledesma, en EF-370420-1; etc.).

En otra ocasión escribe: Hoy, al abrir Eduardico un libro, apareció una magnífica chinche. ¡Vaya! Menos mal que las cucarachas se ve que están bien acompañadas (Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370725-3).

25. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 119.

26. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370725-3. Acerca de la necesidad de orinar, a consecuencia de la ligera diabetes que posiblemente padecía, ya en 1936, en tiempo de guerra, escribe Mons. Álvaro del Portillo que un día en que se encontraba en la calle de Serrano y sintió esa necesidad, se acercó a casa de Isidoro Zorzano, que vivía allí cerca. Llamó a la puerta, pero cuando le vio la madre de Isidoro, fue tal el miedo que le entró de pensar en el peligro de cobijar a un sacerdote, que le cerró la puerta sin dejarle pasar. Otra vez, en situación semejante, se fue a casa de don Alejandro Guzmán. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 889, 890.

27. Santiago Escrivá de Balaguer y Albás: Sum. 7326, y RHF, T-07921, p. 19.

28. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 139.

29. Ibidem.

30. Santiago Escrivá de Balaguer y Albás, RHF, T-07921, p. 20.

31. El testimonio del doctor Vargas, tan detallista en otros puntos, se atiene en éste a lo narrado por Santiago Escrivá, diciéndonos que aquellas dos señoritas «no volvieron a aparecer. Y no hubo comprobación de la noticia» (Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 69). D. Josemaría, como se verá, insiste en que a aquel pobre hombre le «ahorcaron delante de la casa» de la calle Doctor Cárceles, donde vivía la Abuela, como para indicar que no pudieron menos de enterarse la madre y la hermana; y esto sucedió, probablemente, en agosto.

32. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370918-1.

33. Camino, n. 743.

34. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370918-1.

35. Carta 31-V-1943, n. 45.

36. Javier Echevarría, Sum. 2418; y Álvaro del Portillo, Sum. 877.

37. Carta a María Dolores Fisac Serna, en EF-370919-1.

38. Cfr. Antonio Vázquez Galiano, ob. cit., p.85.

39. Cfr. Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 2; Joaquín Alonso Pacheco, Sum. 4636.

40. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 128.

41. Con mucho optimismo, esperaba dirigir la meditación a 16 ó 18 personas; cfr. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370924-1. El asunto que había llevado a Isidoro a no perder la pista de Hermógenes, por encargo de don Josemaría, era el averiguar qué se había hecho de unos documentos que don Lino Vea-Murguía no había podido depositar en un banco; la revolución y el asesinato de don Lino el 16 de agosto de 1936 habían borrado la pista de esos papeles; cfr. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, en EF-370828-1; y Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, del 16-VIII-1937 (IZL, D-1213, 251).

Por lo que cuenta Isidoro: «La tía Carmen envía a sus sobrinos unas rosquillas confeccionadas por Hermógenes y ella» (Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, del 31-V-1937, en IZL, D-1213, 180). Hermógenes era la persona de la Obra que sirvió de enlace para reunir a las ejercitantes.

42. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370918-1.

43. El total de religiosas asesinadas, todas ellas identificadas, es de 283; cfr. Vicente Cárcel Ortí, La persecución religiosa..., ob. cit., pp. 238-239.

44. Cfr. Javier Suárez Guanes, RHF, T-05399, p. 36. Esta mujer se llamaba María Teresa Villanueva Labayen. Hija del ministro de la Monarquía Miguel Villanueva, conoció al Fundador en el Patronato de Enfermos. En 1931 ingresó en las Jerónimas de la Adoración, y se trasladó a Gijón. Regresó a Madrid a consecuencia de la Revolución de Octubre de 1934. Durante la guerra civil permaneció en la capital, ayudando, con riesgo de su vida y de su salud, a los católicos. Falleció en 1942. Se conoció su identidad porque el Padre la manifestó a un sobrino de María Teresa, diplomático, que en los años cincuenta residió en Roma.

45. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 889. Sobre las actividades religiosas en el piso de la calle de Hermosilla, número 12, conocido como "Catedral de Hermosilla", cfr. Antonio Montero, ob. cit., p. 104; José Luis Alfaya Camacho, ob. cit., pp. 139-143; y Javier Cervera Gil, ob. cit., pp. 191 y 371.

46. Cfr. Carta a sus hijos de Burgos, desde Ávila, en EF-380813-1.

47. Ascensión Quiroga Barrena, RHF, T-04388, p. 1.

48. Ibidem, p. 2; cfr. Joaquín Alonso Pacheco, Sum. 4638.

49. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 125.

50. Luces tuyas, Jesús —escribe en una catalina del 11-I-1938—: me has hecho ver muy claramente que no fue una intuición mía, sino una ilustración tuya, lo que dije durante la revolución a aquella religiosa dispersa, que le movió a confesar conmigo y a confesar y dolerse de lo que yo —pecador, pecador—, en apariencia, le adiviné (Apuntes, n. 1482).

51. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, en EF-370805-2.

52. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370505-4.

53. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370725-3.

54. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370825-1.

55. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370822-2.

56. Carta a Manuel Sainz de los Terreros Villacampa, en EF-370825-2.

57. Carta a sus hijos de Madrid, en EF-370505-5.

58. Álvaro del Portillo, Sum. 907; cfr. también Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 134.

59. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370918-1.

60. Cfr. RHF, D-15068.

61. Cfr. RHF, D-15069.

62. En carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, del 21-VIII-1937 (IZL, D-1213, 255), hablando de la documentación que necesitaría el Fundador para salir de la Legación y circular por la calle con cierta seguridad, escribe: «Alvira me ha dicho que oficialmente están anulados los certificados de trabajo como pasantes de abogados, así que es preciso gestionar otro certificado». Casi idénticas son las palabras de Isidoro en su diario, ese mismo día (cfr. IZL, D-1122).

63. Cfr. RHF, D-15067; y Carta a sus hijos de Madrid, en EF-370723-1.

64. RHF, D-15067. Este segundo certificado del Dr. Suils lo pidió con objeto de que el comité de control de residentes en la casa de la calle Caracas le permitiese vivir con su madre; cosa que no logró, por no considerarlo oportuno D. Álvaro González Valdés (cfr. Cartas a Isidoro Zorzano Ledesma, en EF-370820-1 y EF-370823-1).

65. Cfr. RHF, D-15070.

66. Cfr. RHF, D-15071.

Contiene este documento, para reflexión del afiliado, un par de columnitas de máximas y sentencias programáticas, tales como: — «Tu emancipación ha de ser obra de ti mismo»; — «No te humilles ante nada ni ante nadie»; — «Tu patria es el mundo. Tu familia la Humanidad», etc. Es muy posible que don Josemaría echase un vistazo a estas gallardas, ambiguas y enfáticas sentencias para sacar partido de ellas o, por el contrario, para darles la vuelta, como a los calcetines. Otras de las mencionadas frasecitas eran abiertamente marxistas, e incitaban a la lucha de clases, sin posible vuelta de hoja.

67. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 903; y Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 112.

68. Parece oportuno aclarar, por justicia histórica, que no todos los alineados con el gobierno de la República eran enemigos de la Iglesia, ni se les puede calificar como tales. Es importante tener en cuenta la grave perturbación que el alzamiento militar supuso para la vida de España y, más en concreto, para la parte del país donde no triunfó, pues desencadenó, precisamente, lo que quería evitar: una revolución anarquista y otra socialista-marxista. Como consecuencia, al desaparecer de hecho el Estado republicano, en agosto de 1936, hubo republicanos convencidos —bastantes de ellos agnósticos, pero no anticatólicos— que, deseosos de defender la República, carecieron de los resortes militares y judiciales para asegurar lo que llamaban un régimen de libertad de conciencia. Que su sino era algo desgraciado, nadie lo duda. Pero no eran anticatólicos. Más problemática fue la situación personal y de conciencia de los nacionalistas vascos o del pequeño partido demócrata-cristiano de Cataluña, llamado Unió Democràtica de Catalunya, de Carrasco y Formiguera.

69. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 903.

70. En los primeros días de mayo de 1937, las calles de Barcelona fueron escenario de una auténtica guerra intestina entre las milicias de diversas facciones políticas. Ascendían las bajas a 400 muertos y un millar de heridos. En esas luchas callejeras por el poder se vieron envueltos socialistas y comunistas, catalanistas y libertarios, estalinistas y trotskistas. A última hora el gobierno hubo de enviar desde Valencia fuerzas aéreas, una columna motorizada y dos destructores con tropas de desembarco, para restablecer el orden.

Como consecuencia de aquellas luchas cayó el gobierno de Largo Caballero y formó Negrín un nuevo gobierno, del que fueron excluidos anarquistas, libertarios y antistalinistas. Allí comenzó de nuevo la represión política y religiosa según métodos bolcheviques, con checas de tortura. Anarquistas y comunistas heterodoxos se vieron sistemáticamente perseguidos y eliminados. Siguiendo el dictado de Stalin y las consignas bolcheviques, fueron presentados a la opinión pública, y al gobierno, como elementos indeseables e infiltrados, en sus organizaciones, por agentes subversivos al servicio de los "facciosos" franquistas. Cfr. Burnet Bolloten, ob. cit., pp. 525-730; y Ramón y Jesús Salas Larrazábal, Historia General de la..., ob. cit., pp. 225-231 y 246.

71. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 129, que, erróneamente, sitúa el hecho «a fines de verano de 1937».

72. Tomás Alvira Alvira cuenta al respecto: «En la Castellana existía, y todavía existe, un edificio de Seguros. Por tener un reloj grande en la parte alta, se le llamaba corrientemente la "Casa del reloj". Ese edificio fue "controlado" por la CNT, para la "CNT de la Enseñanza". La CNT no tenía Sindicato de la Enseñanza en Madrid, y un grupo de profesores le ofreció organizarlo, lo cual fue aceptado. A este Sindicato se afiliaron una gran cantidad de profesores con ideas políticas de derechas y, entre ellos, un buen número de sacerdotes, religiosos y religiosas, profesores de colegios. Era una forma de tener documentación. De la junta formaba parte el sacerdote Manuel Mindán, quien, después de la guerra, fue profesor de Filosofía del Instituto "Ramiro de Maeztu". Era aragonés y había coincidido en el Seminario con el Padre. Yo había estado algunas veces en esa "Casa del reloj", donde encontraba algunos conocidos por motivos profesionales» (RHF, T-04373). Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 129-130 y 135-138. Cfr., también, Manuel Mindán Manero, Testigo de noventa años de Historia. Conversaciones con un amigo en el último recodo del camino, Zaragoza 1995; en el capítulo XV, pp. 339-350, cuenta la historia de la fundación y el funcionamiento del Sindicato de la Enseñanza de la C.N.T.

Sobre este particular, Javier Cervera señala que desde el inicio de las hostilidades la CNT se afanó en ganar afiliados en Madrid, para adquirir así un peso que no tenía (es continua su pugna con UGT, hasta que lleguen al pacto en el 38). Algo parecido cabe deducir de los datos aportados por Burnet Bolloten, ob. cit., o José Luis Alfaya Camacho (ob. cit., pp. 155-158) con testimonios tomados de bibliografía y testimonios personales.

«Ese objetivo de alcanzar una posición de fuerza trajo como consecuencia la relajación, cuando no eliminación, de todo control sobre la lealtad de las personas de nuevo ingreso. [El caso es que] apenas hemos encontrado casos de desafectos afiliados o infiltrados en otras organizaciones del Frente Popular distintas a la anarquista. Esta situación motivaría más de un enfrentamiento en el seno de la Junta de Defensa de Madrid entre los comunistas (…) y los representantes anarquistas a los que en varios momentos se les indicó lo peligroso que resultaba esta situación cuya existencia, en repetidas ocasiones, se negaban a aceptar. No obstante, en contradicción con esta actitud, la propia CNT crearía en su Comité de Defensa una Sección de Estadística, dirigida por Vicente Santamaría Medina, quien también estaba al frente del Subnegociado de Contraespionaje de los Servicios Especiales del Ministerio de la Guerra. A esta Sección del Comité cenetista se le asignó la misión de pedir antecedentes de los nuevos afiliados a la sindical para localizar desafectos o sospechosos de serlo en el seno de ella» (Javier Cervera Gil, ob. cit., pp. 225-226).

73. Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, 4-VI-1937 (IZL, D-1213, 182). José María Albareda se sirvió de las relaciones de Tomás Alvira para obtener el documento de trabajo de Carmen Escrivá, como narra el mismo Tomás: «Pues bien, cuando me dijeron la situación de la Abuela y tía Carmen, fui a solicitar un certificado en el que se hiciera constar que tía Carmen era administrativa en ese Sindicato de la Enseñanza. Tuve que forcejear un poco, pero al fin, considerando el motivo por el que lo solicitaba, me lo dieron. En él se hacía constar que era mecanógrafa en la Sección de Primera Enseñanza de aquel Organismo. [...] Surtió efecto porque, pocos días después, fueron las milicias con ánimo de llevárselas a Valencia, pero, ante la colocación de tía Carmen, las dejaron» (RHF, T-04373).

74. Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, 4-VI-1937 (IZL, D-1213, 182).

75. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, en EF-370624-2.

76. José María Albareda se encargó, en un primer momento, de obtener un carnet estudiantil para Santiago. Su impresión, en cuanto al éxito, según escribe Isidoro: «no es nada satisfactoria ya que hacen falta avales para garantizar la personalidad de los estudiantes, los que son fiscalizados por los niños de la FUE» (cfr. Carta a los refugiados en la legación de Honduras, del 7-VI-1937, en IZL, D-1213, 187). Al final, José María Albareda se lo encargaría a Tomás Alvira, que fue quien lo consiguió, como se lee en su testimonio: «También obtuve un carnet para tío Santiago en ese mismo Sindicato de la C.N.T., con el cual tenía documentación valedera para andar por la calle» (RHF, T-04373).

77. El 18 de julio escribe el Padre a sus hijos de Valencia: Ayer, por la tarde, con la alegría que podéis suponer, se fue tío Santi a vivir con la abuela. Hacía no sé cuántos meses que no estaban juntos. Yo, muy encantado también: porque me encuentro más suelto (EF-370718-1). Cfr. también Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, del 20-VII-1937 (IZL, D-1213, 226). Santiago Escrivá de Balaguer afirma en su testimonio: «El primero en salir de la Legación de Honduras fui yo. Tomás Alvira me consiguió un carnet de la CNT y otro de un Ateneo Libertario. Y me fui a vivir a la calle de Caracas con mi madre y Carmen. Con mi carnet podía ir con frecuencia a la Legación y visitarles y llevarles cosas. Entraba por la puerta de servicio y no tuve dificultades con los milicianos que hacían guardia» (RHF, T-07921).

Todo fue fruto de la tozudez y de la oración del Padre; y de la obediencia de sus hijos, a los que felicitaba por carta: Estupendo, lo del tío Santi. ¡Qué bueno es obedecer! En cuanto se hizo, a la letra, la gestión que indicaba el abuelo, todo parece que está resuelto. Gracias a D. Manuel (Carta a sus hijos de Madrid, en EF-370714-3).

78. Carta a Pedro Casciaro Ramírez, en EF-370727-3.

79. La primera referencia a las gestiones de los carnets de don Josemaría y de Juan Jiménez Vargas se encuentra en la correspondencia de Isidoro (Carta a los refugiados en la legación de Honduras, 13-V-1937, IZL, D-1213, 151): «Sindicato: Albareda ha hecho gestiones sobre los carnets sindicales; desearía saber si el de Ricardo es conveniente figure también como abogado o como empleado». Y el 17 de junio (EF-370617-1) escribe el Fundador a los de Valencia: Si Eugenio les manda un salvoconducto para ir a Valencia, como los dos tienen en regla su documentación (carnet sindical y carta de trabajo con su fotografía), José y Ricardo irán cuanto antes a Valencia, a prestar sus servicios a la patria (José y Ricardo son el Fundador y Juan).

80. Cfr. Enrique Gutiérrez Ríos, ob. cit., p. 108.

81. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 908; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 136.

82. En vísperas de su salida para Barcelona, Manolo Sainz de los Terreros, gracias a la generosidad de la familia Corchado, vecinos suyos de la calle de Sagasta, obtuvo 3.000 pts. Suma cuantiosa, equivalente entonces, más o menos al sueldo anual de un obrero no especializado. Sobre la ayuda prestada en esa y anteriores ocasiones a las personas de la Obra: cfr. Juan Jiménez Vargas, ibidem, p. 140; también IZL, D-01051 y D-01199.

Sería muy largo detallar todas las gestiones encaminadas a la obtención del dinero necesario para cubrir los gastos que llevaba consigo el paso a la zona nacional. En líneas generales, hay que tener en cuenta que tanto José María Albareda como Tomás Alvira, que estaban en nómina del Estado, aportaron los ahorros procedentes de sus sueldos. El resto —Juan Jiménez Vargas, Manuel Sainz de los Terreros, Pedro Casciaro, Francisco Botella y Miguel Fisac— consiguieron ayudas de sus familias y amigos, tanto en Madrid, como en Valencia o Daimiel. Además, quedaba un resto del capital destinado, desde antes del comienzo de la guerra, a la instalación de la nueva Residencia de Ferraz 16 y la amortización de los primeros plazos de pago del edificio, que no pudo utilizarse por comenzar la guerra. Éstas fueron las fuentes de dinero, que se fue completando con aportaciones puntuales y esporádicas de amigos y conocidos hasta poco antes de emprender la marcha hacia el Pirineo. Con todo, todavía faltó una cantidad de dinero para pagar a los guías de la expedición, que se abonó más adelante, ya finalizada la guerra.

83. José María Albareda consiguió el salvoconducto pidiéndoselo directamente al Subsecretario de Gobernación, hombre de carácter áspero, catedrático de Agricultura y compañero de Instituto, al que no había visto desde antes de la guerra. Bibiano Fernández-Osorio, éste era su nombre, también debía tener su corazón para comprender las razones que asistían a Albareda para ir a Barcelona a ver a su madre, que había perdido el marido y un hijo, asesinados por los milicianos.

Otros avales eran falsificados, como el de Manolo Sainz de los Terreros, que se hizo con papel impreso del director de la cárcel de San Antón, para certificar que tenía que hacer un viaje a Barcelona por necesidades del servicio (Manolo trabajaba como funcionario en esa prisión). Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 137-138.

84. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-371001-1.

85. El documento original: RHF, D-15072.

86. Cfr. AGP, P03 1981, p. 367.

87. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 901.

Sobre la muerte de don Ramón escribiría Isidoro a los de Valencia el 15 de octubre: «Ayer fui a saludar a la familia de Alvarito en tan críticos instantes que presencié la muerte de su padre. Él no puede salir de la casa donde está evacuado pues espera que por mediación de ella puedan seguir al abuelo»: Carta de Isidoro a Pedro Casciaro Ramírez y a Francisco Botella Raduán, 15-X-1937 (RHF, D-1213, 270). La "casa" es el Consulado. Cfr. también Carta a María Dolores Fisac Serna, 15-X-1937; y Carta al Fundador, 17-X-1937 (IZL, D-1213, 271 y 273), notificando al Padre la defunción de don Ramón.

88. Carta de Isidoro a María Dolores Fisac Serna, 9-X-1937 (IZL, D-1213, 268).

89. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 140; y Eugenio Sellés Martí, RHF, T-02012, p. 1.

90. «La nueva importante era que el Padre llegaría al día siguiente, para seguir rumbo a Barcelona» (Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 23). Una brevísima carta que les había escrito desde Madrid, decía: Un saludo, y decirte que mañana, viernes, llegarán a Valencia mis hermanas. Siempre tuyo: Mariano (Carta a Francisco Botella Raduán, en EF-371007-1).

91. La Remonta militar es un establecimiento destinado a la compra, cría y cuidado de los caballos o mulas para proveer al ejército.

92. Cfr. las páginas de introducción del Diario del paso de los Pirineos, en que Juan Jiménez Vargas describe su salida de Madrid el 6 de octubre, llegada a Valencia y posterior salida de Barcelona para recoger a los valencianos que se sumaron a la expedición. La narración del Diario recomienza el 19 de noviembre de 1937 y termina en Andorra, el 10 de diciembre. Durante su estancia en la baronía de Rialp, quienes acompañaban al Padre tenían establecido un turno para escribir los sucesos del día. Este diario se reelaboró al llegar a Andorra, incorporando las breves notas tomadas durante la marcha.

Al año siguiente, estando el Padre en Burgos, pasó a máquina esas hojas manuscritas, dando al Diario el título de "Camino de Liberación". En esta operación, al transcribir el Diario, introduce alguna aclaración o suprime palabras. Algunas de las variantes, como veremos, nos muestran aspectos íntimos de su conducta o vida interior. En otros casos, como cuenta el Padre a Ricardo Fernández Vallespín, hace algún retoque: He tenido el humor de poner a máquina el diario del Camino de Liberación. Naturalmente, he tenido que suprimir frases demasiado gráficas (Carta desde Burgos, en EF-381010-3).

Las hojas manuscritas son 71, y van escritas por las dos caras; las de la transcripción a máquina son 61. Las hojas del Diario se citarán como folios; y las del "Camino de Liberación", como páginas. Ambos originales: en RHF, D-15323.

93. Cfr. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Valencia, en EF-371009-2.

94. Sobre esta anécdota de la documentación de Pedro Casciaro Ramírez, seguimos el diario manuscrito de Juan Jiménez Vargas, en sus primeras páginas: RHF, D-15323; y Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 25.

95. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 910. Ese sacerdote subía a diario a decir misa al piso de Eugenio Selles, donde tenían reservado al Santísimo (cfr. Eugenio Sellés Martí, RHF, T-02012, p. 2).

96. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 141.

97. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 25.

98. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 143; y Álvaro del Portillo, Sum. 909. Con las prisas de abandonar Madrid, tuvieron que encargar a última hora que fuesen al cuarto de la calle Ayala a recoger algunas cosas que dejaban, entre ellas la imagen de la Virgen adquirida en la tienda de marcos y espejos. Parece como que el demonio hubiera descargado su furia contra el cuarto. Cuando fueron Isidoro y Santiago a recoger la imagen se encontraron con que un proyectil había agujereado la fachada, dejando impactos de metralla por toda la habitación. Esa Virgen se guardó en casa de la Abuela. Después el Padre se la regaló a su hermano Santiago y éste se la devolvió más adelante, yendo a parar al cuarto de trabajo del Secretario General de la Obra, en Roma, donde habitualmente trabajaba el Fundador (cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 889; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 143; y Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Barcelona, en EF-371027-1).

99. Carta a sus hijos de Valencia, en EF-370601-1.

100. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Valencia, en EF-371009-2. Ignacio es Isidoro; Lola, doña Dolores; y las "charlas con don Manuel", sus ratos de oración.

101. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 27; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 145.

102. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 27.

103. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 145; Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 4.

104. Sobre los anteriores datos y anécdotas: cfr. RHF, D-15323 y D-15373; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 146-148.

105. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 148.

106. Cfr. Cartas a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Barcelona, en EF-371010-1 y EF-371012-1.

107. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Barcelona, en EF-371013-1.

108. Juan Jiménez Vargas, en "Camino de Liberación" (RHF, D-15323, p. 4), habla de una carta del Fundador enviada a Valencia («la carta es recibida por Paco, que se la llevó a Pedro a la salida del cuartel»). En la correspondencia del Fundador no aparece, sin embargo, dicha carta. Francisco Botella habla también de una carta («por la tarde se recibe una carta del Padre», cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 27).

Son innumerables, en cambio, los indicios de que se trataba de un telegrama, lo cual explica lo que se dice en el citado manuscrito de aquella época: que «llegó Pedro el catorce a Barcelona con el consabido permiso falso». Solamente tratándose de un telegrama se entiende que hubiese recibido inmediatamente noticias de Barcelona: tres días antes que los de Madrid. (La carta del Padre del 13-X-1937 se recibió en Madrid el día 16. En consecuencia, Isidoro pasó instrucciones a todos para que preparasen los documentos para la "evacuación": cfr. Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, 16-X-1937, en IZL, D-1213, 272).

El que se tratase de un telegrama explica también que un texto "telegráfico", confuso para evitar la censura, incitase a la decisión atropellada de desertar del cuartel ante la urgencia del papel recibido.

109. El cambio de residencia en Barcelona y otros detalles de la conversación del Padre con Pedro ese 14 de octubre están reflejados en una nota manuscrita de Pedro Casciaro (cfr. RHF, D-15374).

110. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 28. La pena de prisión mayor en su grado mínimo le imposibilitaba para cualquier ascenso, punto que no iba a robar el sueño al soldado Pedro Casciaro.

111. Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, 21-X-1937 (IZL, D-1213, 276). La situación había variado del 13 de octubre (en que el Padre escribe a Isidoro) al 14 de octubre (en que se entrevista con Pedro Casciaro en Barcelona).

112. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 1.

113. Ibidem, p. 2; también T-04152-III p. 159.

114. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Barcelona, en EF-371020-1. Don Ramón, el padre de Álvaro del Portillo. José Ramón (Herrero Fontana).

115. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 159-160; Rafaela Caballero Alcausa, Vda. de Cornet, RHF, T-00874; y Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 4.

116. Cfr. Joan Marqués i Suriñach, La força de la fe a Catalunya durant la guerra civil (1936-1939), Girona 1987. Ver, especialmente los testimonios de Mn. Vicenç Nolla i Gili, «Per carrers i places», pp. 131-145; de Mn. Adolf Pascual i Arrufat, «L’Esglesia clandestina», pp. 167-195; y de Mn. Ramon Vila i Pujol, «El milicià de Déu», pp. 253-280.

117. Cfr. Antonio Vázquez Galiano, ob. cit., pp. 94-95.

118. Cfr. AGP, P03 1981, p. 596.

119. Sobre la entrevista con Pascual Galbe Loshuertos: Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 161-165; Álvaro del Portillo, PR, p. 1130, y Entrevista..., ob. cit., p. 28. Cfr. también Antonio Vázquez Galiano, ob. cit., pp.95-97. La visita de Tomás Alvira a Pascual Galbe en la Audiencia la fija Juan Jiménez Vargas el 15 de octubre.

120. AGP, P03 1981, p. 597.

121. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 165.

122. Cfr. AGP, P03 1981, p. 598. El Fundador, comenta Mons. Álvaro del Portillo, «siempre rezó por este hombre tan noble, que intentó salvarle la vida. Ofreció muchos sufragios por su alma cuando, más tarde, supo que había muerto en un accidente de automóvil en el sur de Francia» (Álvaro del Portillo, PR, p. 1130).

123. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 169.

124. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 28; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 177; Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, 29-X-1937 (IZL, D-1213, 280).

125. Cfr. La Vanguardia, Barcelona, del 24-X-1937.

126. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 170, y T-04152-IV, p. 2.

127. Cfr. ibidem, T-04152-III, p. 171.

128. Cfr. Antonio Vázquez Galiano, ob. cit., p. 93.

129. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 176. Lo de los "billetes buenos" era de conocimiento universal. El gobierno de Burgos había anunciado por Radio Nacional las emisiones que serían canjeables al acabar la guerra (cfr. Pedro Casciaro Ramírez, Soñad y os quedaréis cortos, Madrid 1994, p. 99; y Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, 15-XI-1937, en IZL, D-1213, 286).

130. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 178. De acuerdo con las instrucciones recibidas del Padre en carta del 13 de octubre, desde Barcelona, Isidoro escribía a Lola Fisac sobre los preparativos para sacar a su hermano Miguel de allí y llevarlo a Madrid. Cfr. Carta de Isidoro a María Dolores Fisac Serna, 19-X-1937 (IZL, D-1213, 274). Juan se adelantó a esos planes, y se llevó a Miguel, con Pedro y Paco, a Barcelona.

131. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 29.

132. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 181; Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 30.

133. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Barcelona, en EF-371030-1.

134. El gobierno republicano se trasladó a Barcelona con el objetivo de consolidar y aumentar su autoridad en Cataluña, algo que desagradó profundamente a las autoridades de la Generalitat. Pese a todo, la limitación del autogobierno, la reclamación de un trato preferente por parte de las autoridades recién llegadas, y la requisa de domicilios no fueron las consecuencias más molestas del traslado: «El traslado del gobierno a Barcelona en noviembre de 1937 exacerbó las discordias entre autoridades centrales y regionales en materia de orden público.» «(…) la queja más sentida en todas las capas sociales de Cataluña era el terror omnipresente del SIM y sus tribunales especiales así como del aparato policial controlado por los comunistas». Burnet Bolloten, ob. cit., pp. 913-917 y 861. El SIM era el servicio de contraespionaje del Ejército Popular y estaba controlado por Alexander Orlov, nombrado por Stalin jefe en España de la NKVD (luego KGB) soviética. Su temible policía actuó con métodos brutales en todos los ámbitos de la zona republicana. Cfr. ibidem, pp. 897-912.

135. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., pp. 91 y sigs.; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 183.

136. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 161, 183-187; Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 32.

137. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Barcelona, en EF-371106-1.

138. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 32; Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., pp. 99-101.

139. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit, pp. 100-101.

140. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 184.

141. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 31.

142. Donde se decía:

«SALVOCONDUCTO

Se autoriza a JOSE ESCRIBA ALBESA para realizar viaje Lérida y regreso... en plazo de treinta días, para resolver asuntos familiares...

Madrid 5 de Octubre de 1937.»

Se leía después de la añadidura:

«para realizar viaje Lérida y regreso Oliana (Lérida) y regreso. Barcelona y regreso. En plazo de treinta días para resolver asuntos familiares y comerciales.

Madrid 25 de Octubre de 1937» (RHF, D-15125).

Cfr. también Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 183, y T-04152-IV p. 3. Los añadidos a máquina hacían aún más ambigua la interpretación del texto; el mencionar el pueblo de Oliana, por donde iban a pasar, justificaba su presencia en aquella zona, si es que les pedían la documentación; en fin, el ampliar la razón del viaje con asuntos «comerciales», hacía entrar en juego su documentación como Intendente del Consulado de Honduras.

143. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 32; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 172.

144. Carta a María Dolores Fisac Serna, desde Barcelona, en EF-371119-1.

145. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, pp. 156 y 158.

146. Cfr. Rafaela Caballero Alcausa, Vda. de Cornet, RHF, T-00874.

147. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., pp. 102-104; Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 32.

148. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 2.

149. Para el paso a Francia, a través del Pirineo, desde la perspectiva de Tomás Alvira, vid. cap. VI, «Un hito histórico», de Antonio Vázquez Galiano, ob. cit., pp. 89-106.

150. Hay un relato extenso de la evasión de José María Albareda a Francia, por los Pirineos, en Enrique Gutiérrez Ríos, ob. cit., p.118-134.

151. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 34; Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 107.

152. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 106.

153. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 4.

154. Carta a María Dolores Fisac Serna, desde Barcelona, en EF-371118-1.

155. Manuscrito adjunto al Diario del paso de los Pirineos: "Camino de Liberación", en RHF, D-15323.

156. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 107; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 5.

157. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 36; Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., pp. 108-109.

158. RHF, D-15323.

159. La iglesia de Pallerols, por sus reducidas dimensiones, bien pudiera parecer una ermita, pero era la iglesia parroquial, dedicada a San Esteban. (Se usa indistintamente, según las fuentes: Pallerols o Pallarols, en su forma catalanizada o castellanizada). En el acta de consagración de la Catedral de Urgel, del año 839, se menciona dicha iglesia. La edificación existente en 1937 era de planta rectangular y había sido construida a finales del siglo XVIII, ampliando y seccionando, probablemente, las dos naves de la primitiva iglesia románica. Tenía anexa una casa rectoral que comunicaba con la sacristía, por medio de una escalera que corría por detrás del presbiterio (cfr. RHF, D-15369).

160. La impresión de Pedro Casciaro era la de encontrarse en «una especie de horno»; y la de Francisco Botella que, aquel espacio, era semejante «al horno de la casa de campo de mi abuelo» (cfr.: Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 110; Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 35).

161. El 24 de agosto de 1934 llegó a Pallerols, como rector, mosén Joan Porta Perucho, ordenado en 1931 y destinado entonces como vicario a Peramola. En 1977 continuaba atendiendo Pallerols y otros lugares vecinos, casi despoblados. Según informa mosén Joan, en 1934 vivía en la rectoría adosada a la iglesia y cerca de ella existía una escuela nacional dotada con un maestro y alguna casa de payeses en las proximidades. Su parroquia se componía de 25 familias en masías bastante dispersas.

El día de Santiago, 25 de julio de 1936, aún celebraron solemnemente en la parroquia la festividad del patrono de España. Pero unos días después aparecieron grupos de milicianos que quemaron los libros parroquiales y las ropas talares que encontraron. Un mes más tarde volvieron y destrozaron altares, imágenes y retablos, haciendo una buena hoguera fuera de la iglesia (cfr. RHF, D-05429 y D-15369).

162. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 38.

163. Ibidem.

164. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 110. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 913.

165. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 38.

166. Cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 913. Cfr. también Ernesto Juliá Díaz, Sum. 4244.

167. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 39; cfr. también Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 111. Uno de los cinco altares de la iglesia estaba dedicado a Nuestra Señora del Rosario (Mare de Déu del Roser). La devoción a la Virgen era antigua en Pallerols, pues ya aparece mencionada en las actas de visitas pastorales (en la visita de 1575 se dice que «fou visitat lo altar de Nª Señora, que es de devotio», esto es, sin rentas; y en la visita de 1717 se menciona una Cofradía del Rosario, existente en Pallerols). Cfr. Actas de visitas pastorales —Reg. 32, fol. 88 — Archivo Episcopal de Urgel.

La imagen y el altar de la Virgen del Rosario fueron quemados en 1936. No recuerda exactamente mosén Joan Porta cómo era la imagen, salvo que era muy parecida a la de la Virgen del Rosario del Puig, una talla de principios del s. XVII de poco menos de un metro de altura, de madera estofada y con una rosa simbólica en la mano derecha (cfr. RHF, D-05429; D-15369).

En la visita pastoral de 1758 se anota en el libro de registros del Archivo Episcopal de Urgel (Reg. 111, sin foliar): «Pallerols. — Altares: A mas del altar mayor tiene dicha parroquial otra capilla tan grande como la misma parroquial, con su altar bajo la advocación de la Virgen del Rosario, la que está decentemente adornada de ara, cruz, candeleros y demás prerrequisitos» (cfr. ibidem). Todavía en 1980 recordaban los vecinos de Pallerols que el altar de la Virgen del Rosario tenía un retablo en el que la imagen de la Virgen estaba rodeada de rosas (cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 7).

168. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 7.

169. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 112.

170. AGP, P03 1978, pp. 254-255; y P03 1982, pp. 27-28. Y en otra ocasión les decía: Cuando estaba comido de preocupaciones, ante el dilema de si debía pasar, o no, durante la guerra civil española, de un lado a otro, en medio de aquella persecución, huyendo de los comunistas, viene otra prueba externa: esa rosa de madera. Cosas así: Dios me trata como a un niño desgraciado al que hay que dar pruebas tangibles, pero de modo ordinario (Meditación del 14-II-64).

Hay un pormenor curioso, que no debe pasarse por alto. Al copiar a máquina el Diario de esos días — "Camino de Liberación"; RHF, D-15323—, el Fundador agrega en una hoja suelta y, de su puño y letra, estas dos palabras: (falta diario). Efectivamente, en el manuscrito, en el folio 17, el cronista de turno —en este caso Pedro Casciaro— cierra la narración del desayuno en Vilaró anotando la hora: «9 y cuarto del 21 de noviembre de 1937. — P». La continuación dice: — «Lunes 22 nov. El día amaneció nublado», etc. Falta, pues, precisamente, la narración de lo sucedido ese domingo 21 de noviembre y la noche del domingo al lunes. Y sobre ello llama calladamente la atención el Fundador con ese lacónico falta diario.

171. Apuntes, n. 1440. La anotación cobra sentido en cuanto está asociada a la catalina anterior, en que se dice:

Entonces, con moción interior que coaccionaba mi voluntad, le dije al Señor: "si estás contento de mí, haz que encuentre algo", y pensé en una flor o adorno de madera de los desaparecidos retablos. Volví a la iglesia (estaba en la sacristía), miré por los mismos sitios donde había mirado antes..., y encontré en seguida una rosa de madera estofada. Me puse muy contento y bendije a Dios, que me dio aquel consuelo, cuando estaba lleno de preocupación por si estaría o no Jesús contento de mí (ibidem, n. 1439, del 22-XII-1937).

La historia de aquella prueba terrible, si no en detalle sí en sustancia, la refirió muchas veces el Fundador a Mons. Álvaro del Portillo. Ante la duda pidió al Señor, por intermedio de la Virgen, una prueba palpable, una rosa, que pronto encontró en la iglesia (cfr. Álvaro del Portillo, Sum. 913).

172. Cfr. Diario — 22 de noviembre, RHF, D-15323, f. 18v, p. 16; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 8.

173. Cfr. Diario — 23 de noviembre, RHF, D-15323, f. 21, p. 17. «La Misa —escribe Tomás Alvira— era dialogada. No olvidaré nunca aquellos Santos Sacrificios: por templo el bosque; el celebrante con el máximo recogimiento, muy despacio; se le veía poner su alma entera y todo su amor en aquello que hacía y sobre todo en el momento de la Consagración. Cientos de pájaros, al despertar con los primeros rayos del sol, cantaban sin cesar y ayudaban a dar encanto a las Misas del Padre en el bosque de Rialp. Siempre dejaba una Forma consagrada, que era guardada con gran recogimiento por alguno del grupo». Cfr. Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 7.

Mosén Josep Lozano i Eritjà, rector de Biscarri, había sido nombrado ecónomo de Peramola en marzo de 1936 y, junto con su hermano mosén Joaquim, vivía escondido en una pequeña "barraca" cerca de Pallerols. Mosén Josep fue asesinado por unos soldados del ejército republicano, en retirada, el 24 de enero de 1939. Cfr. Jesús Castells Serra: Martirologi de l'Esglesia d'Urgell (1936-1939), La Seu d'Urgell 1975, p. 104. Mosén Joan Porta Perucho, como ya se ha dicho, era Regente de Pallerols. Cfr. ibidem, p. 331.

174. Cuartilla manuscrita por don Josemaría Cfr. Diario, RHF, D-15323, f. 20v, p. 17. D.O.G. (A Dios toda la Gloria).

175. Diario — 19 de noviembre ("Camino de Liberación"), RHF, D-15323, f. 12, p. 13.

176. Carta de Isidoro a los refugiados en la legación de Honduras, 24-XI-1937 (IZL, D-1213, 289). Como se ve por la correspondencia de Isidoro en los meses de noviembre y diciembre de 1937, en Madrid quedaban Isidoro Zorzano (que hacía cabeza en ausencia del Padre), José María González Barredo y Álvaro del Portillo (en el Consulado de Honduras), Vicente Rodríguez Casado (en la Legación de Noruega), Miguel Bañón Peñalba (que vivía con su madre) y Eduardo Alastrué Castillo (que de momento vivía en una pensión de Madrid, sin salir a la calle).

Enrique Espinós Raduán, primo de Francisco Botella Raduán, que estaba pasando una crisis por la muerte de su padre, prestaba servicio militar fuera de Valencia. Rafael Calvo Serer, destinado a las Brigadas Internacionales, estaba entonces hospitalizado, a consecuencia de una úlcera; y José María Hernández Garnica (Chiqui), hacía el servicio militar en Baza (Granada).

177. Pedro Casciaro Ramírez, RHF, T-04197, p. 23; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 9.

178. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 123.

179. Cfr. Diario — 25 de noviembre, RHF, D-15323, f. 27v, p. 22.

180. Cfr. ibidem — 23 de noviembre, f. 22v, p. 19.

181. Cfr. Apuntes, n. 1440, del 22-XII-1937; y Diario — 26 de noviembre, RHF, D-15323, f. 31, p. 25. El arcipreste de Pons era Mn. Nicolau Auger Ortodó (1865-1942). Cfr. Jesús Castells Serra, ob. cit., p. 311.

182. Diario — 26 de noviembre, RHF, D-15323, f. 33v, p. 27.

183. La provincia de Lérida está repartida en tres diócesis, Lérida, Urgel y Solsona. El número de sacerdotes seculares incardinados en la diócesis de Lérida en 1936 era de 410. El número de víctimas fue de 270, esto es, un 66 %; en la diócesis de Urgel (donde estaba Pallerols), los sacerdotes incardinados eran 540, siendo el número de víctimas 109, esto es, un 20 %; y en la de Solsona, 380, siendo asesinados 60 sacerdotes, un 15’5 % (cfr. Antonio Montero, ob. cit., p. 764, y Jesús Castells Serra, ob. cit., pp. 304-305).

184. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 1.

185. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, pp. 10-11.

186. Diario — 27 de noviembre, RHF, D-15323, f. 33v, p. 27.

187. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 42. Verdad es, pero hay más. En este caso, Juan fue instrumento providencial para sostener al Padre.

188. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 11.

189. Cfr. José Boix Oste, RHF, T-01440; Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 44.

190. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., pp. 116-117.

191. José Boix Oste, RHF, T-01440.

192. Antonio Dalmases Esteva, que es la persona de quien se trata, llevaba consigo un diario, que tituló: «Diario de mi huida de la zona roja, noviembre-diciembre de 1937»; el original, en RHF, T-08246; cfr. Apéndice XVIII. Este joven estudiante, como casi todos los que iban en la expedición, salvo el grupo del Padre, que no llevaba más que una bota de vino azucarado y una botella de coñac, iban provistos de vituallas. (La botella, por cierto, se rompió en la Ribalera después de la misa, cuando el Padre quería invitar a un trago a los asistentes). Del joven catalán se cuenta la anécdota de que llevaba una fiambrera repleta de patas de pollo. Chico inteligente, comentaba el Padre. Había descubierto el cruce del pollo con el ciempiés. Por "el chico del ciempiés" le conocían.

193. Diario 28 de noviembre, RHF, D-15323, f. 37v, p. 29.

194. Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 8; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 12; Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 118.

195. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 16.

196. Diario — 28 de noviembre, RHF, D-15323, f. 41, p. 31; cfr. también Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 8.

197. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 18.

198. Cfr. Diario — 29 de noviembre, RHF, D-15323, f. 42, p. 31.

199. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 18.

200. "No he venido a ser servido, sino a servir" (cfr. Mt 20, 28).

201. «El Padre cuenta sus caídas: ¡son muchas, muchas!», se lee en el manuscrito. A lo que añade el Padre al Diario en este punto: recibidas siempre con buen humor: ¡¡veintiséis!!, ¡¡veintinueve!!... Las vamos contando. «Pensando en nuestra labor, que se avecina, se lleva con tranquilidad y alegría. Pero es una paliza fuerte», se lee a continuación en el Diario. (Diario —manuscrito y pasado a máquina—, 29 de noviembre, RHF, D-15323, f. 44v, p. 36). Tan grabada se le quedó aquella subida que, estando por los años cuarenta en La Pililla (Piedralaves), una casa a las faldas de un monte, decía a Paco Botella: Desde aquella subida, Paco, se me han ido las ganas de andar por el monte (Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 46).

202. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 20.

203. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 123.

204. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 20.

205. Diario — 30 de noviembre, RHF, D-15323, f. 45, p. 37.

206. Cfr. ibidem; también Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-V, pp. 4 y sigs.

207. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 122; Diario — 30 de noviembre, RHF, D-15323, f. 44v, p. 36.

208. Cfr. Diario, ibidem.

209. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 17.

De la noche del 29-30 de noviembre, escribe el cronista del Diario: «El Padre esta jornada no duerme nada»; al transcribirla a máquina ("Camino de Liberación"), el Padre suprime lo de «esta jornada», con lo que la frase queda aún más áspera: «el Padre no duerme nada», como queriendo significar que el desvelo se prolonga. En efecto, la noche siguiente también la pasa en vela: «El Padre no duerme», dice el Diario (cfr. "Camino de Liberación", RHF, D-15323, f. 44v, p. 35 y f. 46, p. 39).

210. Parece ser que Pedro Casciaro sí que se dio cuenta de ello: «apenas dormía, cuando descansábamos en aquellos corrales y cuevas —testimonia—; y yo adivinaba que hacía todo aquello para mortificarse y para rezar más. Todo esto, al mismo tiempo que me conmovía, no acababa de entenderlo y, por el cariño que le tenía, hubiera querido impedirlo» (Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 122).

211. Ibidem.

212. Diario, RHF, D-15323, f. 47v, p. 40.

213. Cfr. Diario, ibidem, f. 50, p. 43; y Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, pp. 11 y 29.

214. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 125.

215. El ayuno litúrgico para poder recibir la comunión comenzaba a la medianoche antecedente. Los expedicionarios habían tomado azúcar por la noche, y comido de madrugada junto a la hoguera, así es que desayunaron al llegar al pueblo.

216. Luis Pujol Tubau, RHF, T-00675, p. 2; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 30. Luis Pujol Tubau, ecónomo-arcipreste de Andorra la Vieja desde 1930, tenía entonces 36 años y había sido ordenado en 1925.

217. Carta, en EF-371202-1.

218. Diario, RHF, D-15323, f. 51v, p. 45.

219. Cfr. Diario, ibidem, f. 52, p. 45; Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 126. El referido telegrama decía: Javier Lauzurica. Obispo Vitoria. Le recuerdo en el día de su santo. Llegué evadido ayer con ocho míos. Salimos mañana San Juan de Luz. José María Escrivá (en EF-371203-02).

220. Carta a Isidoro Zorzano Ledesma, desde Andorra, en EF-371203-1.

221. Diario, RHF, D-15323, f. 54, p. 47.

222. Cfr. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-III, p. 165.

223. Cfr. Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 53.

224. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., p. 126; Diario, RHF, D-15323, f. 63v, p. 54.

225. Diario, RHF, D-15323, f. 64v, p. 55.

226. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., pp. 126-127.

227. Diario, RHF, D-15323, f. 65, p. 55.

228. Apuntes, n. 1463, del 2-I-1938.

229. Cfr. Diario, RHF, D-15323, f. 59, p. 50.

230. Diario, ibidem.

231. Evidentemente esta "rebeldía" hay que datarla en los años en que Fernando de los Ríos fue Ministro de Instrucción Pública, es decir, entre diciembre de 1931 y julio de 1933. Desde el comienzo de la guerra, los problemas de Mons. Justino Guitart, obispo de la Seo de Urgel, eran de otra naturaleza: el 23 de julio de 1936, tuvo que abandonar España, refugiándose en Andorra. En este principado permaneció hasta el 13 de agosto, fecha en que partió para Francia, pues peligraba su vida (cfr. Jesús Castells Serra, ob. cit., pp. 265-267).

232. Luis Pujol Tubau, RHF, T-00675, p. 5; cfr. Diario, RHF, D-15323, f. 66v, p. 57.

233. Apuntes, n. 1463.

234. Cfr. Apuntes, nota 1064, de Mons. Álvaro del Portillo.

235. Cfr. Diario, RHF, D-15323, f. 69, p. 58.

236. Cfr. Diario, RHF, D-15323, f. 71, p. 61; Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 53.

237. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, ob. cit., pp. 128-129; Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 32.

238. Cfr. Pedro Casciaro Ramírez, RHF, T-04197, p. 50; cfr. también Francisco Botella Raduán, RHF, T-00159/1, p. 54; Tomás Alvira Alvira, RHF, T-04373, p. 10; Álvaro del Portillo, Sum. 915.

239. Juan Jiménez Vargas, RHF, T-04152-IV, p. 33.