Vincenzo dirige una empresa que confecciona y monta cortinas para diversos clientes: particulares, hoteles, bares, restaurantes, etc. Entre las tareas que Vincenzo y sus hijos realizan está, por ejemplo, el acolchado de camas o la fijación de alfombras: "Cuando trabajas en este negocio debes estar en continua adaptación -explica Vincenzo-; nosotros no nos centramos solo en una tarea, sino que procuramos llegar a todo lo que entre en el campo de la industria textil".
"Cuando trabajas en este negocio debes estar en continua adaptación"
Vincenzo suele trabajar ahora en el taller, junto con su esposa, un hijo y dos empleados que se dedican exclusivamente a la costura. Otros dos hijos se encargan de ir donde los clientes y al lugar donde se hace el montaje.
Un momento de prueba
En los años noventa, Vincenzo era jefe de producción de una empresa. Profesionalmente, las cosas iban bien. Sin embargo, la situación se torció de repente: "Cuando esperábamos el cuarto hijo, perdimos 200 millones de liras por un trabajo que salió mal. Cierta persona me dijo que tener un hijo en esas condiciones económicas sería imprudente. En aquella época, solo iba a misa de vez en cuando, pero me vino el impulso de acudir a Dios y especialmente a la Virgen. Recuerdo que, cuando falleció mi padre siendo yo pequeño, también me encomendé a Dios".
Vincenzo y su familia lograron superar ese momento difícil. "En esos días duros -continúa Vincenzo- comencé un camino de conversión, con muchas caídas, pero sin parar nunca. En 2007, comprendí que el Señor me llamaba al Opus Dei y pedí ser admitido como supernumerario".
Trabajar por amor, no solo por honor
Mi conversión empezó con cosas básicas, como no maldecir
La conversión, que comenzó en un momento de crisis, y la vocación a la Obra, que fue como un paso más dentro del camino, transformaron la vida profesional de Vincenzo: "Empecé con cosas básicas, como no maldecir, una costumbre típica de muchos artesanos y obreros -cuenta Vincenzo-; por otro lado, también me esforzaba por que mi relación con la gente fuera más positiva, más agradable, y notaba que el Señor me ayudaba. Ahora me es más fácil y me gusta acoger a los que vienen a la empresa a trabajar como aprendices, y procuro invertir en su formación, aunque no esté seguro de los frutos que dará tal inversión".
En una pared del taller de Vincenzo, hay colgada una poesía de Charles Peguy que dice así: "Hubo un día en que los trabajadores no eran siervos. Trabajaban. Cultivaban un honor, un honor absoluto, como corresponde a un honor. La pata de una silla tenía que estar bien hecha. Era natural, era lo que se buscaba. No tenía que estar bien hecha por el salario [...]".
"Me gusta este poema, pero sobre todo me gusta sustituir la palabra honor por amor. Este es el sentido de mi vocación, hacer las cosas por amor - explica Vincenzo -; si no hubiera amor, el trabajo del empresario artístico sería como una condena. Piensa en el final de mes: pagos, sueldos, prácticas, letras de cambio, clientes que no pagan... Sin embargo, para mí todo esto son oportunidades de amor. Incluso aunque a veces pierda la paciencia".
"Si no hubiera amor, el trabajo del empresario artístico sería como una condena"
La fe entre los artesanos
Como ocurre con otros muchos ambientes de trabajo, la artesanía ha sufrido un proceso de descristianización: "Durante un tiempo, quedaba con un colega a las 7:30 de la mañana para ir con él a ver una obra. Quedábamos frente a una iglesia, así podía ir a misa a las 7:00. Mi colega no sabía al principio que se podía ir a misa los domingos, y mucho menos que se podía asistir todos los días. Un día decidió venir también, sin decirme nada. En otra ocasión le sugerí que rezara el rosario en el viaje de ida. Con el tiempo, nació en él el deseo de profundizar en la fe cristiana e inició un camino de formación espiritual. Seguimos discutiendo por cuestiones laborales, pero cada año en mayo hacemos una romería juntos".
"Siempre que hablo con mis colegas sobre temas de fe -comenta Vincenzo- trato de explicarles que la cuestión no es hacer una oración vocal extra o ir a misa todos los días, sino vivir tratando de que Cristo viva en ti. Intento repetir a menudo lo que decía san Josemaría: No soy nada, no valgo nada, no tengo nada".
La oración diaria es un elemento muy importante dentro de la vida de Vincenzo: "Cada etapa de la vida interior tiene sus retos: hace unos años, me costaba menos levantarme para ir a Misa por la mañana, ahora me cuesta más. Pero no me imagino a mí mismo renunciando a la Misa o a la oración: necesito hablar con Dios para tomar incluso decisiones laborales. Para mí, el Señor es el socio más importante de la empresa".