Los comienzos y el desarrollo de la Obra en Chile

El noveno capítulo del flamante libro “Gentes, escenarios y estrategias. El Opus Dei durante el pontificado de Pío XII, 1939-1958” está dedicado a nuestro país. Y las dos autoras cuentan cómo lo hicieron.

La Alameda Bernardo O'Higgins en el Santiago de 1950.

Chile es uno de los países protagonistas del volumen, que ya está en las librerías. El texto reúne los trabajos de académicos de diferentes nacionalidades que han investigado la historia de la primera expansión del Opus Dei por once países europeos y americanos durante las décadas centrales del siglo XX. Los estudios muestran las facetas más significativas del sorprendente desarrollo alcanzado por la Obra durante los años previos al Concilio Vaticano II; la variedad de las personas que se acercaron a la institución, y algunos acontecimientos más extraordinarios, por ejemplo, la invitación de la Santa Sede para evangelizar la prelatura de Yauyos, una región escasa de clero en la sierra andina peruana.

El Istituto Storico (Roma) y el Centro de Estudios (Universidad de Navarra), ambos sobre San Josemaría Escrivá de Balaguer, han publicado Gentes, escenarios y estrategias. El Opus Dei durante el pontificado de Pío XII, 1939-1958, editado por Santiago Martínez y Fernando Crovetto.

En el capítulo noveno, María Luisa Harrison, doctora en Historia de la Universidad de los Andes, y María Paz Valdés, magister y doctoranda en Historia también de uandes, concentran su atención en el apostolado de los hombres y las mujeres que vinieron a Chile entre 1950 y 1957 para dar a conocer el Opus Dei: la prehistoria de la llegada de don Adolfo Rodríguez Vidal, su asentamiento en el país y el crecimiento que tuvo la labor masculina; el arribo de las mujeres y su despliegue organizacional.

“Servir a la Iglesia, como la Iglesia quiere ser servida”: en esta frase resumía san Josemaría la razón de ser del Opus Dei. Y el marco referencial de la nueva publicación es el papado del venerable Pío XII, que gobernó la Iglesia de 1939 a 1958, impulsando la recristianización de la sociedad. El rezaba todos los días por la Obra. Del fundador comentó: “Es un verdadero santo, un hombre enviado por Dios para nuestro tiempo”, y tenía en su velador el ejemplar de Camino que don Alvaro del Portillo le había regalado en 1943.

Dedicatoria del Papa Pío XII: “A Nuestro amado hijo José María Escrivá de Balaguer, Fundador de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei, con una bendición especial. 28 junio de 1946”. Cinco días antes, san Josemaría había viajado por primera vez a Roma.

Nada sin el obispo

El entrecruzamiento de personas y circunstancias ilumina los escenarios. Pío XII tenía la costumbre de consagrar obispos a algunos sacerdotes jóvenes muy calificados y uno de los últimos que escogió antes de morir fue el polaco Karol Wojtyla (38 años), el mismo que, convertido en Juan Pablo II, daría al Opus Dei su configuración jurídica definitiva (1982), beatificaría al fundador de la Obra (1992) y lo canonizaría (2002).

Nihil sine episcopo, nada sin el obispo, era también un comentario frecuente de san Josemaría. La venida del Opus Dei a Chile no fue la excepción. Y las historias se entrecruzan. Seis meses después de ser elegido Papa, Pío XII designa como arzobispo de Santiago a José María Caro, y uno y otro ejercen en el mismo periodo, de casi veinte años.

En 1947 el presbítero Raúl Pérez-Olmedo, vice-asesor de la Acción Católica en Chile, acompañó al obispo de La Serena, mons. Alfredo Cifuentes, quien iba a Roma en visita ad limina a Pío XII. Por recomendación de monseñor Giovanni Battista Montini ‒cercano colaborador del Papa en la Secretaría de Estado y futuro Pablo VI‒, Pérez-Olmedo acudió a Madrid para conversar con san Josemaría sobre la administración de una residencia para estudiantes universitarios de provincia en Santiago. Y en la Comisión Regional del Opus Dei en España, pidió que la Obra viniera a Chile, comprometiéndose a ceder una residencia para que pudieran administrarla.

Entre los participantes en esas conversaciones, se encontraba el ingeniero naval Adolfo Rodríguez, quien todavía no era sacerdote. Dos años después, san Josemaría le preguntaría: “¿Te atreverías a ir a Chile?”.

Repositorio de don Adolfo

En marzo de 1950, ordenado presbítero y ya en su segunda patria, don Adolfo fue invitado por el cardenal Caro a vivir el primer mes en el palacio arzobispal de Santiago. El prelado le presentó a autoridades y profesores de la Universidad Católica, a matrimonios participantes en la Acción Católica y a otras familias, que cooperaron en el desarrollo de la labor de la Obra en el país.

Tres meses después, el 16 de junio, Pío XII otorgó la aprobación definitiva al Opus Dei como Instituto de Derecho Pontificio. Y ese mismo día, don Adolfo celebró la Santa Misa por primera vez en un centro de la Obra chileno.

Las historiadoras Harrison y Valdés muestran los desafíos de comenzar en un lugar lejano y desconocido –el fin de la tierra–, y la importancia del contexto religioso y social chileno en el surgimiento de las primeras iniciativas apostólicas. El Opus Dei se va extendiendo y poco a poco trasciende su mensaje de santificación del trabajo y de la vida cotidiana.

Ellas venían familiarizándose con el tema desde 2014. Entonces se abocaron, en el Instituto de Historia de la Universidad de los Andes, a organizar un repositorio que agrupara la documentación existente sobre don Adolfo, el sacerdote que empezó el trabajo de la Obra en nuestro país, y que ya se encuentra en proceso de beatificación. Ese archivo sirvió como base para un segundo repositorio digital, el Opus Dei Chile, que resguarda más de 155 testimonios y entrevistas. Ambos fueron aportes documentales inéditos para revivir la historia.

Mons. Jose María Caro, cardenal de Santiago, acogió en su casa a don Adolfo Rodríguez a su llegada a Chile en 1950 (a la izquierda). En 1988 el Papa san Juan Pablo II nombró obispo de Los Ángeles a don Adolfo.

Liga de Damas Chilenas y Academia de Guerra

En su investigación, las profesionales emplearon además fuentes externas. María Paz hace una advertencia de entrada. “Antes de escribir el capítulo nos dimos cuenta que la gran mayoría de los escritos aborda la historiografía sobre el Opus Dei desde una perspectiva muy política e ideologizada, sobre todo en España con Franco y en Chile con Pinochet. Las investigaciones tomaron esta arista, con malas interpretaciones teológicas del mensaje de la Obra. Lamentablemente se ha creado esta vinculación imaginaria –un mito interesado– de que el Opus Dei es solo de derecha y la más derecha de las derechas. Y en la realidad de los hechos su mensaje es perfectamente compatible con lo que cada uno piensa en materias opinables y con las diversas posturas políticas. Si vamos a hacer un trabajo académico serio, hay que partir por el principio”.

Las primeras cuatro numerarias de la Obra llegaron al país en 1953, y ya al año siguiente dieron comienzo a la Escuela de Hogar y Arte Lar, que tenía su biblioteca, a la cual contribuyó la Liga de Damas Chilenas donando unos cuantos volúmenes.

La utilización de fuentes complementarias también les significó importantes hallazgos. En la parte relativa a las mujeres, por ejemplo, trabajaron con las actas de la Liga de Damas Chilenas, que donó una cantidad de libros a la biblioteca de la Escuela de Hogar y Arte Lar, primera iniciativa apostólica de las mujeres de la Obra en el país. Y de don Adolfo descubrieron las actas de los cursos que impartió en la Universidad de Chile. Los que fueron sus alumnos en la Academia de Guerra recuerdan que les sorprendía que el sacerdote no les hablara de teología en clase y que se manejara muy bien en materias complejas de ingeniería. Su formación universitaria fue una valiosa herramienta que aprovechó para el apostolado y la residencia que abrió al mes de su llegada, en Alameda Bernardo O’Higgins 2138, con un grupo de estudiantes que atendía el pbro. Pérez-Olmedo.

Él no recibía remuneraciones por su ministerio sacerdotal y la labor apostólica. Y para solventar los gastos de los comienzos, explicaba diferentes materias de ingeniería naval, su profesión civil, en las universidades Catolica y de Chile y otros establecimientos de enseñanza superior. A María Luisa le impresiona su capacidad de trabajo, “impactante. No tenía escapatoria. Si no, ¿cómo sacaba todo adelante? Viene a un país con el que no está familiarizado y se hace cargo de universitarios que no conoce”.

Los números y las fechas permiten hacerse una idea bastante exacta de cómo confluyeron en Chile las gentes, los escenarios y las estrategias. El primer numerario, Francisco Santa María, llegó de España un año y tres meses después que don Adolfo, y algo mas tarde José Enrique Diez. El segundo sacerdote, don Francisco Martí, en 1953. Las primeras cuatro numerarias de la Obra vinieron al país en ese mismo año: Dorotea Calvo, María Patrocinio Ylarraz, Rosario Gómez Antón y Petra Angulo, que en 1954 dieron comienzo a la Escuela de Hogar y Arte Lar. “Sin duda ninguna, fueron hombres y mujeres profundamente convencidos de la fuerza y belleza del mensaje que tenían entre manos”, como apunta Santiago Martínez, uno de los editores del nuevo libro.

Los supernumerarios toman la delantera

Los datos duros de la monografía son elocuentes. Muy pronto surgieron las primeras residencias universitarias de hombres y mujeres, que resultan determinantes para la expansión inicial. Las vocaciones chilenas de personas casadas fueron por delante: en 1953 pidieron su admisión el primer supernumerario y la primera supernumeraria, Eduardo Infante y María de la Luz Tezanos-Pinto, que eran marido y mujer. Al año siguiente se incorporaron los primeros cuatro numerarios chilenos, todos universitarios, Juan Cox, José Miguel Ibáñez, Pablo Vial y Francisco Baeza; en 1955, Fernando Jacobelli y Eugenio Zúñiga. Las dos primeras numerarias chilenas son igualmente de ese año, María Elena Wielandt y María Angélica Yrarrázaval. Y cada decisión era un acto de profunda fe y entrega.

Don Adolfo Rodríguez durante un retiro espiritual en la casa de ejercicios San Francisco Javier, que predicó en 1951 a algunos estudiantes de la primera residencia de la Obra en Chile, la cual abrió al mes de su venida en Alameda Bernardo O’Higgins 2138.

¿Factores determinantes del vertiginoso desarrollo? María Luisa no duda en afirmar: “Considerando las dificultades que debió enfrentar, la figura de don Adolfo fue muy bien escogida”. Para María Paz, la novedad del mensaje incidió con fuerza: “En esa época no había un modelo alternativo en lo religioso. Los caminos a la santidad eran ser sacerdote o fraile o monja de convento. Si tú no te dedicabas a eso, buena suerte, nos vemos en el juicio final. El catolicismo era ampliamente femenino y a las mujeres les parece espectacular lo que propone el Opus Dei. El mensaje de la Obra confirma el horizonte personal y abre a una nueva vocación, la de numeraria, que vive el celibato en medio del mundo. Por otro lado, el matrimonio también aparecía como santificable. Se podía estar casada, tener hijos e ir a Misa, y hacer otras cosas que cooperaban al desarrollo espiritual, de ellas, sus maridos, sus familias. Todo resultaba original y atractivo”.

No dejó de incidir el que las primeras numerarias que llegaron habían estudiado una carrera universitaria y fueran profesionales. “La Obra alentaba a la mujeres a estudiar, a desarrollarse intelectualmente –hace ver María Paz–. Y este mensaje calza muy bien con lo que se estaba viviendo en Chile. El Decreto Amunátegui, dictado por el presidente Aníbal Pinto en 1877, había autorizado a las mujeres a cursar estudios universitarios. Una combinación win-win, muy virtuosa”.

Las historiadoras María Luisa Harrison (a la izquierda) y Maria Paz Valdés muestran los desafíos de los comienzos del Opus Dei en Chile, un país lejano y desconocido, y el contexto religioso y social en el surgimiento de las primeras iniciativas apostólicas.

Mujeres y hombres, solteros y casados, sacerdotes y laicos, en una misma institución tras una labor apostólica realizada en mutua y eficaz colaboración. A María Luisa le llamó poderosamente la atención, y por eso es uno de los aspectos que trata en el escrito, la necesidad de sacerdotes. Don Adolfo se preocupó de esto pensando en el futuro de la labor. “Al poco tiempo de pedir la admisión como numerarios, Pablo Vial y José Miguel Ibáñez viajaron a Roma para formarse en el Colegio Romano de la Santa Cruz, con la disposición de ser ordenados. El hecho es que cinco de los primeros seis, serían sacerdotes. Eso no es una cosa baladí y ellos son figuras relevantes en el Chile actual”.

Casi lloramos

¿Conclusiones más personales? María Paz responde: “Yo creo que el estudio que hicimos nos ha removido el corazón desde que empezamos el 2014 con el repositorio de don Adolfo hasta hoy en día. Son varios años de fibras tocadas. Sí, pasaron cosas bien impresionantes y hemos escuchado testimonios notables”. Y María Luisa cuenta que, “para profundizar en la figura de don Adolfo, fuimos a Los Ángeles, y entrevistamos a sacerdotes de la época en que él fue obispo de esa diócesis. Con algunos salimos casi agarrados de los pelos y con otros casi lloramos. Las monjitas clarisas lo amaban. Algunos le declararon la guerra, lo trataron muy mal. Pero igual desarrolló el trabajo tan distinto, difícil y pesado que le tocó. Y lo hizo muy bien, lo mejor que pudo. Es increíble”.

“Gentes, escenarios y estrategias. El Opus Dei durante el pontificado de Pío XII, 1939-1958”. El capítulo IX, escrito por las historiadoras M. Luisa Harrison y M. Paz Valdés, está dedicado a nuestro país.

La investigación sigue su curso y las historiadores están a la espera de nuevos proyectos. Se encuentra disponible todo el material hasta la venida de san Josemaría, en 1974. A ellas les parece que sería interesante indagar en el modelo de la primera residencia universitaria femenina, porque se adelantó a su época. Lo mismo la Escuela Agrícola Las Garzas y el Policlínico El Salto, que surgieron a poco andar y que son iniciativas sociales muy trascendentes. A las historiadoras les gustaría desarrollar un análisis prosopográfico, es decir, una exploración retrospectiva de las biografías de quienes sacaron adelante la Obra en Chile.


Para leer más sobre la historia del Opus Dei en nuestro país puedes ver este link