El Centro de Estudios Josemaría Escrivá (CEJE) ha publicado seis crónicas sobre el primer viaje a América realizado por el sacerdote Pedro Casciaro y dos jóvenes profesores, Ignacio de la Concha y José Vila. Los tres eran miembros del Opus Dei y, por pedido del fundador, hicieron un viaje de exploración para evaluar las posibilidades de expansión de la Obra en el continente americano. A lo largo del viaje escribieron cartas y redactaron un Diario que ha servido para reconstruir el periplo por seis países: Estados Unidos, Canadá, México, Perú, Chile y Argentina.
Un viaje por América
En 1948, el fundador consideró que era momento de que el Opus Dei se extendiera fuera de Europa. Por eso encomendó al sacerdote Pedro Casciaro, al catedrático de historia del Derecho de la Universidad de Valencia Ignacio de la Concha, y al licenciado en Filosofía y Letras José Vila que realizaran un viaje para trazar el ritmo de la futura expansión. Su misión era seleccionar los lugares y conocer a las personas que pudieran involucrarse en el proyecto.
Por entonces el Opus Dei había comenzado la difusión de sus apostolados por distintos países. Si bien desde su fundación, en 1928, había crecido de manera gradual, el fin de la Segunda Guerra Mundial abrió un nuevo panorama que permitía libertad de movimientos por los antiguos escenarios bélicos y con ello la posibilidad de transmitir el mensaje de santificación a través del trabajo cotidiano en todo el mundo.
Sus primeros pasos fuera de España tuvieron lugar en el continente europeo: Portugal, Italia, Francia, Reino Unido e Irlanda. Poco a poco el Opus Dei fue creciendo geográficamente y numéricamente: sus miembros llegaban a unos 800 hacia mediados del siglo XX. También la institución comenzaba a ser conocida entre algunos obispos, que mostraban cada vez más interés en que la Obra comenzara sus apostolados en sus respectivas diócesis.
Tras realizar los preparativos y las gestiones necesarias, el 13 de abril de 1948 los tres salieron de Madrid rumbo a Nueva York. Las primeras cinco semanas del viaje las dedicaron a visitar varias ciudades de Estados Unidos y Canadá. Allí se entrevistaron con obispos de ambos países, el delegado apostólico del Vaticano en Canadá y algunos colegas académicos de José María González Barredo, otro miembro del Opus Dei que trabajaba en Estados Unidos desde 1946.
El tercer destino de estos exploradores fue México. Llegaron el 19 de mayo al aeródromo del Distrito Federal. Desde el primer momento percibieron los amplios horizontes apostólicos de esas tierras. Por eso, su estadía se extendió por casi tres meses, lo que equivale a la mitad del tiempo que estuvieron en América. Durante su estadía, recorrieron diversas ciudades y se encontraron con obispos, sacerdotes y laicos.
Visitas a eclesiásticos mexicanos
Uno de los principales objetivos del viaje era reunirse con autoridades eclesiásticas, sobre todo obispos, para explicarle qué era el Opus Dei. Como de los tres viajeros Pedro Casciaro era el único sacerdote, sobre él recayó esa tarea.
A lo largo de viaje por América, Casciaro se entrevistó en total con 66 prelados y clérigos. En esos encuentros el sacerdote español les daba a conocer el Opus Dei, les entregaba un nota informativa en latín y les trasladaba el deseo del fundador de poder comenzar cuanto antes a trabajar allí.
Esas entrevistas fueron documentadas en el diario de viaje que llevaban consigo los exploradores. Además, Casciaro transmitía al fundador los detalles de esos encuentros en sus frecuentes cartas, y la buena disposición y apertura que encontró en todos los obispos americanos.
México fue el país donde Pedro Casciaro se reunió con más eclesiásticos. En total conoció a 22, de todos se llevó una grata impresión y con algunos logró reunirse más de una vez.
Desde los primeros días el obispo de la ciudad de México Luis María Martínez se manifestó muy contento con la llegada de los tres miembros del Opus Dei. En uno de sus encuentros les concedió licencia e indulgencia para la difusión de la devoción privada a Isidoro Zorzano, un miembro de la Obra que había nacido en Argentina a comienzos del siglo y falleció en 1943 en España con fama de santidad. En otro de los encuentros con el arzobispo, los viajeros describieron como «muy cariñoso y con ganas de que comencemos a trabajar aquí, quería que nos quedáramos ya».
Antes de cumplir el primer mes de estancia en México los tres viajeros fueron a Yucatán, donde mantuvieron diversas entrevistas e hicieron interesantes contactos para el futuro. El arzobispo era Fernando Ruiz Solórzano, a quien Casciaro había conocido unos meses antes en España. En esa ocasión le había explicado qué era la Obra; y ahora Casciaro pudo conversar más en profundidad con él. En el diario de viaje anotaron:
«Estamos un poco intranquilos, por la mañana, esperando la entrevista de esta tarde con el sr. arzobispo.
Y en verdad que ha sido estupenda. Fue Pedro solo a verle. Resumiré.
Que vayamos porque tiene trabajo para nosotros, porque él ha pensado que es una bendición que comience a trabajar la Obra en su archidiócesis, porque por el modo de trabajar peculiar de la Obra, es lo que Yucatán necesita. Que nos dará casa, que mientras él tenga[,] nada nos hará falta económicamente».
Casciaro también vio al arzobispo de Puebla, mons. José Ignacio Márquez y Tóriz, quien le recibió dos veces. En el diario se lee: «Charlamos durante dos horas, una conversación general sobre la Obra, la universidad, los problemas espirituales de México (...) Se queda con el impreso sobre la Obra».
El sacerdote español quedó muy impresionado al constatar que mons. José Ignacio Márquez y Tóriz comprendía bien el apostolado llevado a cabo por los miembros del Opus Dei, así como las amplias oportunidades de contribuir a la labor apostólica con los universitarios en Puebla. Al día siguiente del encuentro, el diario de los viajeros vuelve a mencionar:
«Anoche, el señor arzobispo nos causó una impresión sumamente agradable. Tiene todas las características de un hombre santo, dispuesto a comprender la importancia de la Obra».
Durante su visita a Guadalajara, también encontraron un panorama prometedor. Aunque solo estuvieron allí durante tres días, del 25 al 28 de julio, aprovecharon para reunirse con diversas personas y conocer la Escuela de Ingeniería y la Universidad Autónoma de Guadalajara. Además, concertaron citas con los obispos de Guadalajara y Zamora. Durante su entrevista con el obispo de Guadalajara, charlaron ampliamente sobre el apostolado llevado a cabo por el Opus Dei. En su diario, registraron lo siguiente:
«Estuvo muy cariñoso y amable, no tenía muchas ideas de la Obra, y le preocupa que no se choque con nada de lo ya establecido. Cree que se podrá trabajar mucho en México. Se quedó con un folleto y nos recomendó que habláramos con varios prelados, entre ellos el de Zamora. Supone que se hablará de la Obra en la próxima reunión que tendrán en México, con motivo de las bodas de plata del sr. arzobispo de allá, y juzga que será conveniente el que lo conozcamos previamente. Nos dedicó una fotografía y nos dijo que tendría mucho gusto en hablar despacio con nosotros en un viaje que piensa hacer la semana próxima a la capital».
Siguiendo las recomendaciones del obispo de Guadalajara, los viajeros pudieron reunirse, al día siguiente, con el obispo de Zamora, José Gabriel Anaya y Díez de Bonilla que «se interesó mucho por la Obra».
Volver a México
Los tres jóvenes exploradores regresaron a España en septiembre de 1948. Unos meses más tarde el fundador encomendó a Pedro Casciaro un nuevo viaje. Esta vez quería que comenzase la labor estable del Opus Dei en México. Se unirían a él su antiguo compañero de viaje, Ignacio de la Concha, y el ingeniero José Grinda.
Antes de partir, los viajeros se despidieron de san Josemaría Escrivá en Molinoviejo, que les dijo: «esta bendición y una imagen de la Virgen es todo lo que puedo darles para comenzar en México».
Los contactos y amistades que habían hecho Casciaro y De la Concha en su viaje exploratorio del año 48 fueron utilísimos para dar luego los primeros pasos, aunque en el camino no faltaron dificultades. Unos años más tarde, Pedro Casciaro recordaba:
«Diré sólo, en líneas generales, que el inicio de la labor apostólica del Opus Dei en México contó con las dificultades características de todos los comienzos: teníamos que resolver el problema económico, no sabíamos si obtendríamos o no el permiso de residencia en el país y, en fin, un largo etcétera».
Desde el primer momento les acompañó la bendición y afecto de varios obispos que apoyaron la llegada del Opus Dei. Entre ellos el arzobispo de México monseñor Luis María Martínez, quien quiso celebrar la primera misa en el piso que habían alquilado en la calle Londres 33. Allí el 19 de marzo de 1949 dejó la Eucaristía en el oratorio, que estaba instalado en la mejor habitación del apartamento. También el arzobispo de Yucatán, Fernando Ruiz Solórzano, fue de gran ayuda en esos comienzos. También él escribió el prólogo de la primera edición mexicana de 'Camino', publicado por el fundador de la Obra en 1939, cuya primera edición mexicana salió de la imprenta al año siguiente de la primera llegada a México de aquellos tres miembros del Opus Dei.
_______________
Contenido relacionado:
- Santiago Martínez Sánchez, «Los ojeadores. Un largo viaje por América». Episodio del podcast de Fragmentos de Historia (2023).
- Santiago Martínez Sánchez, «Los ojeadores. Un largo viaje en 1948 para preparar la llegada del Opus Dei a América», en Studia et Documenta, Vol. 17, (2023), pp. 67-109.
- Santiago Martínez Sánchez y Federico Requena, «La expansión transnacional del Opus Dei desde España a Iberoamérica: orígenes, modalidades y contextos (1948 -1956)», en Revista de Historia, Nº 30, (2023), pp. 1-35.