Evangelio del lunes: comprender a Jesús

Comentario del lunes de la 3.ª semana de Adviento. “El bautismo de Juan ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?”. Reconocer el bautismo de Juan es reconocer que había llegado un tiempo de gracia, de purificación de la mirada y de apertura a la acción salvadora de Dios.

Evangelio (Mt 21,23-27)

Llegó al Templo, y mientras estaba enseñando se le acercaron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, y le preguntaron:

—¿Con qué potestad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado tal potestad?

Jesús les respondió:

—También yo os voy a hacer una pregunta; si me la contestáis, entonces yo os diré con qué potestad hago estas cosas. El bautismo de Juan ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?

Ellos deliberaban entre sí: «Si decimos que del cielo, nos replicará: “¿Por qué, pues, no le creísteis?” Si decimos que de los hombres, tememos a la gente; pues todos tienen a Juan por profeta». Y respondieron a Jesús:

—No lo sabemos.

Entonces él les dijo:

—Pues tampoco yo os digo con qué potestad hago estas cosas.


Comentario

La entrada de Jesús en Jerusalén y el modo en que se desenvolvía en el Templo había generado una gran inquietud entre los que entonces eran los jefes del pueblo de Israel. Jesús había expulsado del Templo a los mercantes, hacía milagros llamativos y predicaba con fuerza el Evangelio. Los jefes quieren que Jesús justifique su actuación, y por eso le preguntan de dónde saca su potestad, con qué autoridad se atreve a poner en duda el modo en que ellos enseñaban la fe de Israel.

Podría dar la impresión de que, con su pregunta sobre el bautismo de Juan, el Señor está evadiendo de un modo astuto la situación comprometida. Pero Jesús no está escapando a la pregunta, sino que señala la condición para comprenderlo a Él. Reconocer el bautismo de Juan es reconocer que había llegado un tiempo de gracia, de purificación de la mirada y de apertura a la acción salvadora de Dios. La gente humilde era capaz de admitir esa novedad y alegrarse con ella, mientras que los jefes del pueblo se empeñaban en no ver.

En Adviento, la Iglesia nos invita a reconocer la presencia del Señor en nuestras vidas. El Evangelio de hoy nos recuerda que Dios no actúa con violencia, no se impone: para Él, sus triunfos consisten en conquistar un poco de ese amor que libremente le podemos dar. Cuando le damos ese amor que nos pide –por ejemplo cuidando mejor nuestra oración diaria– entonces estamos en mejores condiciones de comprender cómo se hace presente en nuestra vida: su paz nos inunda, y somos capaces de compartirla con quienes nos rodean.

Rodolfo Valdés // Kohnny Mcclung - unsplash