Evangelio (Mc 16,15-18)
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
— Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará. A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes con las manos y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados.
Comentario al Evangelio del día
En la festividad de la conversión de san Pablo, el apóstol de las gentes, la Iglesia nos invita a considerar de nuevo el mandato misionero que el Señor dio a sus discípulos antes de ascender a los cielos.
Predicar el Evangelio significa, ante todo, anunciar la buena noticia de la Salvación a todos los hombres. Es interesante darse cuenta de que el Señor emplea dos verbos en imperativo -“id” y “predicad”-, haciendo ver a los apóstoles que no es posible considerarse seguidor de Jesucristo sin transmitir a los demás con su vida, con su ejemplo y con sus palabras lo que ellos han recibido.
Decía san Josemaría que el apostolado cristiano es «superabundancia de tu vida "para adentro"» (Camino, n. 961) una necesidad vital que surge espontánea en las personas que son conscientes del don recibido con la fe y de la llamada a vivir «por Cristo, con Él y en Él», como recogen las palabras finales de las plegarias eucarísticas de la santa Misa.
De este modo, haciendo vida de nuestra vida el mensaje de Jesús, se comprende el sentido de los imperativos del Señor para la misión apostólica dirigidos a todos los cristianos.