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«¿Por qué me pasa esto?
No he hecho nada malo.»

Nos irrita no entender el porqué de la enfermedad y es muy duro sentir que nadie nos acompaña en el dolor

Frente a este escenario, tenemos tres alternativas:

  • Juzgar que la enfermedad es un absurdo en una existencia sin sentido.
  • Esperar que la medicina siga avanzando para que por fin elimine el dolor.
  • Admitir que la enfermedad encierra un misterio, y aprovecharla como una oportunidad de reflexionar y crecer.

El dolor es difícil de entender

Lo cierto es que el dolor y el mal llegaron con el pecado original. Pensar que algún día podremos solucionarlo del todo con la ciencia y con la tecnología es una utopía. Pero cuando uno sufre o ve sufrir a un niño, todo parece insuficiente. ¿No podría Dios conseguir lo mismo sin que suframos? ¿Por qué parece torturarnos? Cuesta ver bien con los ojos empañados en lágrimas.

Además del padecimiento en sí mismo, el sufrimiento trae consigo una sensación de soledad, de aislamiento. Es fácil sentirse abandonado en el dolor. Y, en las enfermedades mentales, esta soledad puede percibirse de una manera más radical; la búsqueda del culpable es más agobiante y el principal sospechoso es uno mismo. Se abre paso el sentimiento de culpa, de incapacidad, de desesperanza, y la angustia inunda nuestro corazón.

¿Te rebelas ante el sufrimiento? — Ten paciencia, ten paciencia. — Dios no te abandona.
San Josemaría. Camino, 223.

Sí, es difícil de entender. Pero justo ahí está el punto de partida: el dolor es un misterio. Es como un espejo que nos muestra débiles y vulnerables, pero que al mismo tiempo nos hace intuir nuestra grandeza. No solo sufrimos: tenemos la capacidad de ser conscientes de ese sufrimiento y, por tanto, intentar comprender su sentido. El animal padece la enfermedad; en cambio, la persona humana la sufre, toma posición ante ella y, muchas veces, se sobrepone.

Por lo tanto, la enfermedad no es un absurdo sin sentido: nos ayuda a reflexionar, a crecer y a encontrar la fuerza para acometer tareas difíciles. Aprendemos a vivir con más energía, optimismo y creatividad. No pocos afirman incluso, después de un padecimiento grave, que no se cambiarían por nadie.

El camino de comprensión va por abrirse al misterio y dejarse iluminar por el Sacrificio de Jesucristo en la Cruz, por amor.

El cristiano tiene un recurso poderoso: sabe que Dios unió la manifestación de su amor al sufrimiento. Por aquí va el camino de comprensión: abrirse al misterio y dejarse iluminar por el Sacrificio de Jesucristo en la Cruz, por amor. Jesús experimentó dolores físicos y psicológicos, cansancio, sed, humillación, ansiedad... Y era inocente. Con su dolor y muerte nos consiguió grandes bienes: resucitó y nos abrió las puertas del cielo.

Aceptar la enfermedad desde la fe es confiar en Dios y decir que sí a su voluntad. Así, el dolor se transforma en un misterio abierto a la alegría. Nos recuerda que estamos de paso y que la vida es un préstamo.

A Dios le importan nuestras penas; convencernos de esto nos ayudará a dejar de buscar culpables. La enfermedad se transforma en una prueba y oportunidad de crecer, de mirar al cielo, aunque el corazón proteste. Dios no se limita a vernos sufrir como un espectador: sufre con nosotros, nos acompaña y nos consuela. Nos da un camino para parecernos más a Cristo, a la luz del sufrimiento en Su Pasión que consiguió nuestra salvación.


Algunas ideas clave

  1. Saber que la enfermedad es consecuencia del pecado original, pero tiene sentido en los planes de Dios.
  2. El dolor no es un castigo, ni significa que Dios te quiere menos. Al contrario.
  3. Pide la salud, y también la fe para que veas tu sufrimiento como una misión de amar como Cristo nos amó a nosotros.
  4. Acude mucho a Dios a través de la oración. Él no solo te escucha: te comprende y te anima para seguir adelante.
  5. No es lo mismo sentirse solos que estar solos. ¡Jesús está contigo! Piensa en Él como alguien cercano a ti.

Otros recursos:

Acompañamiento espiritual en la enfermedad

Responsabilidad en las adicciones

Viktor Frankl a la mujer y al hombre de hoy

Una vida con sentido y feliz a pesar de las heridas