El amor entre marido y mujer es muy especial. A San Josemaría le parecía tan hermoso y sagrado que decía: Bendigo ese amor con mis dos manos, y si alguien me pregunta por qué digo con mis dos manos, respondo enseguida: 'Porque no tengo cuatro'.
Muchas personas anhelan este amor ya de jóvenes. Esperan encontrar algún día a alguien con quien poder vivir juntos y formar una familia. La pregunta es: ¿Qué debes hacer con tu corazón hasta el día en que te cases? ¿Cómo lidiar con las ansias de amor y afecto? ¿Es sobre todo una sala de espera en la que hay que aguantar hasta el día de la boda?
El tiempo como soltero es cualquier cosa menos una sala de espera o un callejón sin salida, ni tampoco un lujo innecesario para alguien que quiere entregarse en matrimonio y formar una familia. Es una etapa crítica en la que puedes conocer tu intimidad de un modo más profundo, desarrollar una personalidad rica y configurar de forma única tu relación con Cristo.
A veces podemos tener la idea de que en el matrimonio tu personalidad desaparece «en el otro», como si el amor fuera una fusión de dos personas que se hacen indistinguibles la una de la otra. Pero no debería ser así. El amor maduro es la unión de dos personas que, sin embargo, conservan su individualidad. (...) Dos personas se convierten en una, pero al mismo tiempo siguen siendo dos. Un matrimonio es más sano, más feliz y se asienta sobre bases más sólidas cuando ambas personas llegan a la relación con sus propias personalidades bien formadas.
Como señaló el oráculo de Delfos hace siglos, el auténtico conocimiento de uno mismo es la base para forjar el carácter.
Por lo tanto, necesitamos desarrollar nuestro corazón, mente, cuerpo y alma de forma armoniosa. Eso significa descubrir nuestro temperamento, nuestros lenguajes amorosos y reflexionar sobre nuestros valores y modelos de conducta. La identidad personal es una combinación de naturaleza (nuestro cuerpo: genes, hormonas, etc.), crianza (nuestra familia, educación, experiencias, etc.) y nuestra libertad.
Por utilizar una analogía, la naturaleza y la educación son como el viento y las olas, y nuestra libertad es como las velas de un barco. Un marinero experimentado sabe leer el viento y las olas y ajustar las velas en consecuencia para que el barco aproveche su energía y surque el mar. En cambio, un marinero aficionado puede acabar en la frustrante situación de dar vueltas en círculo o incluso zozobrar. El autoconocimiento conduce a la autoposesión, que es un requisito previo para la autodonación.
Forjar nuestro carácter también significa intentar centrar tu corazón en la alegría duradera. Tu tiempo como soltero puede ser una maravillosa exploración en la que aprendas a alimentar auténticos deseos de amor para que seas capaz de saborear una profunda alegría en las relaciones que desarrolles. Además, Dios también utiliza este tiempo para invitar a algunos a una intimidad especial con Él a través del don del celibato apostólico.
Me gustaría darte algunas sugerencias para desarrollar profundos deseos de amor y crecer como persona.
- La primera es dedicar tiempo real al encuentro con los pobres, la gente sola y los necesitados. Piensa en las personas sin hogar, enfermas, discapacitadas o ancianas. O en los que simplemente están marginados, en la periferia, como ese chico «raro» del colegio o ese vecino gruñón. Estos encuentros traen una purificación del corazón y son una manera especial de experimentar a Cristo en el otro. La experiencia de la caridad llena el alma de amor, que también funciona muy eficazmente para reconducir los deseos desordenados de nuestro corazón, ya que todos los pecados son intentos de llenar vacíos.
- La segunda sugerencia es dedicar regularmente tiempo a mantener conversaciones profundas de tú a tú con personas que te inspiren y gocen de tu confianza. No en grupo, sino de tú a tú, dejando que afloren la intimidad y la vulnerabilidad. Este tipo de encuentros te ayudan a crecer en empatía, adquirir nuevas percepciones y fomentar ideales auténticos. También te ayudan a descubrir si hay bloqueos, traumas y problemas que te impiden desarrollar tu personalidad de forma sana y forjar relaciones profundas y estables con los demás.
- Una tercera sugerencia es buscar regularmente el silencio: momentos de soledad, sin estímulos ni distracciones. Sin móvil, sin música, sin conversaciones con los demás, sino aprendiendo a estar solo en silencio: para reflexionar, rezar y centrarse en las cosas que son importantes. Esto puede ser incómodo y a veces incluso conflictivo, pero a la larga otorga paciencia, paz interior y la capacidad de tomar buenas decisiones.
Recuerda que Cristo te concede una gracia especial para crecer en santidad en esta etapa de tu vida. ¡Qué hermoso es dejar que todas tus pasiones y deseos de amor fluyan a través del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María! ¡Qué hermoso es dar a Cristo el espacio para modelar tu personalidad! No sólo disfrutarás más de tu tiempo como soltero, sino que también te proporcionará una base maravillosa sobre la que embarcarte en la aventura del matrimonio o seguirle a Él en una vocación célibe.