Jesús, acabo de recibirte en la eucaristía y quiero darte las gracias; una vez más me recuerdas lo necesitado que estoy de ti, ¡tan bien que me siento! Ojalá pudiera sentirme así siempre.
Y así como yo me doy cuenta de lo mucho que me haces falta, también veo cuánta falta haces a mucha gente en el mundo. Empezando por ese amigo o familiar (nombre) por el que llevo tanto tiempo rezando y pidiendo para que se acerque un paso más a Ti. Jesús, esta paz que siento ahora Contigo es la que espero que muchos más puedan sentir. (Háblale al Señor de esa persona, cuéntale lo mucho que la quieres y lo que deseas su bien).
Quería contarte en este momento una preocupación que lleva días en mi cabeza. He visto que en el mundo están pasando muchas cosas, muchos cambios y muchos de ellos me inquietan. Me he planteado la pregunta: ¿Cómo puedo hacer un cambio en el mundo? Tengo la firme intención de hacer algo positivo, quiero dejar huella, quiero hacer algo por el mundo, por este sitio tan hermoso que Tú, Señor, creaste para cada uno de nosotros.
Jesús, quiero poder hacer un poquito más que solo pedir, pero se me hace difícil saber qué hacer y por dónde empezar, por eso te pido que me des ese primer empujón. Quiero ser en estos días como un apóstol, poder mostrarle a cada persona que me pones cada día cerca lo mucho que Tú haces falta, el bien que da estar cerca de Ti.
Primero, ayúdame a recordar cada día ofrecer algo por mis amigos y familia: mi trabajo, mi estudio, las dificultades de cada día, el apuro en la mañana, el tráfico en la tarde, ese plan que esperaba con emoción y al final no salió, tantas cosas que pasan en un solo día. Ofrecértelo a Ti con cariño y por los demás, sé que con eso estaré dando mis primeros pasos de apóstol.
También, Jesús, dame tus ojos, para ver a los demás como lo harías Tú, no sólo con cariño sino también para saber reconocer la cruz que cargan, el dolor que les quita la paz, y las tentaciones que los alejan de Ti. Y así poder ayudarlos con lo poco que tengo, una sonrisa, un abrazo, unas palabras de aliento, así como Tú hiciste conmigo.
Me tengo que despedir de Ti ya, Señor, pero te dejo con mucha más fuerza de la que llegué. De aquí ahora al mundo entero, a repartir esta felicidad que me da tenerte en mi corazón.