Desde 1933, cabeza y corazón
Entre los jóvenes que conocía san Josemaría, había un estudiante de cuarto de medicina llamado Juan Jiménez Vargas. Juan tuvo algunas conversaciones con el fundador de la Obra y, en poco tiempo, pidió la admisión en el Opus Dei. Fue en enero de 1933, en los primeros días de ese mes.
San Josemaría le dijo que tenía ilusión por sacar adelante dos actividades para los jóvenes. Una estaba pensada para la cabeza y otra para el corazón. La primera consistía en impartir catequesis para niños de primera Comunión. La segunda, se trataba de las visitas a los pobres de la Virgen. “Y así, de rodillas su entendimiento y su carne, les será fácil llegar a Jesús”, escribió el fundador del Opus Dei.
En muy pocos días, Juan habló con amigos suyos y el 21 de enero de aquel año 1933 tuvo lugar la primera clase de formación cristiana, el primer círculo. Al día siguiente, 22 de enero, la primera catequesis, para niños de primera Comunión de un colegio con alumnos de escasos recursos. A partir de ese momento, poco a poco, unos amigos trajeron a otros, y fueron muchos los que impartieron esas catequesis.
Esta labor, se comenzó en los barrios pobres de Madrid, dando preferencia a los más necesitados, ofreciendo a los párrocos este servicio en favor de las almas que tenían encomendadas.
El beato Álvaro del Portillo, sucesor de san Josemaría, alguna vez recordó con gran cariño esas catequesis que él daba junto con otros chicos en el Puente de Vallecas. En una época de tensión social y política en España, además de buenas muestras de afecto, también fueron agredidos en alguna ocasión.
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Dar doctrina
La catequesis es una obra de misericordia espiritual –enseñar al que no sabe–,[1] que tiene una gran importancia en la misión de la Iglesia. Como decía el cardenal san John Henry Newman: “cualquier chico bien instruido en catecismo es, sin él sospecharlo, un auténtico misionero”.[2]
En la actualidad, dentro de la obra de San Rafael, se preparan muchos catequistas, dispuestos a colaborar en parroquias, escuelas, etc. Las clases de catequesis son un rasgo muy propio del espíritu del Opus Dei: de hecho, san Josemaría se refería a la tarea que desempeña el Opus Dei al servicio de la Iglesia como “una gran catequesis”.[3]
“Me da mucha alegría hijas e hijos queridísimos –escribía san Josemaría–, toda esa tarea de catequesis que realizáis, como parte de la obra de San Rafael. Fue ésta la primera manifestación apostólica del Opus Dei, y es lógico que sea así, porque todos nuestros apostolados son medio para dar doctrina: son catequesis. Hemos de catequizar a todas las gentes”. Y más adelante, continuaba, “el catecismo es para que lo aprendan los niños y lo practiquen los niños y los mayores”.[4]
Toda esa formación doctrinal ayuda a preparar el corazón, la inteligencia y la voluntad para tener disposiciones estables y convicciones firmes. Transmitir la fe de corazón a corazón fundamentada siempre en buena doctrina.
Preparación de los catequistas
Antes de invitar a los chicos y chicas de San Rafael para impartir el catecismo, es preciso prepararlos bien: que conozcan la doctrina que han de enseñar —con la suficiente amplitud y profundidad— y que tengan un mínimo de formación pedagógica, es decir, que estén en condiciones para esta labor de catequesis y siempre con alegría, como también san Agustín animaba.[5]
Es una preparación —adecuada, en cada caso, a la condición de las personas: niños o adultos, etc.— que no puede nunca darse por supuesta, y que en muchos casos los chicos de San Rafael tendrán que adquirir.[6]
La catequesis, un medio para crecer en la vida cristiana
Además de los chicos y chicas que reciben la catequesis, siempre ganan mucho los que son catequistas. Sí, todos ganan.
Los catequistas aprenden a profundizar en el anuncio central del Evangelio, crecen en generosidad, en espíritu de servicio, afán apostólico, sentido de responsabilidad y capacidad de compromiso, desarrollan el don de lenguas, etc.
Por eso san Josemaría estaba interesado en que los que participaban de la labor de San Rafael mantuvieran contacto con personas necesitadas y entendiesen la hondura de la caridad cristiana[7] manifestada en estas obras de misericordia.
Como el Papa Francisco ha animado tantas veces a vivir: “jamás se cansen de ser catequistas. No de 'dar lección' de catequesis, esto no. Ofrecer.”[8] Y todo esto, sin perder el corazón de la catequesis: Jesús nos ama y no nos abandona.[9]
[1] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2447.
[2] Card. J.H. Newman, Sermón en la inauguración del Seminario de San Bernardo, 3-X-1873.
[3] Cfr. San Josemaría, Carta 15-VIII-1964 , n. 1, en A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, tomo III, p. 536; o también, Entrevista a san Josemaría en el diario ABC de Madrid, 24-III-1971.
[4] San Josemaría, Carta nº 7, n. 40 (sobre la obra de San Rafael, para la formación cristiana de la juventud; también designada por el íncipit Quem per annos; lleva la fecha del 24-X-1942 y salió de la imprenta el 22 de noviembre de 1966).
[5] Cfr. J. Daniélou, La catequesis en los primeros siglos, pág. 262: La pedagogía catequética.
[6] Cfr. San Josemaría, Carta nº 7, n. 40,
[7] J.L. González Gullón, DYA, pág. 349: Catecismo y visitas a los pobres.
[8] Papa Francisco, Congreso internacional de catequistas, 10 de septiembre de 2022
[9] Papa Francisco, Discurso a las Comisiones de Catequesis de las Conferencias Episcopales Europeas, 17 de septiembre de 2021