«El problema de las incomprensiones está en la misma novedad del espíritu de la Obra»

“A través de mi relato he pretendido que unos y otros pudieran calibrar la profunda novedad que supone el espíritu del Opus Dei en la Iglesia y en la sociedad contemporánea”. Así define Carlos Javier Morales, autor de “Breve historia del Opus Dei” el propósito que le ha llevado a escribir este libro, con vistas al centenario de la Obra.

Carlos Javier Morales, autor de “Breve historia del Opus Dei”
Carlos Javier Morales, autor de “Breve historia del Opus Dei”

Carlos Javier Morales (Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, 1967) es poeta, ensayista y profesor de Lengua y Literatura Españolas en el instituto de secundaria Anaga, de su ciudad natal. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, ha publicado ocho libros de poesía y numerosos ensayos sobre literatura y filosofía, a los que hay que sumar ahora la Breve historia del Opus Dei en la mítica colección de bolsillo de Alianza Editorial (2023, 346 págs).


¿Cómo surgió este proyecto?

Como miembro del Opus Dei que se prepara para el centenario de la Obra, me planteé qué actividad especial podría llevar a cabo para celebrar este aniversario y ayudar a otros a celebrarlo. Pensé que, en mi caso, al ser mi trabajo profesional la literatura y la enseñanza, podría escribir un libro que relatara a un espectro muy amplio de lectores cómo surgió el carisma recibido por san Josemaría y cómo se ha ido desplegando por todo el mundo a lo largo de casi un siglo. 

Mi experiencia docente me brindaba la oportunidad de explicar con claridad y capacidad de síntesis esta historia, así como el significado que, a mi juicio, tiene cada uno de los hechos relatados de cara a la historia de la Iglesia y del mundo contemporáneo.

¿Qué ideas destacan? ¿Cuál es el hilo conductor de todo el relato y a qué público va dirigido?

Creo que el motivo central de toda mi narración es la novedad que supone el Opus Dei en la historia de la Iglesia, al proponer a todos los cristianos una espiritualidad plenamente secular, no una adaptación para los laicos de los modos de santificación y apostolado propios de la vida consagrada (tan necesaria en la Iglesia, por otro lado). A mi modo de ver, esa novedad resultaba tan llamativa en 1928 como ahora, en 2023. Además, resulta curioso comprobar que el mensaje del Opus Dei, como el Evangelio mismo, supone una continua novedad para las personas que pretenden darle vida propia: a mí, que llevo más de cuarenta años en esta institución, me resulta cada día más novedoso y estimulante. Que yo pueda dar gloria a Dios mientras escribo un poema, corrijo unos exámenes o conduzco el coche es algo que le da una luz trascendente, inagotable, a toda mi existencia.

El libro va dirigido a un público muy amplio y diverso: desde personas ajenas al Opus Dei y aun a la Iglesia católica hasta lectores que llevan, como yo, muchos años perteneciendo a esta Prelatura. A través de mi relato he pretendido que unos y otros pudieran calibrar la profunda novedad que supone el espíritu del Opus Dei en la Iglesia y en la sociedad contemporánea.

Otra idea que he tenido presente (también por el hecho de aparecer publicado en Alianza Editorial, una empresa netamente laical cuya colección de libros de bolsillo se distribuye por todos los países hispánicos y se puede traducir fácilmente para lectores de otras áreas lingüísticas) es que quedara patente que la Obra es un fenómeno universal: si bien nació en España, por providencia de Dios, estaba destinado a ser vivido en todas las latitudes del planeta. Por eso, como verá el lector, a partir de 1946, cuando el fundador traslada su residencia a Roma, mis referencias a España son tan frecuentes como las relativas a otros países, pensando en los lectores más diversos geográficamente.

¿Qué aporta junto a las demás publicaciones sobre historia de la Obra?

Creo que lo que aporta es una visión de conjunto de este fenómeno espiritual a lo largo del tiempo, así como una explicación de los hechos en su contexto. Asimismo, como poeta y ensayista que soy (y no un historiador profesional), me he permitido hacer una historia vivencial, es decir, una historia real pero claramente enfocada desde mi particular experiencia. Además de ilustrar el significado de algunos hechos con sucesos de mi vida personal, he incluido todo lo que he aprendido de la historia del Opus Dei a través de las conversaciones y reuniones familiares que he tenido a lo largo de mi vida con muchos de sus primeros miembros, lo cual considero un tesoro para mí y para todo el que quiera compartirlo.

Sobre la historia del Opus Dei, que me apasiona y que considero mi historia en muchos sentidos, se han publicado ya, afortunadamente, muchas obras de gran calado y rigor, tanto sobre períodos y ámbitos geográficos particulares como sobre el desarrollo global de esta institución, como bien atestigua la documentadísima Historia del Opus Dei (2021) de José Luis González Gullón y John F. Coverdale, entre otros muchos libros y artículos, que me han sido muy útiles e indispensables. La mía tiene este particular enfoque, pero lógicamente no lo cuenta, no puede contarlo todo en sus 346 páginas.

Se nota a lo largo del libro el esfuerzo por poner en contexto las diferentes etapas del desarrollo del Opus Dei. ¿Piensas que tu experiencia personal como miembro de la Obra ayuda a arrojar luz sobre las cuestiones más controvertidas?

Claro que sí. Además de lo dicho más arriba sobre el carácter vivencial de un relato que, por su materia, trasciende mi propia vida, mi experiencia como miembro del Opus Dei ha sido indispensable. Puedo poner como ejemplo la sorpresa que me llevé cuando acudí las primeras veces a un centro de la Obra, en mi ciudad natal, con catorce años, al ver que el sacerdote que atendía espiritualmente el centro no tenía ningún cargo de gobierno dentro de las actividades que allí se celebraban, y que el director era un laico profesional del Derecho. También me sorprendió que los directores de la Obra me animaran a entusiasmarme con mis estudios y mi profesión de escritor y profesor de literatura, sin insinuarme en ningún momento otro camino profesional que les pareciera más idóneo, como el ministerio sacerdotal, por no ir más lejos.

Sobre las cuestiones más controvertidas que mencionas, creo que desde dentro de la Obra se puede adoptar una visión más completa de los hechos, tanto de los positivos como de los negativos, teniendo en cuenta el significado de cada uno a la luz del espíritu fundacional de esta institución.

Haces una descripción particularmente serena de temas polémicos, como la dificultad para entender el papel de los laicos en la Obra (y en la Iglesia) o los testimonios de algunos exmiembros. ¿A qué achacas la mala imagen que algunos tienen del Opus Dei? ¿Has tenido problemas con Alianza editorial o con el Opus Dei para escribir este libro?

Sobre esto último que dices, el editor de Alianza, con el que hablé antes de escribir nada, me advirtió que su editorial no era una empresa religiosa, y que en la colección “El libro de bolsillo”, por poner ejemplos ilustrativos, se habían publicado las principales obras de Marx y de Freud. Me pidió que no hiciera alabanzas de ningún tipo, ni a la Obra ni a su fundador. Yo, que he trabajado con él desde hace muchos años para otros proyectos literarios, decidí hacerle caso, porque me parecía lo más natural: lo bueno que se cuenta en el libro no es bueno por el modo de contarlo, sino porque es así en sí mismo. Y lo menos bueno también lo es así en la realidad, a pesar de mi limitado punto de vista. Para esto me ha ayudado un principio fundamental de mi estilo de vida y de mi escritura: no juzgar a ninguna persona; simplemente, contar sus acciones. Por su parte, con la Obra no he tenido ningún problema. Es más: algunos miembros muy competentes en cada asunto me han asesorado con mucho gusto cuando les he consultado cualquier duda.

El problema de la mala imagen es muy relativo: es verdad que muchos medios de comunicación han desfigurado la finalidad y los motivos que persiguen los miembros del Opus Dei; pero otros muchos los han reflejado con mayor satisfacción. El problema de las incomprensiones está en la misma novedad del espíritu de la Obra: si no se entiende que el cristiano laico tiene, por el mismo hecho del Bautismo, una libertad total para seguir a Cristo y santificarse “porque le da la gana”, no se entiende que un hombre o una mujer puedan entregar su vida entera a Dios en medio del mundo, con todas las implicaciones temporales que también tiene esa entrega. Si no se entiende esta libertad, es muy difícil comprender que dos fieles de la Obra puedan santificarse en grado máximo sosteniendo distintas ideas científicas, políticas o profesionales y, si es el caso, participando en los medios de formación del mismo centro, con amistad y fraternidad auténticas, que no son otra cosa que la caridad cristiana.

¿Por qué relatas el comienzo en cada país durante la vida del Fundador?

Porque el Opus Dei es una institución universal desde el principio, como la Iglesia misma. Por eso san Josemaría se preocupó de que sus hijos de la primera generación vieran extendido ese mensaje y esa institución en países muy diversos y por áreas geográficas muy distantes. Así nos quedaría claro a todos que lo nuestro era el mundo entero, aunque cada uno desde su sitio. Es verdad que esa expansión en vida del fundador del Opus Dei conllevó muchos sacrificios, sobre todo por la escasez de recursos humanos y materiales (algo de eso se refleja en mi brevísimo relato sobre cada país); pero él consideró indispensable que el alcance universal del Opus Dei se viera materializado desde la misma etapa fundacional.

¿Qué cosas han cambiado en la celebración de las actividades de la Obra a lo largo de casi un siglo?

En lo esencial no ha cambiado nada. Es más: los miembros del Opus Dei siempre hemos tenido claro que la efectividad de nuestra santificación y de nuestro servicio a la Iglesia reside en la fidelidad al carisma recibido por san Josemaría y expresado por él en la etapa fundacional, que concluye en 1975 con su fallecimiento. Dentro de esa etapa, el Fundador, de acuerdo con sus consejos de gobierno y con los congresos generales convocados por él, concretó y modificó varios modos de vivir las prácticas de piedad y los medios de formación cristiana de sus hijos. Por ejemplo, en 1965, con las sugerencias recibidas y con la experiencia de muchos fieles de la Obra actuando en campos profesionales y países muy diversos, indicó que la devoción al Santo Rosario debía vivirse diariamente rezando los misterios propios del día (hasta entonces se recitaban los quince) y meditando con sencillez los restantes misterios de la vida de Jesús y de María, lo cual sería más acorde con el espíritu contemplativo de los miembros de la Obra en medio del intenso trabajo ordinario.

A mí, personalmente, me ha maravillado siempre la pobreza humana de los comienzos del Opus Dei, en 1928 y en los años sucesivos. Esta pobreza se veía fortalecida por la fe, la esperanza y el amor tan operativos de san Josemaría y de sus primeros hijos espirituales. Ese “espíritu de los comienzos”, que he procurado reflejar con mayor detalle en las páginas correspondientes, debería ser siempre actual, a mi parecer, en la historia de la Obra, tanto antes como después del esperado centenario.

Las prácticas de piedad que vive cada fiel del Opus Dei no cambiarán nunca, como tampoco los medios tradicionales de formación que impartió san Josemaría a sus hijos con la ayuda de otros miembros de la Obra. Lo que ha cambiado son las circunstancias en que se viven muchos de esos medios de formación, que son tan variadas como los tiempos y los países en que se celebran. En este sentido, y aunque no parezca nada circunstancial, siempre se toma en consideración la base antropológica y teológica que tienen los miembros de la Obra de cada país y de cada momento, así como las personas que se acercan a sus apostolados. Por ejemplo, no se puede expresar la necesidad y la sublimidad de la Eucaristía a unas personas que se acercan a la Obra en una sociedad totalmente secularizada, como la europea actual, con los mismos presupuestos doctrinales de hace cincuenta o sesenta años, cuando en estos países existía una fe más o menos compartida en la vida educativa y cultural de estas sociedades.

Y, junto a esos medios de formación tradicionales y perennes, en cada momento los fieles del Opus Dei, con total espontaneidad personal, proyectan otros medios de formación cultural y religiosa que resulten más acordes con las necesidades e inquietudes de las personas que tratan. A veces esas actividades se celebran en las sedes de los centros de la Obra y otras muchas en el domicilio de sus miembros o en los lugares más variados.

Cien años no parecen muchos para una institución de la Iglesia, aunque sí tal vez para hacer un balance sereno. ¿Tienes intención de publicar una historia más larga?

Efectivamente, he procurado hacer un balance sereno sobre esta historia que, en realidad, está aún en sus comienzos. A mí, como habrás comprobado, me apasiona la historia del Opus Dei, porque es también la historia de mi vida. Eso no quita para que quiera expresarla con la objetividad necesaria en todo relato histórico, donde no todo produce el mismo sabor de boca, como sentirá el lector de mi libro. También me interesa seguir indagando en la historia del Opus Dei anterior o inmediata, tanto a través de todo lo publicado como por medio del testimonio de otras personas vivas.

Lo que no tengo pensado es escribir una historia más larga. Con la editorial me he comprometido a realizar las actualizaciones que todo libro histórico necesita con el tiempo; pero eso no significa que vaya a crecer mucho más el volumen. Creo que el tamaño actual es el ideal para el público tan diverso al que se dirige.

No obstante, ha de tenerse en cuenta que la historia del Opus Dei, como la Historia general, es inabarcable para cualquier libro de la extensión que se quiera. Ya en 1967, en una entrevista realizada por Peter Forbath para la revista Time, quien preguntaba al fundador por los hitos fundamentales de la historia del Opus Dei hasta entonces, san Josemaría respondió: “Me pregunta usted por hitos. Para mí es un hito fundamental en la Obra cualquier momento, cualquier instante en que, a través del Opus Dei, algún alma se acerca a Dios, haciéndose así más hermano de sus hermanos los hombres”.

Si estos son los hitos verdaderamente sustantivos en la historia de la Obra, resulta obvio que ningún volumen escrito, por muy extenso que se pretenda, podrá contar esta aventura desbordante.