Elena Blesa: una vida entre dos continentes

En este episodio de Fragmentos de Historia nos detenemos en la vida de Elena Blesa. Nacida en 1925 en Barcelona, fue una de las primeras agregadas del Opus Dei. La historiadora María Hernández-Sampelayo Matos reconstruye su trayectoria vital, marcada por su labor en España y Venezuela.

Elena Blesa Yanes nació en Barcelona en 1925 y falleció en Caracas en 2016 con 92 años. La primera parte de su vida transcurre en España hasta el año 1958 en que se traslada a Venezuela.

Conoció el Opus Dei en Valencia y pidió la admisión el 15 de enero de 1949 Con el tiempo y en cuanto se abrió dentro del Opus Dei el camino de las agregadas, vio claro que ese era el modo que Dios le pedía para vivir su vocación.

Un familia marcada por los viajes

Desde esta perspectiva de su vocación de agregada, que ilumina todas sus circunstancias personales, sociales, profesionales y familiares, en definitiva, vitales, de esta mujer, se tratará en esta semblanza esas mismas circunstancias.


🎙 Enlace relacionado: “Fragmentos de historia, un podcast sobre el Opus Dei y la vida de san Josemaría”.


Empecemos por su familia. Su padre, Juan José Blesa Cárdenas, era oriundo de Valencia y trabajaba en los almacenes Tolra de Barcelona desde donde realizaba distintos viajes tanto a Alemania como a Colombia y Venezuela. 

En el año 1920, decidido a regresar a España después de una larga estancia en Venezuela, embarcó en el barco de vapor Manuel Calvo, que hacía la travesía entre América y Europa. Fue en ese viaje donde conoció a la que será su esposa Adela Yanes León que viajaba con toda su familia en el mismo barco con intención de visitar varios países de Europa.

En 1921, apenas un año después de su encuentro en el Manuel Calvo, ambos jóvenes contraen matrimonio en Caracas. Juan tenía 35 años y Adela 20. Comienzan entonces una vida entre Venezuela y España -con la guerra civil por medio- formando una numerosa familia de 9 hijos.

En Barcelona nacieron las dos primeras hijas del matrimonio: Margarita en 1923 y Elena el 31 de marzo de 1925. Antes de su regreso a Caracas, la familia pasó por Madrid y allí nació la tercera hija Antonina. Durante los dos años que vivieron en Venezuela la familia continuó creciendo y nacieron Adela y Juan. 

De regreso a España en 1931 los Blesa se establecen en Valencia y allí nacieron Fernando y José María, este último en abril de 1936, tres meses antes del estallido de la guerra civil. En pleno periplo de la familia por tierras españolas huyendo de Valencia nace en Sevilla Pedro, el octavo de los hijos. Y al finalizar la guerra en 1939 de regreso en Valencia nace Jesús, el último de los hermanos.

Las dificultades de todo tipo para sacar a esta numerosa familia adelante les llevan a que tengan que separarse transitoriamente. Antonina y Margarita abandonan Valencia y deciden regresar a Caracas. 

También el padre de familia decide en 1951 volver a Venezuela para retomar allí la actividad de agente comercial y lo hace con Pedro que va con una beca a estudiar a Estados Unidos, y Juan, el mayor de los chicos que comienza en Caracas los estudios universitarios. La madre, Adela, en cambio, con Elena y los hijos pequeños Fernando y Jesús permanecen en Valencia hasta junio de 1955.

Veamos ahora la trayectoria personal de Elena que al terminar la guerra civil es una adolescente de 14 años que estudia en el colegio de las teresianas de Valencia y, posteriormente, cursa el bachillerato comercial en el Instituto de Comercio. En 1941 inicia los estudios de perito mercantil en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles como alumna libre, pudiendo acogerse a los descuentos en tasas y matrículas concedidas a las familias numerosas. 

De este modo además de estudiar podía ayudar a su madre en la atención de su numerosa familia. En su expediente académico se refleja un buen rendimiento con varios notables y sobresalientes. Además, compatibiliza sus estudios con la preparación de unas oposiciones en la empresa Pirelli de Valencia.

Toda esta actividad refleja, además de una excelente preparación profesional, un gran esfuerzo de responsabilidad y trabajo que le lleva a una rápida maduración en sus planes personales de futuro. Desde muy joven sobresale en ella la inquietud social, solidaria con los más desfavorecidos, que le lleva a dar clases en alguna asociación benéfica. 

El encuentro con el Opus Dei y la vocación 

Tenía un verdadero don para la empatía y la amistad con las personas más dispares. De modo que Elena estaba presente en todo lo que “se movía” en Valencia. Así llegó a conocer el Opus Dei, que daba sus primeros pasos en esa ciudad, a través de su amigaEncarnita Ortega, a quien había conocido años antes en los grupos de Acción Católica en la parroquia del Santo Ángel.

La propia Elena lo relata en alguna de sus cartas de esta manera:

“Yo estaba, entonces, saliendo con mi novio Emiliano y cuando Encarnita me llamó para quedar, al principio le dije que no podía ir pues no tenía tiempo, pero luego pensé que Emiliano se podía quedar en la puerta del hotel mientras yo subía a hablar con mi amiga. Total, que hablé con ella y solamente me pidió que rezara tras avemarías por el Opus Dei y me explicó que en esos momentos ya estaba en Madrid, Santiago de Compostela y Barcelona y que rezara por esa intención. Después de algún tiempo le dije a Emiliano: yo creo que Dios me llama por otro lado, y lo dejamos”.

Así fue como el 15 de enero de 1949 escribe una carta al fundador del Opus Dei solicitando ser admitida. Elena tenía 24 años y un buen bagaje de experiencias familiares, sociales y profesionales. Este encuentro con el Opus Dei vino precedido por unas inquietudes espirituales que le llevaron a preguntarse qué quería Dios de ella.

Y encontró la horma de su zapato: un modo de santificación a través del trabajo (que no le faltaba) y en las circunstancias de la vida (bastante azarosas para ella) ganando almas para Cristo rodeada de colegas y amigos por todos lados. Elena se entusiasmó con su vocación y con la tarea apostólica que tenía por delante: un trabajo de pionera porque en Valencia estaba todo por hacer. Hasta 1953 no hubo en Valencia un centro estable de mujeres del Opus Dei.

En febrero de 1949, al mes de haber escrito su primera carta al fundador del Opus Dei pidiendo la admisión, tuvo la oportunidad de conocerle en la residencia de Samaniego. Así lo relata ella misma:

“El latir de mi corazón -escribe- se aceleraba a medida que nos acercábamos a la Residencia y cuando llegamos sentí que allí se respiraba a Dios por todas partes, había un orden, una paz, una serenidad: Dios estaba allí, se palpaba de una manera especial. (…) 

El Fundador estaba muy contento. Nos habló de su agradecimiento a la Santa Sede por el Decreto de Alabanza (del Opus Dei), de febrero de 1947. Desde esa fecha, la expansión de la Obra había sido muy grande. Todo se había multiplicado (…) Respondiendo a una pregunta mía, me dijo que sí que tenía vocación pero que no me dejara (se refería al espíritu de lucha y a recurrir a la oración para perseverar en la entrega)”.

El entusiasmo de Elena por el Opus Dei y su vocación se refleja en estas líneas:

“¡Qué bella es la Obra! Descubro cada día una nueva faceta a cuál más bella (…) Siento cada vez más la grandeza de la vocación y pido al Señor que me ayude a ser constante, sobre todo en los pequeños detalles”.

Este entusiasmo que le acompañó toda su vida sobrevuela las dificultades con las que se encuentra desde el principio. En primer lugar, la resistencia de sus padres a su vocación dada la complicada situación familiar y el desconocimiento que tenían del Opus Dei. Esta resistencia poco a poco fue cediendo.

El 3 de junio de 1951 su padre marcha a Caracas buscando nuevos horizontes profesionales, quedando en Valencia Elena con su madre y los dos hermanos pequeños. Había que sacar adelante a los que quedaban en España y ella era la responsable. El trabajo y las obligaciones se multiplicaban y el panorama no podía ser más exigente en todos los frentes, pero Elena aprende enseguida a poner la brújula de la voluntad de Dios en todo lo que hace.

Trabajo, salud frágil y misión apostólica

Otro factor a tener en cuenta en la vida de Elena es su falta de salud. Como consecuencia de los años de hambre pasados durante la guerra civil ella y uno de sus hermanos (Fernando), siendo ambos muy jóvenes, sufren la tuberculosis, dolencia que dejará sus secuelas durante toda su vida. En las cartas de Elena recién estrenada su vocación manifiesta su contrariedad porque no se encuentra bien de salud contrayendo varias gripes que le obligan a guardar cama.

Pero Elena sigue con un ritmo desbordante. Mientras ella se iba formando buscaba entre sus colegas y amigas personas que pudieran entender el camino que ella había descubierto y -a su vez- las iba formando a través de conversaciones, charlas, retiros, etc.

Ella lo cuenta de la siguiente manera:

“Eran los tiempos de mi juventud. Hacía muy poco que había encontrado la luz de Dios para ver claro mi camino, la misión que el Señor quería de mí en la tierra: pedir la admisión en el Opus Dei para ser santa y salvar muchas almas. (…) Desde ese momento, el vibrar de mi corazón iban a ser las almas, el Opus Dei, la labor de expansión por el mundo. En aquella fecha eran muy pocas las personas del Opus Dei, pero nos sentíamos muchos, palpábamos de una manera muy clara -quizá por don especial de Dios- que seríamos muchas y que llegaríamos a muchas partes, a tierras lejanas”.

Entre libros, fábricas y barrios

En el año 1954 se inicia, con su gestión, la librería Ideas en Valencia, primera de una cadena que se extenderá, por España y otros países. A partir de entonces se convierte en su trabajo profesional, que después continuaría en la librería Bayren en Gandía.

La frágil salud de Elena y el ritmo de su actividad le llevaron al agotamiento. En su correspondencia se observa la preocupación de su familia y de las personas del Opus Dei para que baje el ritmo de trabajo. Ella también manifiesta que su salud es su punto débil y teme enfermar de agotamiento. Le aconsejan que frene su intensa actividad y se decide a pasar una temporada en una casa de reposo situada en la sierra de Madrid, buscando una cura de descanso en un ambiente tranquilo y saludable. Allí pasó cuatro meses y conoció a varias personas con las que entabla amistad y se pone en contacto con el Opus Dei.

A la salida del hospital, se queda un tiempo en Madrid colaborando en la librería Neblí, donde continuó su vida hasta el mes de septiembre de 1958, cuando se trasladó a Caracas donde al fin se reunió con toda la familia.

Tras unos días de descanso y tranquilidad enseguida Elena empieza a trabajar como secretaria ejecutiva de Juan Pablo Pérez Alfonso, entonces ministro de Minas e Hidrocarburos de Venezuela y fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Más tarde, pasa a ser la secretaria ejecutiva de la Presidencia en la empresa Textilana C.A., dirigida por Rafael García Planas. Elena permaneció en esta empresa durante más de 25 años. 

Una anécdota a destacar de este periodo es que, cuando en los años 80 el vicepresidente de la fábrica sufrió un secuestro de tres días a manos del sindicato de obreros de la fábrica, fue ella quien llamaba por teléfono a los secuestradores y lograba convencerlos para que le dejasen pasar víveres y ropa; también tranquilizaba a todo el personal de la fábrica.

Dentro de su trabajo en la empresa, Elena se ocupa de todas las cuestiones relacionadas con el bienestar social de los empleados. Dotada de un extraordinario don de gentes era capaz de conectar con mayores y jóvenes, con las personas más humildes y con los ministros del gobierno venezolano. 

Estaba fuertemente comprometida con la justicia social como se muestra en las numerosas cartas a políticos y protagonistas de la vida pública venezolana y europea que ella guardaba. Este compromiso no era algo teórico. Se concretaba, por ejemplo, en las clases de alfabetización y de formación impartidas a enfermeras en alguno de los barrios más deprimidos de la ciudad.

A su llegada a Venezuela, enseguida se integró en la vida de Caracas, interesándose por todo lo que ocurría a su alrededor, tanto desde el punto de vista político como por sus implicaciones sociales en la vida de los ciudadanos. Buscaba formas innovadoras y creativas; su personalidad apasionada a la vez que práctica le llevaba a implicarse personalmente en los problemas, a la vez que animaba a todos sus conocidos a que también lo hicieran.

También se muestra proactiva en las iniciativas apostólicas emprendidas en Venezuela durante esos años: El Instituto de Capacitación Profesional Los Samanes para empleadas del hogar, la librería Punto y aparte, el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto, patrona del país. Elena se involucró en las gestiones económicas que se hicieron para la construcción de este templo en honor de la Virgen.

Participa, asimismo, de forma activa, en las diferentes convivencias de formación organizadas en Venezuela a las que acuden agregadas del Opus Dei procedentes de otros países como Trinidad, Costa Rica o Colombia que comparten con las venezolanas sus experiencias profesionales y apostólicas. 

Las personas que acuden a estas convivencias son muy variadas en cuanto a la edad y profesión: asisten médicas, trabajadoras sociales, licenciadas y estudiantes de administración, pedagogas, matemáticas, etc. Ella aporta sus experiencias vividas en Valencia, el descubrimiento de su vocación y su encuentro con el Fundador del Opus Dei. 

Elena refería sus recuerdos del pasado con gran sencillez, ilusión y cariño suponiendo un nuevo impulso en la vocación de quienes la escuchaban. Asistió prácticamente a todas las convivencias que hubo en Caracas hasta el año 2002, cuando su salud comenzó a deteriorarse.

En el año 2015, un accidente cerebrovascular le afecta al habla. Se iba haciendo realidad lo que ella misma había comentado 15 años atrás: “Yo creo que cuando una se va poniendo mayor, Dios le va quitando poco a poco los sentidos para que nos metamos más en Él, para que nos centremos en lo importante”.

Una vida larga, una entrega constante

Durante este tiempo, como a lo largo de su vida, estuvo acompañada por personas de su propia familia y del Opus Dei, pendientes de lo que por su salud necesitase.

En 2016 sufrió otro accidente cardiovascular. Dos días después, acompañada de su sobrina Irene, médico, falleció en Caracas el 10 de octubre de 2016.

De la larga vida de Elena destacan dos aspectos de su personalidad que se advierten desde los primeros momentos de su vocación hasta su muerte. Uno es su vibración apostólica que se manifiesta desde las reuniones con sus amigas en la chocolatería de la Plaza de la Virgen en Valencia, hasta la atención humana y espiritual de la enfermera que la cuidó en los últimos años de su vida.

El segundo aspecto de su personalidad que también recorre toda su trayectoria vital fue su extraordinaria sensibilidad social y su intenso compromiso con la justicia social. A Elena le dolía la situación de su país y se desvivió por remediar las carencias de las personas más desfavorecidas acudiendo a sus barrios, dando clases y atendiéndolos en sus necesidades.

Junto a ello y para terminar, hay que señalar otro aspecto: su serena alegría -arraigada en la fe- que contagiaba ánimo entre sus familiares, colegas y amigos, muy numerosos, que conservan como un tesoro su ejemplo y sus enseñanzas.