Evangelio del jueves: obedecer es amar

Comentario del jueves de la 5.ª semana de Pascua. “Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa”. Jesús no se deja ganar en generosidad cuando ve nuestra ilusión de obedecer tal como Él obedeció al Padre.

Evangelio (Jn 15,9-11)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa.


Comentario

Permanecemos muy atentos a estas palabras de Jesús, pronunciadas durante la Última Cena. Son como su testamento espiritual, dirigido a sus discípulos más cercanos. Imaginamos su mirada que acompaña las confidencias que salen de lo más hondo de su corazón, para que queden grabadas en el nuestro. Jesús nos ha hablado también de la unión total entre Él y el Padre; por eso, el Amor del Padre y el del Hijo es el mismo. Un Amor que ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Romanos 5,5), para que sea correspondido, pues amar es desear el bien del amado. Jesús, con su Amor, desea nuestro bien y nosotros, con ese mismo Amor, deseamos también su bien. ¡Qué importante es no salirse de esa corriente de amor!

Para ello, nos comprometemos a guardar los mandamientos de Jesús, que Él mismo ha practicado antes de predicarlos: la oración continua, las buenas obras hechas cara a Dios, el perdón a los enemigos, la pureza de corazón, la mirada limpia, la atención a las necesidades del otro como si fueran propias, el desprendimiento de los bienes terrenos, etc. Practicar todas estas enseñanzas, que podemos encontrar resumidas en el sermón de la montaña (cf. Mt 5-7), es permanecer en el amor de Dios.

Podemos pensar que valemos poco, y menos todavía nos parece valer lo que podemos hacer por corresponder al amor divino. Así lo consideraba San Josemaría en Camino: ¡Qué poco es una vida para ofrecerla a Dios!1, pero Jesús no espera grandes hazañas. Es más, siente un amor de predilección por los pequeños, incapaces de casi nada por sí mismos. Por eso nos consuela la parábola de los talentos: “Muy bien, siervo bueno y fiel; porque has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor” (Mateo 25,21), en el gozo inefable del amor divino. Nunca nos faltará la gracia del Espíritu Santo para permanecer fieles, y poder así rezar con el salmista: “Me enseñas la senda de la vida, saciedad de gozo en tu presencia, dicha perpetua a tu derecha” (Sal 16,11).


1 San Josemaría, Camino, n. 420.

Joseph Boira / Photo: Pexels - Andrea Piacquadio