Unas vacaciones muy bien aprovechadas

Un grupo de matrimonios vive anualmente unas vacaciones diferentes: ayudar, divertirse, y cuidar la familia son los requisitos para asistir.

Desde hace seis años, un grupo de matrimonios tapatíos nos reunimos con la inquietud de pasar unas vacaciones diferentes, en las cuales nuestros hijos aprendan a ser generosos de forma divertida, como animaba san Josemaría Escrivá de Balaguer.

Nos trasladamos a una comunidad indígena de la sierra para acampar, convivir y trabajar. Con el tiempo se ha consolidado la Promoción Rural Familiar que se realiza cada año y ahora involucra a muchas familias que participan con lo que cada una puede: en la organización, en el trabajo material, viajando con su familia, consiguiendo donativos, etcétera.

Hemos sustentado esta experiencia en dos ideas centrales:

En estas vacaciones no olvides que TU FAMILIA VA PRIMERO.

El trabajo que se empieza se debe hacer bien y hay que terminarlo.

Lo primero que hacemos es rezar y ofrecer toda la labor, porque cada vez hay más trabajo y son más las familias que quieren participar. Luego, hablamos con el sacerdote que atiende la zona para identificar las necesidades más apremiantes y después… ¡manos a la obra!

Las actividades se organizan en función de las profesiones de los padres, las aficiones de los hijos y las necesidades de los lugareños.

Montamos un “centro de acopio”, que suele ser la cochera de alguna de las familias, distribuimos las actividades, los talleres y clases, y cada quien, con su familia y amigos, consigue lo necesario para sacar adelante su encargo.

Aunque hay mucho que contar sobre las actividades que se realizan -atención médica, asistencia material, talleres, clases de higiene, costura, catecismo, pláticas formativas, etcétera- y sobre muchas personas a las nos gustaría mencionar y agradecer, platicaremos sólo un poco de lo que unas vacaciones diferentes ha significado para nuestra familia.

Hemos aprendido a disfrutar con todo y a gozar con poco. No se necesitan vacaciones cada vez mas sofisticadas para pasarla bien. Hemos visto que nuestros hijos aprenden a hacer más amigos, y que cada uno se muestra como es y todos lo aceptan. En las fogatas del campamento conviven desde el de 6 años hasta el de 20, unidos por sus gracias, chistes, magia, etcétera.

Además, hemos ido prescindiendo de muchas comodidades y complicaciones: papás e hijos tenemos que pasar frío, hambre y cansancio, o sacrificar algunos gustitos para terminar de pintar o impermeabilizar la Iglesia o ponerle techo a la casa de una familia, atender el dispensario, etcétera.

El Santo Padre mencionó en una ocasión que: “Cuando una persona no solo cumple con su deber en la vida profesional y familiar -y para hacerlo bien son necesarias mucha fuerza y un gran amor- sino que además se compromete a ayudar a los demás, dedicando su precioso tiempo libre al servicio del hombre y de su dignidad, su corazón se dilata” (Benedicto XVI discurso 9/IX/07). ¡Vale la pena! Y en nuestro México tenemos muchas oportunidades para ponerlo en práctica.