Una tertulia improvisada con los socios del Club Chamas

San Josemaría tuvo un encuentro con jóvenes universitarios en la RUP a la que no fueron convocados los socios del Club Chamas. Alguno se intentó meter a la tertulia a escondidas, pero fue sorprendido por el “cerco de seguridad” que los más grandes habían implementado. Finalmente lograron ver al Padre atrayéndolo con sus cantos.

Por la tarde del sábado 30 de mayo de 1970, San Josemaría volvió a la Residencia Universitaria Panamericana (RUP) para tener un encuentro con universitarios. Según se cuenta en el diario de la Comisión Regional «habría ahí alrededor de doscientos cincuenta muchachos. Aunque se metieron muchas sillas extra en el auditorio de la RUP, no cabían ahí todos, ni de pie; fuera en el vestíbulo se quedaron varios, pero oyeron todo muy bien porque se montó un buen sistema de sonido»

Al fondo de la RUP, en el jardín, había una pequeña casita donde tenía su sede un Centro llamado Rup Inn «dónde se hacía labor con gente joven, sobre todo de los que estudiábamos en Cedros. También era la sede del Club Chamas, el antecesor del Club Drakkar» como nos cuenta Alejandro Salas quien esa tarde estuvo ahí. «Tenía en aquél entonces 13 años y tres meses. Mis padres supernumerarios, y tres hermanos numerarios: Ana María, Ramón y José Luis. Yo iba por el club Chamas y asistía, cómo el resto de los amigos al Centro llamado Rup Inn. Estudiaba 1º de secundaria».

Alejandro, hoy sacerdote, recuerda que en esos días les resultaba fácil entrar a la RUP, también cuando iba el Padre, ya que, para entrar al club, había que cruzar por un pasillo de la residencia y desde el club, asomarse y ver a san Josemaría «sobre todo cuando eran tertulias en lo que era el estacionamiento». La tertulia a la que nos estamos refiriendo — a la que no fueron convocados los más pequeños—, fue dentro de la residencia por este motivo los jovencitos, que no perdían la ilusión por ver al Padre, la tuvieron más complicada.

En un testimonio escrito por otro de los socios del club, cuyo nombre no consta, nos podemos hacer idea de las fuertes “medidas de seguridad” que se habían implementado aquella tarde: «como el Padre iba a tener tertulia en el auditorio, había muchos guardianes en la puerta de la Residencia que no permitían la entrada. Para los de Rup Inn ni modo de entrar, porque la tertulia era para mayores. Ni siquiera nos dejaban pasar a nuestra casa: decían que no se fiaban de nadie. Cuando llegó el Padre, los guardianes se inquietaron… yo me fui para adentro como quien no quiere, y ya casi entro, nomás que un “monote” me detuvo. […] Entonces me fui a Rup Inn, y allí me encontré con todos los demás, pues José, el director del Club, había conseguido que los dejaran entrar a nuestra casa terminado el peligro de colarnos en la tertulia»

Continúa el padre Alejandro: «estábamos unos 10 en Rup Inn, y teníamos mucho borlote, jugábamos, cantábamos, etc. Y alguien se acercó a decirnos que se oía ruido, que le bajáramos para no molestar. Pero, como buenos mexicanos, concluíamos que lo mejor era armar más relajo, para que nos oyera nuestro Padre ̶ san Josemaría̶ y quizá se animaría a visitarnos». Nuestro segundo relator cuenta que a continuación «vino otro, y dijo que nos había oído el Padre y que vendría a Rup Inn. De primera intención dudamos, no fuera una invención para que nos calláramos». Efectivamente, después de la tertulia y antes de abandonar la RUP, el Padre quiso acercarse a saludar a los pequeños.

Alejandro Salas recuerda que «llegó el Padre acompañado de varias personas, y le esperábamos en el vestíbulo que estaba al entrar a las instalaciones de Rup Inn. Nos saludó a cada uno, dándonos un beso, y luego pasó a conocer las instalaciones que son muy pequeñas. Fue una visita muy breve, pero palpamos el cariño de nuestro Padre por la gente joven. Seguramente nos habrá dicho algo, pero no lo recuerdo».

El testigo desconocido nos comenta que «el Padre hizo bromas con algunos (…) A cada uno nos hizo la señal de la Cruz en la frente, y cuando me la hizo a mí me puse nervioso, pero luego nomás se me pasó. Vio también nuestra casa y todos nos fuimos detrás. (…) Luego nos dio la bendición a todos y nos pidió que rezáramos una avemaría por él. Después que se fue, yo recé la avemaría, pero como me pareció corta, recé otra. Ya no se me olvidará, porque ahora, cuando entro en Rup Inn, me acuerdo que el Padre estuvo aquí y nos pidió que le rezásemos a la Virgen por él».

Alejando Salas afirma que «estos recuerdos siguen siendo muy vivos, aún 50 años después».