La primera vez que oí hablar de Josemaría Escrivá fue mientras realizaba mis estudios universitarios. En aquella época, estaba recibiendo clases de Catecismo en preparación para el bautismo. Han transcurrido más de doce años desde entonces.
Sus enseñanzas son una invitación a vivir de fe. Luchar por alcanzar la santidad es sencillo: se trata de hacer bien nuestro propio trabajo, de desempeñar a conciencia nuestros deberes y responsabilidades y hacer de todo una ofrenda para Dios.
San Josemaría me ha enseñado cómo rezar, cómo tener amistad íntima con Jesucristo. En Amigos de Dios nos dice: "No es cristiano pensar en la amistad divina exclusivamente como en un recurso extremo (...) A los que amamos van constantemente las palabras, los deseos, los pensamientos: hay como una continua presencia. Pues así con Dios".
En mis relaciones con los demás, especialmente con mi esposo y mis hijas, me recuerda que debo ser generosa y estar dispuesta a hacer sacrificios que nadie note. Estoy segura de que si los ofrezco con amor serán muy apreciados por Dios.
Este relato ha sido publicado en el folleto "La alegría de los hijos de Dios", de Alberto Michelini. © 2002 Oficina de Información del Opus Dei.