Enseño catequesis cristiana a un grupo de chicas en Malmö. Como es normal, estábamos entusiasmadas con la visita de Papa Francisco. Sin embargo, nos dio pena saber que en el programa inicial no estaba prevista una misa del Papa para los católicos. Muchos le escribieron y él decidió quedarse medio día más en nuestro país.
Inicialmente, sólo se hablaba de un encuentro ecuménico en la catedral de Lund. Por eso, entre las chicas surgió la pregunta: “¿Y nosotros? ¿Podremos los católicos ver al Papa?”.
Una ha oído decir que la gente escribe al Papa y que él responde. Cuando la gente se quejaba un poco descorazonada por las noticias, les decía: "¡Pues escríbeselo!". Propuse la idea a las chicas a las que enseño catequesis y ellas también quisieron contarle lo contentas que estábamos de que viniera aquí y lo ilusionadas que estábamos con su visita.
El problema que surgía era: ¿cómo hacerle llegar nuestras cartas al Papa? Me acordé entonces de que un amigo de mi padre es sacerdote y vive en Roma. El Papa y él son amigos desde el tiempo en que Bergoglio era arzobispo en Buenos Aires, así que le pregunté si podía darle las cartas a Francisco. Sé que el Papa las leyó y las agradeció. Pocos días después me enteré de que se había alargado la estancia en Suecia. ¡No creo que fuera mi carta la que le convenció, el asunto es mucho mayor que todo eso, pero uno tiene la esperanza de que supuso una ayuda!
En mis letras le contaba que, de hecho, es difícil y heroico ser católico en Suecia. Uno se puede sentir muy solo: eres la única único en la clase que eres católica, la única en el lugar de trabajo, en tus amistades... Necesitamos ánimos y apoyo, y el Papa es para nosotros como un padre.
Gracias a Dios, mis chicas de catequesis y yo pudimos ver al Papa muy cerca en la Misa en Swedbank stadium en Malmö. Su compañía nos durará para siempre.