Un mensaje grande en la pantalla chica

Luis Mendoza es agregado y actualmente trabaja como agente de seguros. Por un tiempo tuvo dos programas de televisión en San Luis Potosí, experiencia en la que comprobó que actuar como payaso y aparecer en la pequeña pantalla también son camino de santidad.

Tuviste un programa de televisión, ¿de qué se trataba?

Casi siempre me he dedicado a la educación, pero ahora también soy un agente independiente de seguros. Hace algún tiempo tuve dos o tres programas de televisión. Uno era un poco cómico porque era un bazar televisivo, entonces se trataba de vender cosas, pero en la televisión. Yo no creía que alguien fuera a comprar algo, pero la gente sí iba a tocar a las instalaciones de la televisora para adquirir las cosas. Era hacerlo de forma cómica, entonces nos disfrazábamos de payasos y de otros personajes y ofrecíamos la mercancía en plan chistoso. Y luego a la gente le gustaba mucho ir al programa a comprar las cosas porque les hacía ilusión salir en la tele. Todo esto es motivo de santificación.

Nos disfrazábamos de payasos y de otros personajes y ofrecíamos la mercancía en plan chistoso.

Después, hace como dos años, retomé un programa de televisión educativo. Eran capsulas de educación familiar, formación de los valores, temas de actualidad. Como el programa era en vivo, la gente podía enviar preguntas que contestábamos al aire. Ese programa era de gran responsabilidad. En cuarenta minutos nos hacían como setenta u ochenta preguntas, pero definitivamente no podíamos contestarlas todas. Nos preguntaban cosas de todo tipo, así que esto nos servía para dar ideas claras, de valores, de buen comportamiento, de cómo educar a los hijos, incluso dábamos consejos matrimoniales. Y la gente los agradecía. A veces, me encontraba en el súper –¡porque los agregados también vamos al súper!- a señoras que habían hablado al programa y me daban las gracias por el consejo.

¿Se puede encontrar a Dios en la televisión?

Hay que empezar tratando a los que trabajan en la televisora. Encontrar a Dios en la televisión implica encontrar a al agente que ya está ahí: a los productores, a los camarógrafos, a todos, pero también a los miles de personas que ven los programas. La gente puede acercarse a Dios a través de un consejo o de un comentario. No significa que hay que hablar de religión, sino que hay que entender que detrás de esos consejos está Dios.

También me he hecho muy amigo de productores, de camarógrafos, de las personas encargadas de la edición, y el trato personal con ellos facilita el ver qué pasa en sus vidas. Y poco a poco es posible ayudarlos a que se acerquen a Dios. Debo decir que también hay gente muy buena trabajando en la televisión.