Un gran tesoro en el cielo

Lupita e Ismael Cárabes recuerdan con cariño su encuentro con Mons. Javier Echevarría en Aguascalientes. Han pasado ya seis años pero tienen muy grabado que les habló sobre el amor y la generosidad, pero también sobre la cercanía de los cuatro hijos que perdieron aquí para ganarlos en el cielo.

¿Nos platican un poco de su familia?

Lupita Gaspar: Nos casamos en el 2000. Tenemos tres chaparros: Juan Pablo, Josemaría y Lucía.

Ismael Cárabes: En el año 2003 Lupita me dijo que estaba embarazada, lo que nos causó gran gozo. En marzo de 2004 nació Juan Pablo. Aunque llegó de manera prematura, todo salió muy bien. Al poco tiempo Lupita me dijo que nuevamente íbamos a ser papás, pero desafortunadamente perdimos al bebito debido a un aborto espontáneo. Pasó el tiempo y Lupita nuevamente se embarazó. Nos dieron la noticia de que iba a ser una niña, lo que nos dio mucho gusto porque íbamos a tener la “parejita”. En la semana 26 de embarazo, la bebita nació en una situación extrema, muy complicada. La bautizamos y le pusimos María José. Vivió siete días en terapia intensiva, y al final se la regresamos a Dios. A partir de ese momento tomamos la decisión de iniciar un proceso de adopción. Sin embargo, al poco tiempo Lupita quedó embarazada nuevamente, pero nuestro cuarto hijo también se perdió. Después de algunos meses, nos dijeron que estábamos esperando a nuestro quinto hijo. El embarazo empezó muy bien, sin complicación alguna, pero en la semana 26, en la misma en la que nació María José, nació Santiago. Estábamos conscientes de la gravedad de la situación, del problema tan serio que tenía el pequeñito, y nos dimos a la tarea de bautizarlo. Dos días después falleció. Entonces comprendimos que si bien teníamos a cuatro hijos en el cielo, quizá Dios nos pedía buscar a un hijo mediante la adopción. Regresamos para continuar con el proceso y en un periodo muy rápido -10 meses- recibimos una llamada para avisarnos que nuestro hijo ya había nacido. Fuimos por él y así se concretó lo que habíamos ansiado tanto: un hijo más. Le pusimos Josemaría. Poco después recibimos la noticia de que nuevamente íbamos a ser padres y llegó Lucía a seguir llenando de alegría nuestras vidas.

¿Cómo se vive el dolor desde una perspectiva cristiana?

Ismael: Hay que darnos cuenta que el sufrimiento es parte de la existencia del ser humano y también del plan de Dios. A veces no entendemos: cuando las cosas van bien en la vida, pues Dios es muy bueno, Dios nos quiere mucho; pero cuando hay alguna contrariedad, un dolor muy fuerte, un revés económico, la manera de ver a Dios cambia, deja de ser ese Padre bueno. Muchas veces en la vida le damos la espalda, y buscamos la solución en otro lugar. Pero es justo en esos momentos cuando debemos tener más fe, cuando más debemos confiar en Él. Tenemos que darnos cuenta que el plan de Dios es el mejor.

Y también hay que recordar la visión cristiana del dolor: somos corredentores con Cristo. Jesucristo no se ahorró ningún sacrificio para salvarnos. Si nosotros ofrecemos el sufrimiento que estamos viviendo y nos unimos a Cristo, entonces ganamos cielo. Y otra cosa muy importante es no olvidar que somos hijos de Dios. Hemos vivido situaciones muy difíciles, pero hemos encontrado, en Él, toda la gracia necesaria para salir adelante.

Le hicieron una pregunta al Prelado durante su última visita a México…

Lupita: En agosto de 2009 vino el Prelado del Opus Dei. Le preguntaron a Ismael si quería hacerle una pregunta durante una reunión general. Y aceptó. Fue una pregunta sobre el tema de la familia…

Ismael: Le dije que habíamos muchos papás que deseábamos tener hijos, y le pregunté cómo podíamos ayudar a nuestros amigos que, en cambio, no querían tenerlos. Su respuesta fue en términos de la generosidad de abrirnos al amor hacia la esposa y hacia los hijos, para poder llevar más almas al cielo.

Lupita: Le explicamos que habíamos tenido a Juan Pablo, y que después habíamos perdido a cuatro hijos, y que había llegado Josemaría. Él le contestó a Ismael que Dios podía volver a confiar en nosotros y llegar a ser padres otra vez. Nos dijo también que teníamos cuatro ángeles en el cielo.

Ismael: Sí, de una manera muy cariñosa nos hizo saber que habíamos cumplido como papás y que habíamos hecho bien al bautizar a nuestros hijos. También nos dijo que debíamos estar alegres porque teníamos muy cerca a nuestros cuatro hijos, incluso más que a los que estaban con nosotros. Al hablar de nuestros hijos que están en el cielo, nos dijo que teníamos un gran tesoro, que les pidiéramos mucho y que en todo momento iban a estar velando por nosotros. Y sí, dentro de su misma respuesta nos dijo que era muy probable que Dios volviera a confiar en nosotros. Pocos meses después, Lupita me dijo que estaba embarazada. Lucía nació en término, un 9 de noviembre, pesando tres kilos.

¿Cómo los ha ayudado su vocación de supernumerarios?

Lupita: Yo creo que cada día te planteas el ser mejor. Cuando una falla, pues hay que ofrecerlo a Dios, levantarse e intentar hacerlo mejor: en cuestiones con los hijos, en cuestiones de la casa, del trabajo, en cualquier cosa.

Ismael: Y recordar que la Obra es madre. Y además nos queda muy claro que el matrimonio, al ser un sacramento, es un medio de santidad. La Obra continuamente nos está cuidando y formando, y nos ayuda en esa lucha por ser mejores.