Un club en Monterrey cuyo nombre es sinónimo de alegría

El club Smaky es una labor apostólica para niñas impulsada inicialmente por Linda Canizal, numeraria auxiliar, nativa del Estado de Morelos. Actualmente asisten alrededor de veinticinco niñas, cuyas mamás también comenzaron a recibir formación. ¿El método? El cariño.

Smaky significa alegría en ruso. También es el nombre de un club de niñas en Monterrey. “Alegría… eso significa nuestro club”, dice la directora Linda Canizal.

El club Smaky es una labor apostólica para niñas impulsada inicialmente por Linda Canizal, numeraria auxiliar, nativa del Estado de Morelos, vive en Monterrey desde hace varios años. Actualmente asisten al club alrededor de veinticinco niñas de entre ocho y catorce años, a recibir formación, realizar diversas dinámicas y paseos, así como tener charlas y convivencias.

Las dificultades no faltan, la ayuda tampoco.

El club surgió en 2017 por iniciativa de Linda y las que vivían en su casa. Linda comenta que la idea de llevar un club le causaba mucha ilusión, porque recordaba las ideas de San Josemaría sobre la importancia de formar a las personas desde temprana edad. “Yo llegué hace dos años a esta casa y me ilusioné con que tuviéramos un club, porque no teníamos nada.” “Yo tenía la ilusión de comenzar el proyecto, pero no fue fácil al principio, porque queríamos que vinieran niñas, pero ¿de dónde las íbamos a sacar?”. Las primeras dificultades no se hicieron esperar, pero tampoco la ayuda de Dora del Hoyo, primera numeraria auxiliar en el Opus Dei. Linda recuerda que comenzó a rezar mucho a Dora, encomendándole el éxito de la labor que aún no iniciaba.

Al poco tiempo, tras buscar y preguntar por niñas que asistieran al club, una cooperadora del Opus Dei comentó que ella daba catecismo en San Bernabé y que podrían ser las niñas de su catecismo quienes fueran al club. Sólo hacía falta alguien que llevara y trajera a las niñas, pues San Bernabé se encuentra a 40 minutos de la casa. La ayuda tampoco se hizo esperar. Unas universitarias que se forman en el Opus Dei propusieron encargarse de llevar y regresar a las niñas de San Bernabé. Resuelto.

En octubre del 2017 el club Smaky dio el banderazo. “Al principio vinieron cinco niñas, al segundo quince, después dieciocho, veinte, veinticinco…” El club creció rápidamente y las actividades fueron haciéndose más diversas, entre las que se encuentran cursos de retiro, clases de cocina, dinámicas y charlas. Linda cuenta que en marzo de2018, las niñas más grandes, tuvieron su primer curso de retiro en el que “estuvieron felicísimas”.

Al poco tiempo, tras buscar y preguntar por niñas que asistieran al club, una cooperadora del Opus Dei comentó que ella daba catecismo en San Bernabé y que podrían ser las niñas de su catecismo quienes fueran al club.

¿Sólo para las niñas?

Las niñas no son las únicas que reciben formación en el club Smaky. Linda recuerda que cuando hablaban con las mamás para pedirles permiso para que sus hijas fueran al curso de retiro, una de ellas le dijo: “oye, y para nosotros, ¿cuándo podemos tener un curso de retiro?, que no nada más sea para las niñas, sino también para nosotras”. Al percibir la inquietud de las madres de familia por recibir formación, Linda y las demás que atienden el club, comenzaron a pensar cómo involucrar también a las mamás.

Comenzaron por invitar a las mamás con sus hijas a la posada del club, que festejaron en diciembre, en la cual pudieron conocer más la sede del mismo y tener un rato de convivencia. Linda menciona que la formación de la hija y la mamá debe ser congruente e ir “a la par”. Por esta razón, se propusieron que cada dos meses se diera una clase a las mamás, para hablarles sobre valores, así como guiarlas en la educación y acompañamiento de sus hijas. “La tuvimos en mayo y vinieron once señoras. Estuvieron felices y pidieron que se volviera a hacer, la próxima será en junio”.

Linda anima a las mamás y papás de las niñas que asisten al club, o que podrían asistir, a “que las dejen aprovechar estas oportunidades, porque es una manera de ayudarlas en su formación. La adolescencia es una etapa muy difícil, entonces, si la mamá y el papá no están preparados, es muy difícil controlar situaciones concretas de sus hijas. Si ellas vienen a un club, les vamos a ayudar porque aquí tenemos esa disposición y experiencia. […] Nuestra meta principal es que las niñas tengan valores, que sean buenas hijas, buenas estudiantes, buenas cristianas, ese es el mayor objetivo que nosotros tenemos”.

Lo difícil hecho fácil

La obediencia, dice Linda, es lo más difícil de manejar en el club, “porque están en una edad en la que igual y no te quiero obedecer”. Sin embargo, si hay algo que facilita lo difícil, es el cariño. En el club Smaky, aparte de las diversas actividades, las niñas tienen preceptoría. que es dar atención personal a cada una de las niñas, a través de la cual se brinda acompañamiento en el crecimiento personal y espiritual. “Aquí no queremos que vengan miles de niñas, sino que nosotras podamos llegar a cada niña, que es lo específico del Opus Dei: el trato personal”.

La adolescencia es una etapa muy difícil, entonces, si la mamá y el papá no están preparados, es muy difícil controlar situaciones concretas de sus hijas. Si ellas vienen a un club, les vamos a ayudar porque aquí tenemos esa disposición y experiencia. […]

El acompañamiento, cuenta Linda, puede ser difícil porque es una edad en que a veces no se quiere escuchar consejos. No obstante, en el club se va logrando que lo que se recibe en la formación que se brinda se vaya “haciendo vida”, ¿cómo?, a través del cariño y la comprensión. Linda comenta que los regaños y las prohibiciones son la vía difícil de la formación porque se ve como algo impuesto; en cambio, el cariño invita a hacer las cosas por voluntad propia.

“Se trata de tener mucha comprensión, mucho cariño con cada niña. Así es más fácil esa formación, porque van a ver ese cariño que tienes por ella”