Soy de Puebla, ¿y qué?

Con la narración de divertidas anécdotas, Aurelia recuerda que desde que llegó a Roma, Don Álvaro siempre le “tomó el pelo”. También narra cómo vivió el 23 de marzo de 1994, fecha del fallecimiento de Mons. Del Portiilo.

Viví quince años en Roma. Desde que llegué, don Álvaro comenzó a “tomarme el pelo”: me decía “pequeña, pequeñaja”. En una ocasión, durante una reunión, no pude entender lo que me dijo, entonces le contesté: “Mande, Padre”. Yo acababa de llegar de México, y aquí se dice “mande”. Don Álvaro me respondió: “Sí mando”.

En otra ocasión, don Álvaro me preguntó sobre mi lugar de origen. Le dije: “Padre, soy de Puebla”. Y él me contestó: “Ah, ¡eres de Puebla! ¿Y tú dices  ‘Soy de Puebla, ¿y qué?’.  Padre, la verdad es que yo ya ni me acordaba que en mi tierra se dice eso”. 

El 23 de marzo de 1994

Nosotras nos enteramos como a las 5:30. Nos fueron a despertar, una a una, diciéndonos que el Padre se había ido al cielo, que había muerto. Nadie reaccionaba. En cuanto se pudo, todas bajamos al oratorio, tuvimos la misa y partimos rápidamente hacia Roma. Cuando llegamos a Santa María de la Paz, don Álvaro ya estaba tendido en el túmulo. Cada una fue pasando. Yo me acerqué, estuve un buen rato, le besé la frente y las manos varias veces, pidiéndole por la fidelidad y la santidad de todas, para que supiéramos llevar el Opus Dei cómo él lo había hecho hasta ese momento.