¡Solidaridad y hospitalidad en un pueblo llamado san Rafael en Turrialba, Costa Rica!

Con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, un grupo de jóvenes mexicanas emprendió su viaje con destino final a Panamá, este 17 de enero.

Con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Panamá, un grupo de jóvenes mexicanas emprendió su viaje con destino final a Panamá, el 17 de enero del 2019.

Con muchas expectativas e ilusión por compartir la alegría del viaje, decidieron en primer lugar y como parte del su participación en la jornada, hacer labor social en Costa Rica, visitando por 3 días -del 18 al 20 de enero- la comunidad rural de San Rafael de Santa Cruz de Turrialba, en Cartago.

El grupo estaba compuesto de jóvenes que frecuentan en su mayoría el club Yakatia, que está al oeste de la Ciudad de México. Muchas de esas jóvenes, además de ser alumnas del colegio Monteverde.

Lilay Alcocer, una de las personas a cargo del grupo y quien desde hace meses organizó esta visita apoyada por una costarricense, relata la experiencia vivida en esos días.

“Hicimos durante todo un año algunas actividades de preparación para la jornada y finalmente vinimos 36 personas. Hicimos un plan de visitas a familias, actividades para la comunidad, entre otros.

La verdad es que la actividad ha resultado muy buena y muy positiva, porque logramos que las jóvenes participantes se identificaran con el plan de la jornada. Tuvimos la oportunidad de contar con un sacerdote mexicano de la Obra que atendió todos los días durante la mañana la misa con una homilía dirigida tanto para la gente de la comunidad como para las jóvenes, siempre con el objetivo de reflexionar sobre el mensaje de la jornada e ir preparándonos también espiritualmente para las actividades.

Fue una experiencia muy bonita, nos alojamos en una cabaña en Santa Cruz de Turrialba, que nos facilitó una familia costarricense, cercana a la Obra. Representó todo un reto porque era estar 36 personas en una casa que, aunque era amplia, suponía un esfuerzo para acomodarse en el uso de las áreas como: baños, espacios para dormir, la cocina, etc. Todos los días caminábamos bastante para poder llegar a la capilla que nos consiguieron.

Nuestra labor consistía en visitar familias en la comunidad y en la tarde hacíamos dábamos catecismo y hacíamos juntos manualidades. Las 36 nos organizamos en cinco equipos y tuvimos la oportunidad de realizar alrededor de 16 a 20 visitas. También hubo visitas del sacerdote, acompañado por personas de la comunidad, a familias donde estaban los más enfermos o que no podían asistir a las actividades en la iglesia durante la mañana. Por nuestra parte, íbamos tocando las puertas de las casas del pueblo con el fin de conversar con las familias, contarles que veníamos de México hacia la jornada y dar un poco de lo de lo que hemos recibido como parte de nuestra preparación a la jornada.

En una de las casas que visitamos nos impresionó que una señora al oírnos entrar empezó a decir que estaba impresionada y muy agradecida con Dios, que se sentía bendecida porque para ella, que las jóvenes que íbamos a ir a Panamá a la jornada estuviéramos en su casa, era como si el Papa estuviera yendo a visitar esa comunidad y llevando su mensaje.

Algo que a todas nos tiene muy impresionadas de Costa Rica es su gente, la capacidad de darse, de servir. De hecho un día el sacerdote dijo que le impresionaba la gentileza de los costarricenses. Nosotros en México al contestar cuando una persona agradece decimos: “De nada” y en Costa Rica cuando dices gracias contestan “con gusto” y la frase con gusto no era sólo una palabra, sino que realmente todo lo hacían con una sonrisa.

Desde el principio en esa comunidad nos recibieron como si fuera nuestra casa.

El primer día llegamos muy tarde por la noche, y a pesar de eso mucha gente de la comunidad de san Rafael nos estaba esperando para poder llevarnos por el camino empinado de lastre que lleva hacia la finca donde nos alojaríamos. Una de las chicas venía en muletas ya que tiene un pie lastimado y sin pedirlo, todos los días a las 8:30 de la mañana, antes de salir de la casa, ya estaban las personas de la comunidad listas para llevar a esta joven a la capilla y que no tuviera que caminar. Ese fue uno de tantos detalles de servicio que nos impresionaron.

Durante las tardes, cuando llegaba la gente al catecismo y a las actividades se facilitaba espacio para confesiones, que las jóvenes, como la gente de la comunidad, aprovecharon y pasaron a platicar con el sacerdote. También hubo espacios para hacer ratos de oración y así poco a poco se van disponiendo mejor para lo más importante de la jornada, que es el encuentro con Cristo”

Isabel Fernández del Castillo, otras de las participantes en la actividad dijo: “Lo que más nos ha impresionado en Costa Rica es la gente con la que nos encontramos en el pueblo de Santa Cruz de San Rafael; conforme pasaban los días la gente estaba disponible para servir al grupo en lo que hiciera falta y de verdad su reacción fue impresionante conforme pasaron los días. Nos fuimos dando cuenta que san Rafael, patrono de esta labor de jóvenes, fue el que se tomó en serio el facilitarnos las cosas y auxiliarnos en todas nuestras necesidades”

Estamos seguras de que este paso por la comunidad de San Rafael, en Costa Rica, ha dejado huella en todas nosotras y en esa comunidad. Nos llevaremos para la jornada y para México mucho de esa hospitalidad que recibimos para entregarla a los demás, tal como lo hicieron las personas de ese pueblo con nosotras.

¡Gracias Costa Rica!