San Josemaría y su amor por la Iglesia y el Papa

Con ocasión de la fiesta de san Josemaría, el autor recuerda algunos momentos de la visita del Fundador del Opus Dei a México en 1970.

Momento de la visita de san Josemaría a México en 1970, le acompañan el siervo de Dios Álvaro del Portillo y Mons. Javier Echevarría, actual Prelado del Opus Dei.

El 26 de junio, la Iglesia conmemora la fiesta de san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.

Con ocasión de esta celebración, me ha venido a la memoria aquel año de 1970,  cuando en los meses de mayo y junio, este santo de nuestro tiempo visitó México. Tuve la oportunidad de asistir a varios encuentros de  estudiantes con él.

Momento de la visita de san Josemaría a México en 1970, le acompañan el siervo de Dios Álvaro del Portillo y Mons. Javier Echevarría, actual Prelado del Opus Dei.

 Recuerdo que nos decía que había venido a nuestro país, a rezarle a la Virgen de Guadalupe en la Basílica y que una de sus principales intenciones era pedir por la Iglesia y por el Papa.

–"¡Hijos míos, tenemos que rezar y amar mucho a la Iglesia y al Papa!” –nos repetía con frecuencia.

Eran los años posteriores al Concilio Vaticano II. El mensaje y los documentos emanados de esta asamblea conciliar -que tuvo lugar en la Basílica de  San Pedro, Roma-, sin duda   constituyen un perenne e invaluable tesoro que ha enriquecido la Teología dogmática, pastoral, ascética y espiritual de la Iglesia universal.

Sin embargo, por aquellos años, no faltaron quienes –dentro de la misma comunidad eclesial– sembraron la confusión doctrinal, bajo un supuesto “espíritu posconciliar”, produciendo una grave desorientación en no pocas almas de diversos países.

Esta situación le dolía profundamente al Fundador del Opus Dei. Así que, entre otros recursos, san Josemaría tomó la decisión de comenzar a visitar numerosos santuarios dedicados a la Virgen María, comenzando por Europa, para suplicarle a Nuestra Madre que intercediera ante su Hijo, Jesucristo, para que pusiera punto final a esta etapa de desconcierto y dura prueba.

Nos decía: 

– "Hijas e hijos míos queridísimos: os habréis preguntado por qué voy, en estos últimos años, de un Santuario de la Santísima Virgen a otro, en una continua peregrinación a través de muchos países (…). ¿Qué pide el Padre? Pues el Padre pide a los pies de Nuestra Madre Santa María, Omnipotencia suplicante, por la paz del mundo, por la santidad de la Iglesia, por la Obra…”.

También nos animaba a pedir por todos los Cardenales, Obispos, religiosos y sacerdotes. Recuerdo unas palabras suyas que me han resultado inolvidables acerca de los presbíteros:

– "Amad a vuestros sacerdotes, amadlos; en esta tierra nuestra de México hacen falta más sacerdotes, también faltan en todo el mundo. Pienso pedir a la Virgen bendita, en la Villa, que no falten sacerdotes santos aquí –como los tenéis–, en mucha abundancia, porque no hay suficientes sacerdotes para el número de habitantes de México”.

"Tu más grande amor, tu mayor estima, tu más honda veneración, tu obediencia más rendida, tu mayor afecto ha de ser también para el Vice-Cristo en la tierra, para el Papa": San Josemaría.

Desde el inicio de su estancia en la Ciudad de México, quiso cuanto antes realizar una Novena de visitas a la Morenita del Tepeyac para rezar las tres partes del Santo Rosario y hacer largos ratos de oración, acompañado de algunos miembros del Opus Dei.

Desde una discreta tribuna, en la parte superior de la antigua Basílica de Guadalupe, le salían del alma estas palabras:

– "¡La Virgen Morena! ¡Bien, bien! Y es que me faltan las palabras para demostrarte mi alegría, tan grande, de estar junto a ti, Señora. Hijos míos, yo quiero –poniéndoos por testigos delante de Dios– decirle a Ella –que es nuestra Madre, y de la que nos sentimos orgullosos de ser hijos suyos– que he venido aquí porque (…) le pido que no abandone a su Iglesia y que no nos abandone.

”Ya sé que no puede dejarnos, pero le insisto que acorte el tiempo de la prueba, la tempestad que azota a la Barca de Pedro. Y acudo muy especialmente y con continuidad a su intercesión, porque confío en Ella con todas las fuerzas de mi alma”.

También me acuerdo que nos recomendó ser muy fieles y obedientes a las indicaciones del Papa. Nos animaba a conocer el pensamiento del Sucesor de San Pedro, a través de las Encíclicas y otros documentos y haciendo, cuanto estuviera de nuestra parte, para que todos los católicos entendieran bien el magisterio del Santo Padre y lo llevaran a la práctica en su conducta diaria.

De igual forma, nos comentaba –con particular fuerza– que sus tres grandes amores eran: Jesucristo, María Santísima y el Romano Pontífice y lo sintetizaba en esta frase en latín: Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam, que podríamos traducir libremente así: todos unidos con el Papa, por el amor a Jesús, a través del camino seguro de la Virgen María.

En definitiva, fueron jornadas inolvidables que me ayudaron a crecer en mi vida  de cristiano y a tener una mayor preocupación por acercar a mis amigos y compañeros estudiantes a Dios.

Años después de que falleció, san Josemaría  dejó escritas unas palabras –en su libro póstumo Forja– que me recordaron algo entrañable y que aprendimos de sus labios en México:

– “Tu más grande amor, tu mayor estima, tu más honda veneración, tu obediencia más rendida, tu mayor afecto ha de ser también para el Vice-Cristo en la tierra, para el Papa.

Hemos de pensar los católicos que, después de Dios y de nuestra Madre la Virgen Santísima, en la jerarquía del amor y de la autoridad, viene el Santo Padre" (No. 135).

Me parece que, en torno a la fiesta de san Josemaría, vienen bien estas remembranzas para tratar de estar más unidos y rezar por nuestro actual Romano Pontífice, el Papa Benedicto XVI, en estos tiempos difíciles que vive la Iglesia. Y de procurar crecer en nuestro amor por el Vicario de Cristo –con obras y de verdad–,  aumentar nuestra lealtad hacia la Jerarquía eclesiástica y  a la Iglesia entera, como nos lo enseñó san Josemaría.

                                  *  El autor es Vicario Delegado del Opus Dei en México.

P. Pablo Palomar de la Calle // El Sol de Morelia