Podemos serlo

Columna de opinión escrita por Roberto Zabarain en El Heraldo (Colombia).

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Santos son santos, tienen muchos seguidores y, porque logran intercesión con los altos poderes, hasta milagros se les atribuyen. No se trata de Juan Manuel ni de Enrique ni de Pacho, sino de los buenos, de los santos de la Iglesia, y de la posibilidad individual de lograr santidad.

El tema lo pintan complicado, muy difícil de alcanzar, pues se cree que para llegar a serlo hay que pasar por muchos años de sacrificio, o haber sido mártir de alguna persecución religiosa, o tremenda rezadera todo el día todos los días, o que haya una larga vida dedicada a ayudar a la gente desfavorecida o, más camello, que se compruebe que el aspirante hizo algún milagro.

Pero no. Aunque es rigurosamente cierto que muchos de los santos lo son porque pasaron por alguna o por todas las mencionadas pruebas, y que también los hay por evidentes circunstancias y sucesos episódicos, la santidad no se alcanza solamente transitando por un largo y público período de comprobaciones y recaudo de testimonios para ser considerado, primero siervo de Dios, después beato, y finalmente ser canonizado. Además, se debe haber muerto. Esa, puede decirse, es una santidad de credo. Empero, la santidad más valorada es la que cada quien alcance por sus propios medios y con su propia voluntad, y sin hacer nada distinto a los menesteres que le correspondieron, tanto laboral como familiarmente, así como en el comportamiento personal, eso sí, haciéndolos con esmero y en busca de la excelencia. Es decir que, ante los ojos de Dios, y ante los de los hombres, cada uno de nosotros puede ser un santo. Chévere y esperanzador.

La cosa no solo tiene todo el sentido, sino que con su puesta en práctica viviríamos un mundo mejor. No tendríamos que volver donde el tipo que, por no hacerlo con esmero, nos arregló mal la licuadora, o cosió mal el vestido; ni estar pendientes de que no nos tumben; ni habría tanto malandro; seríamos mejores personas; en fin, no andaríamos tan enredados en este mundo sin excelencia. Es el principal postulado de San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, quien además consideró que para masificar el propósito tocaba promulgarlo desde la niñez, y así surgieron las excelentes instituciones educativas (colegios como Los Corales y Alta Mar, y universidades como la de La Sabana) en Colombia y el mundo en las que, además, se inculcan los principios morales y los verdaderos valores humanos.

Es que mañana termina la visita del prelado del Opus Dei Don Javier Echevarría, sucesor de San Josemaría Escrivá. Don Javier vino a Colombia a ratificar el mensaje ante las juventudes nacionales, que, masivamente, acudieron a confirmar que no todo está perdido, y que aún hay muchos colombianos dispuestos a santificarse.

Coletilla: ¡Ciento cinco años! acaba de cumplir María Elena Tinoco de Bernales, quien con plena lucidez comparte con sus 24 nietos de sus 5 hijos, sus 44 bisnietos y sus 5 tataranietos. Felicitaciones a todos por tamaño privilegio familiar.