Me encontré Amigos de Dios en la Huasteca Potosina

Experiencias que durarán toda la vida de un grupo de universitarios en zonas alejadas de las urbes.

Cada año suelo participar durante la Semana Santa en una labor social en Axtla de Terrazas, San Luis Potosí. Axtla es un pueblo que se encuentra en el corazón de la selva de la Huasteca Potosina, al Noreste de México. Alrededor de este pueblo se encuentran 40 comunidades indígenas Nahuatl de las cuales el Centro Cultural Sillares, una labor apostólica del Opus Dei para universitarios con sede en Monterrey, Nvo. León, atiende con el proyecto de labor social solamente a Santa Fe y El Aquichal. La labor social consiste en realizar reparaciones y construcciones menores en iglesias y otros edificios públicos, así como también organizar actividades deportivas y manuales para los niños.

El participar en esta actividad durante varios años, me ha permitido hacer amistad con personas y familias de estas comunidades. Para mi ha sido una ocasión formidable para adquirir conciencia de las necesidades de las zonas más marginadas y contribuir en su desarrollo. Principalmente es la oportunidad para aprender de la sencillez, alegría y confianza en Dios que los habitantes de aquellas comunidades tienen.

Hace apenas unos días –durante la pasada Semana Santa– tuve la oportunidad de mantener una plática profunda con Piedad Domingo. Piedad es un indígena de alrededor de 45 años, carpintero y albañil, padre de cuatro hijos que vive en Santa Fe. También es Director en toda la diócesis de La Escuela de la Cruz –un movimiento religioso muy extendido en la región– y Ministro Extraordinario de la Comunión en su comunidad. Lo conozco desde hace dos años por ser nuestro primer contacto en Santa Fe para la realización de las labores sociales; sin embargo, no había tenido nunca oportunidad de hablarle a profundidad del Opus Dei.

El Jueves Santo nos vimos en la Iglesia de Santa Fe y le dije que quería regalarle un libro. Me contestó diciendo: “Vi que platican del Opus Dei con muchos de Santa Fe, pero tú nunca me hablas de eso”. Por supuesto comenzamos cuanto antes la conversación a la sombra de un pequeño árbol. Desde el inicio me comentó que había encontrado en la bodega de la Parroquia de Axtla un ejemplar de Amigos de Dios. Le produjo curiosidad y pidió prestado el libro. Con mucho estusiasmo me dijo: “es mi libro principal de oración, lo leo todos los días y lo tengo junto a mi cama”. Me comentó que lo único que sabía del Opus Dei era que ayudaban a la gente y que su Fundador había escrito Amigos de Dios; lo cual, lo hacía simpatizar mucho con el Opus Dei.

Aunque traté de hablarle del Opus Dei, fue él quien me lo explicó. Me impactó mucho cómo había comprendido perfectamente el espíritu que inspiraba a aquel libro que leía por las noches. Me habló de la filiación divina, de la santidad de lo ordinario, del valor de lo pequeño y sencillo, de la santificación del trabajo y de poner a Cristo en medio de su comunidad. Me dijo: “no sé quién es Josemaría Escrivá pero debe de estar muy cerca de Dios”. Le regalé una estampa de San Josemaría y le di la noticia de que el Papa Juan Pablo II había canonizado hace menos de dos años al autor de Amigos de Dios, la cual le dio mucho gusto.

Siguiendo con la conversación me explicó que él hacía unos minutos de oración en la mañana y otro tanto en la noche. Me dijo: “en la mañana le digo al Señor lo que siento, lo que traigo en la cabeza y por la noche uso Amigos de Dios. También me comentó que se hace oración con Dios durante todo el día cuando nuestro trabajo está bien hecho y se lo ofrecemos a Dios. Me explicó el apostolado que hace a través de La Escuela de la Cruz y cómo usa las ideas de Amigos de Dios en los retiros que organiza dentro y fuera de la diócesis.

Continuamente he visto cómo compañeros de la Universidad se entusiasman con las obras de San Josemaría pero nunca pensé que a unos cientos de kilómetros de una ciudad una persona de distinta lengua materna, cultura y educación pudiera entusiasmarse de la misma manera. Es impresionante comprobar que las obras y el mensaje de San Josemaría tienen validez universal y que la espiritualidad del Opus Dei y la llamada universal a la santidad atraen a personas tan distintas.

Antes de regresar a casa, pasé a despedirme de Piedad y darle Camino –el libro que le había prometido– para que conociera más y mejor la espiritualidad que Dios le hizo ver a San Josemaría. Me dijo que con muchos esfuerzos tiene un hijo estudiando enfermería en San Luis Potosí y que le gustaría que alguien del Opus Dei lo buscara, pues le interesaba mucho que su hijo participe de la formación que proporciona la Obra. Estoy seguro que el próximo año, cuando vuelva, tendrá mucho que platicarme de Camino; también yo, de muchas otras cosas.

Alberto Vargas Pérez

Labor Social en Axtla de Terrazas

3 a 10 de abril de 2004