“Me concentro en hacer bien y hasta el final cada actividad”

Izabela Siekanska vive en Varsovia (Polonia) y realiza el doctorado en filosofía en la Universidad Cardenal Stefan Wyszynski.

Comencé los estudios de doctorado cuando tenía ya marido y tres hijos. Tuve que abrirme paso con mucho esfuerzo porque durante algunos años no me había ocupado para nada de la filosofía, ya que estaba totalmente metida en la limpieza de la casa y de la ropa, en la cocina, en los pañales de los niños...

Al principio me resultó muy difícil compaginar las obligaciones domésticas y los estudios. No conseguía hacer nada bien. Trabajaba por las noches, los niños llegaban tarde al colegio y mi estado síquico dejaba mucho que desear.

En esa época empecé a profundizar en las enseñanzas de san Josemaría Escrivá y este conocimiento trajo resultados asombrosos. Empecé a descubrir que cada trabajo, incluso el más monótono, debía estar bien hecho. Entendí que hasta entonces más que ocuparme de las cosas pendientes, me agobiaba con ellas, con independencia de si tenía por delante media hora o medio día.

Para mí resultó un descubrimiento leer el punto 506 de Surco:

Desarrollas una incansable actividad. Pero no te conduces con orden y, por tanto, careces de eficacia. –Me recuerdas lo que oí, en una ocasión, de labios muy autorizados. Quise alabar a un súbdito delante de su superior, y comenté: ¡cuánto trabaja! –Me dieron esta respuesta: diga usted mejor ¡cuánto se mueve!...

Desarrollas una incansable actividad estéril ... ¡cuánto te mueves!

La última cosa en la que pensaba era en ordenar mi vida. Estaba más inclinada a no dormir por la noche que a distribuir bien el tiempo entre el trabajo doméstico y el de investigación. Sin embargo, este pensamiento de Surco no me dejaba tranquila y por eso decidí probar. Al principio con poco convencimiento, después cada vez con más, comencé a ordenar todo de modo que cada asunto ocupara el momento que le corresponde.

Esto trajo a nuestra casa paz y armonía. Ahora, cuando me concentro en hacer bien y hasta el final cada actividad, no siento mis deberes en la casa como un peso. Por supuesto, a veces hay imprevistos, o calculo mal las horas, pero, en principio, cada día tiene su plan, que procuro respetar, y hay tiempo para todo.

Si me apoyara en mis propias fuerzas, mi afán por poner orden en mi jornada desaparecería pronto, pero intento descubrir el sentido sobrenatural de mi trabajo y esto me da ánimos para seguir adelante.

Este relato ha sido publicado en el folleto "La alegría de los hijos de Dios", de Alberto Michelini. © 2002 Oficina de Información del Opus Dei.