Los sueños se hicieron realidad

Hace un poco más de veinte años, un grupo de emprendedores con firmes propósitos y recursos limitados, lanzaron en Aguascalientes una idea que entonces parecía un sueño; ambicioso cierto, pero sueño al fin.

Con una evidente carencia de recursos materiales pero con una sonrisa optimista, aquel grupo comenzó las gestiones para crear una universidad. Se movieron en diferentes ámbitos: con funcionarios del Estado, con autoridades de la Universidad Panamericana y con mucha gente más, porque estaban convencidos de que Aguascalientes necesitaba una nueva oferta educativa.

La novedad radicaría en que entre sus elementos distintivos destacara el propósito de incidir en el prójimo, de suerte que el alumnado no viniera con la idea de estudiar una carrera y nada más, sino que al graduarse pudiera aportar a la sociedad tanto sus conocimientos como un factor clave: la intención de promover, mediante su desempeño profesional, el desarrollo integral de los individuos a su alrededor.

Ese auténtico humanismo educativo se materializó en la Universidad Bonaterra. Eligieron llamarla así porque querían que la institución echara raíces, se fundiera con la región donde nacía. Bonaterra es el lugar donde pone sus pies la Bona Gens , la gente buena, según el escudo de armas de Aguascalientes.

Han pasado ya 20 años desde el inicio de esta aventura y un grato suceso marcó el ambiente festivo del aniversario. En 2009, a mediados de año, cuando ensayaban los diversos conjuntos reunidos para participar en el Festival de Orquestas de Cámara –que año con año reúne a músicos, maestros, directores y alumnos de música–, la Universidad recibió al Rector Honorario de la Universidad Panamericana, Monseñor Javier Echevarría, Obispo Prelado del Opus Dei.

Era el 4 de agosto y la Universidad Panamericana Campus Bonaterra lo recibió bajo el cielo intensamente azul que suele cobijar a Aguascalientes. Aquellos emprendedores, reunidos en la biblioteca, bromeaban a propósito de las fotografías que los capturaban con 20 años menos y un largo camino por andar. Pero entre las sonrisas se notaba también la satisfacción y el compromiso. Satisfechos de haber dado vida a un sueño y comprometidos con un porvenir que se presenta pleno de nuevo retos.

Como símbolo material de su visita, el Padre, como en el Opus Dei llamamos al Prelado, quiso bendecir una imagen de la Santísima Virgen que, en un futuro no lejano, estará en su ermita a la que acudiremos, como lo que somos, sus hijos, a pedirle por esta Universidad, por esta tierra y por este México nuestro.