Los primeros 60

El próximo 6 de marzo se cumplirán 60 años de la llegada de las mujeres del Opus Dei a México; mujeres que animadas por san Josemaría Escrivá, comenzaron una labor que hoy rinde frutos abundantes.

San Josemaría Escrivá en Montefalco, México, 1970.

El 2 de octubre de 1928, Josemaría Escrivá –hoy santo– fundó el Opus Dei. Entonces no pensaba en que las mujeres formaran parte de esta institución de la Iglesia católica, pero el 14 de febrero de 1930, mientras celebraba la Santa Misa, Dios le hizo ver que ese mensaje era para todos aquellos que entendieran que podían encontrar a Cristo y seguirlo a través de cualquier camino noble de la tierra: hombres y mujeres; sanos y enfermos; jóvenes y viejos…

Más adelante, el mismo Josemaría afirmaba que sin las mujeres esta obra hubiera quedado manca, porque el espíritu del Opus Dei no habría podido llegar con plenitud a ámbitos tan importantes como el hogar, la familia y las profesiones propiamente femeninas.

En 1948, san Josemaría encargó a Pedro Casciaro, un sacerdote joven del Opus Dei, y a otros fieles de la Obra, que recorriera varios países de nuestro continente, con el fin de decidir cuál sería el lugar más conveniente para comenzar la labor apostólica en América.

El padre Casciaro informó al Fundador que le parecía que México y los Estados Unidos eran los sitios más adecuados. Dos aspectos le habían impresionado hondamente de nuestro país: la devoción a la Sagrada Eucaristía –había visto las filas para comulgar los viernes primeros de mes–, y la piedad Guadalupana. Así que en enero de 1949, don Pedro, acompañado por dos ingenieros jóvenes también fieles del Opus Dei, se instaló en la calle de Londres, en la Colonia Juárez del D.F., y empezaron a trabajar profesional y apostólicamente.

El 6 de marzo de 1950 llegaron Guadalupe Ortiz de Landázuri y Manolita Ortiz; tenían profundamente grabado el afán de almas del Fundador.

Al año siguiente, el 6 de marzo de 1950 llegaron dos mujeres: Guadalupe Ortiz de Landázuri y Manolita Ortiz. Venían con mucha ilusión, tenían profundamente grabado el afán de almas del Fundador y, como él, eran plenamente conscientes de su papel de instrumentos en las manos divinas. Por eso, su primera visita al día siguiente de su llegada a México, fue a la Villa, para poner en manos de Nuestra Señora de Guadalupe, todo su trabajo y esperanzas. Guadalupe fue realmente una mujer fuera de serie, tenía una enorme confianza en Dios, unida a un espíritu emprendedor y muy buen humor.

Rentaron una casa antigua, también en la Colonia Juárez, en la que instalaron una Residencia Universitaria en donde pudieran vivir jóvenes que venían a hacer sus estudios a la Ciudad de México. Como Guadalupe y Manolita también eran universitarias, se inscribieron en cursos de posgrado de la UNAM y ahí conocieron a muchas estudiantes, entre las que surgieron las primeras vocaciones femeninas del Opus Dei. Las tres primeras fueron: Amparo Arteaga, Gabriela Duclaud y Cristina Ponce.

La Residencia Copenhage fue una labor de gran calado: al convivir con universitarias y avivar en ellas la vida de fe, nunca sospechada o tal vez adormecida, les permitían tomar conciencia de la urgente llamada evangélica a la plenitud cristiana –a la santidad personal– y a la coherencia. Así, cada una asumía su responsabilidad en el influjo social que desarrollaba desde su lugar de estudio o de trabajo y en la vida familiar.

En cuanto la Residencia dio sus primeros pasos, empezaron a colaborar con un dispensario en la periferia de la ciudad, en donde ayudaban en la atención médica y enseñaban la doctrina cristiana.

A la vuelta de estos 60 años, se cuentan por miles las mujeres que han hecho suyo el mensaje del Opus Dei: santificar el trabajo ordinario, hasta en los más pequeños detalles, porque esa es la forma en que se puede alcanzar la santidad personal y animar a los demás a servir a Dios.

Además, existen centros culturales del Opus Dei en diversos Estados del país –D.F., Jalisco, Coahuila, Tlaxcala, Estado de México– y muchas otras labores cuya razón de ser es eminentemente social: ayudar cada día a más mujeres a vivir una vida digna y colaborar con el desarrollo de su familia, de sus comunidades y del país.

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