La peor ceguera en el futbol

Chema y Óscar son Rayados de corazón. Un periodista brasileño dijo alguna vez que «en el fútbol, la peor ceguera es sólo ver el balón». Hay que mirar a la portería. Hay que mirar a los contrincantes. Lo más importante, hay que mirar al equipo. Chema y Óscar juegan en equipo. Un equipo de 160 personas.

«Yo conocí el Club Arawaks desde pequeño, en 3º o 4º de primaria». Han pasado algunos años desde entonces. Estudiante de octavo semestre de Ingeniería Civil y amante de las excursiones a la montaña, Chema lleva ya más de diez años involucrado en el Club. Antes como socio, ahora como director: «Es regresarle un poquito de lo que me dio a mí».

«Vas creciendo y tus instructores también; luego, tú eres instructor y los socios más pequeños crecen, y tú con ellos. Es un ciclo muy padre». Óscar sabe mucho de fórmulas. Quizá el que sea estudiante de cuarto semestre de Ingeniería Química tenga algo que ver con eso. Ahora, como director adjunto del Club Arawaks, ha tenido que poner en marcha toda su creatividad para encontrar las fórmulas correctas que permitan coordinar a un equipo de más de 160 personas.

La pandemia supuso jugar en una nueva cancha. Los cambios siempre son difíciles, pero también son oportunidades para hacer –y ser– equipo. «La pandemia nos abrió una puerta para conectarnos más con las familias de los socios», explica Chema. «Varios papás nos han platicado cómo hasta ellos se involucran en las actividades; se ponen detrás de la pantalla para enterarse de qué se ríe su hijo, y acaban participando ellos también».

Esto es esencial para el cambio de cancha. Porque, si bien Chema y Óscar son conscientes de la importancia de coordinar bien al equipo para ganar el partido, saben también que los padres de los socios son imprescindibles: «Sí, nosotros somos parte de los “directores técnicos” del equipo, pero hay otros directores técnicos que son más importantes: los papás».

El vínculo entre el Club y las familias es el secreto que distingue al equipo en la cancha. «Hábitos, formación en virtudes, que recojan sus platos, que mantengan el área limpia… Todo eso lo hacemos con el fin de que lo lleven a cabo también en su casa». Si en el entrenamiento anotan muchos goles pero no anotan nada en el partido, de poco sirve. Fotografía de la cama hecha cada mañana. Una selfie ayudando a papá con la carne asada. Un video entrenando con el balón. Ser parte de Arawaks no se limita a ser un visitante regular de sus instalaciones: es saber hacer vida el entrenamiento. Chema lo sabe: «Nosotros en casa también somos distintos gracias a lo que nos ha dado el Club».

«A veces me pongo a pensar: ¿Qué hubiera pasado si yo no hubiera entrado al Club? ¿Qué hubiera sido de mi formación, de todas mis amistades?» Óscar sonríe: «Sería una vida totalmente distinta». Jugar en equipo es el remedio contra la peor ceguera en el fútbol. Jugar en equipo es levantar la mirada para ver a los demás. Chema lo agradece: «Ahora, podemos dar nuestro granito de arena; podemos formar hombres más completos y aportar un poquito más a la sociedad».

El partido es complejo: implica esfuerzo, cabeza y corazón. «Nosotros nos tenemos que esforzar en ser mejores personas: para poder formar hay que estar nosotros formados». Es el arte de saber confiar en el otro. «Tu confías en que tu equipo de instructores; confías en que ellos se están formando y que quieren transmitir esa formación a los chavos. Si uno falla, pues puede echar a perder el equipo». Es levantar la mirada del balón para ver a tus jugadores.

En el fútbol, el que solo ve el balón pierde el partido. Sin equipo, no hay juego. Delanteros y defensas; entrenadores y directores técnicos; preparadores físicos y equipo médico: todos hacen posible el gol. «Nosotros siempre vemos a Arawaks como una segunda casa. Más que un Club, es una familia».