“La aventura del matrimonio” (IV): El valor de no estar solos

"Estábamos en crisis, para separarnos". En ese momento, la ayuda de otros matrimonios cristianos puede ser fundamental para no tirar la toalla.

A continuación te proponemos preguntas y textos para reflexionar que te pueden ayudar a utilizar este video personalmente, en reuniones con tus amigos, en tu escuela o en tu parroquia.

Preguntas para el diálogo

— Ante la situación de crisis matrimonial, ¿de qué manera llegan los protagonistas a la conclusión de que “nos está pasando lo mismo que les pasa a todos”?

— Sole expresa que el escuchar los problemas de los demás tuvo el efecto en ellos de reducir los miedos. ¿Qué cambio hubo en relación a su crisis a partir de entonces?

— ¿Qué maduración ves en ella a partir de la anécdota que relata del “papelito” para escribir cosas lindas del otro?

— Después de la crisis, reconocen que su relación se renovó y pasó a ser “real”. ¿Qué significa esto?

— ¿Te parece que podrían haber superado sus dificultades sin la ayuda de otras personas?

Propuestas de acción

— Asistir a algún grupo o actividad cuyo objetivo sea el fortalecimiento del vínculo matrimonial. Espacios de diálogo, intercambio de testimonios, ideas, experiencias.

— Ante las crisis buscar siempre ayuda adecuada, en sintonía con tu fe y tus ideales.

— Participar, apoyar, generar iniciativas que estén a tu alcance para brindar a los novios, a los jóvenes matrimonios y a los matrimonios en crisis herramientas afectivas y espirituales para fortalecer su vínculo.

— Buscar caminos de compartir el tiempo libre y los fines de semana, con otras familias, fortaleciendo la amistad y la ayuda mutua.

Meditar con la Sagrada Escritura

— La noche de su boda, Tobías dijo a Sara: "Somos descendientes de un pueblo de santos, y no podemos unirnos como los paganos, que no conocen a Dios". Se levantaron los dos y, juntos, se pusieron a orar con fervor. Pidieron a Dios su protección. Tobías dijo: "Señor, Dios de nuestros padres, que te bendigan el cielo y la tierra, el mar, las fuentes, los ríos y todas las criaturas que en ellos se encuentran. Tú hiciste a Adán del barro de la tierra y le diste a Eva como compañera. Ahora, Señor, tú lo sabes: si yo me caso con esta hija de Israel, no es para satisfacer mis pasiones, sino solamente para fundar una familia en la que se bendiga tu nombre para siempre". Y Sara, por su parte, dijo: "Ten compasión de nosotros, Señor, ten compasión de nosotros. Que los dos juntos vivamos felices hasta la vejez" (Tobías 8, 5-10).

— Dijo la Madre de Jesús a los sirvientes: hagan lo que El les diga… Así en Caná de Galilea hizo Jesús el primero de los signos con el que manifestó su gloria (Juan, 2,1-12).

— Y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron (Lucas 24, 13-35).

Meditar con el Papa Francisco

— Al unirse, los esposos se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que hay que llevar adelante juntos. La mirada se dirige al futuro que hay que construir día a día con la gracia de Dios y, por eso mismo, al cónyuge no se le exige que sea perfecto. Hay que dejar a un lado las ilusiones y aceptarlo como es: inacabado, llamado a crecer, en proceso. Cuando la mirada hacia el cónyuge es constantemente crítica, eso indica que no se ha asumido el matrimonio también como un proyecto de construir juntos, con paciencia, comprensión, tolerancia y generosidad. (Amoris Laetitia, 218).

— El diálogo es una forma privilegiada e indispensable de vivir, expresar y madurar el amor en la vida matrimonial y familiar. Pero supone un largo y esforzado aprendizaje. (Amoris Laetitia, 136).

— Para resolver sus problemas de relación, el hombre y la mujer deben en cambio hablar más entre ellos, escucharse más, conocerse más, quererse más. Deben tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con estas bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la unión matrimonial y familiar para toda la vida. (Audiencia, 15 abril 2015).

— Los grupos de matrimonios, tanto de servicio como de misión, de oración, de formación o de apoyo mutuo, brindan la ocasión de dar, de vivir la apertura de la familia a los demás, de compartir la fe, pero al mismo tiempo son un medio para fortalecer al matrimonio y hacerlo crecer. (Amoris Laetitia, 229).

Meditar con san Josemaría

— ¿Te riñen?- No te enfades, como te aconseja tu soberbia.- Piensa: ¡qué caridad tienen conmigo! ¡Lo que se habrán callado! (Camino, 698).

— En mis conversaciones con tantos matrimonios, les insisto en que mientras vivan ellos y vivan también sus hijos, deben ayudarles a ser santos, sabiendo que en la tierra no seremos santos ninguno. No haremos más que luchar, luchar y luchar.Y añado: vosotros, madres y padres cristianos, sois un gran motor espiritual que manda a los vuestros fortaleza de Dios para esa lucha, para vencer, para que sean santos. ¡No les defraudéis! (Forja, 692).

— Los esposos deben edificar su convivencia sobre un cariño sincero y limpio, y sobre la alegría de haber traído al mundo los hijos que Dios les haya dado la posibilidad de tener, sabiendo, si hace falta, renunciar a comodidades personales y poniendo fe en la providencia Divina… (Homilía “El Matrimonio, vocación cristiana” en Es Cristo que pasa,25).

Textos y enlaces para seguir reflexionando

El tapiz del matrimonio: tiempo y dedicación

El amor matrimonial, como proyecto y tarea común