La alegría de San Josemaría

Mago Murillo, pianista, trabajó algunos años en Roma, muy cerca de San Josemaría. Entonces pudo apreciar uno de los rasgos característicos del Fundador del Opus Dei: su buen humor.

-Soy Margarita Murillo, numeraria del Opus Dei y pertenezco a la Obra desde hace 60 años.

- Bueno, yo creo que era una de sus notas distintivas, o sea era contagiosa su alegría y permanente. Y como tenía la suerte de verlo todos los días, y además por un encargo que tuve muy concreto ahí en Roma, de la compra, o sea de conseguir, de encargar los comestibles, las cosas para la casa, pues me daba cuenta de que tenía una dieta durísima, durísima porque tenía una grave diabetes en esa época. Y sin embargo, por la noche que lo veía, nunca hubiera podido imaginarme que tenía esa enfermedad grave y que tiene muchas consecuencias: de cansancio, de hambre, de sed, para estar estresado. En algún momento supe que le ponían diariamente cinco inyecciones de insulina; entonces pues una persona que está en esas condiciones y que al mismo tiempo desarrolla esa cantidad de actividad, energía y que está continuamente pendiente de los demás, pues manteniendo el buen humor, pues realmente a mí sí me impacta mucho y a medida que pasa el tiempo pues lo valoro más.

Y luego pues tenía muy buen humor, por ejemplo cuando un día venía una, de una de las limpiezas de un edificio de ahí, y bueno, se notaba que venía acalorada por el mismo ejercicio, con su bata blanca puesta de la limpieza y se encontró con el Padre en el pasillo y le dijo: - “ Ay, Padre, ¿cómo está usted?” Y dice: -“Más peinado que tú, hija”. Entonces a todo le sacaba punta, pues tenía siempre un buen humor muy grande.

Pero junto con esto pues sí tenía una exigencia, un carácter enérgico. Por naturaleza su carácter era directo, recio, claro, pero esto aunado a un gran corazón, o sea que no era a secas, sino que era siempre envuelto todo con amabilidad y diciendo las cosas con energía. Y yo recordaba con esto una jota que dice: “Treinta por ciento franqueza, veinte de desinterés, cincuenta por ciento nobleza, eso es un aragonés”. Y esto es realmente lo que era el Padre, que de todas maneras, pues sí nos aclaraba a veces cuando sí nos hacía alguna indicación con un poco más de fuerza: “ Hijas mías os quiero mucho, pero os quiero santas”. Era exigente como es exigente la doctrina de Cristo.