Josemaría Escrivá con sacerdotes y obispos de Guadalajara

Durante su estancia en Jaltepec, San Josemaría tuvo oportunidad de saludar a los obispos de la zona, conversar con sacerdotes y seminaristas y compartir con ellos unos ratos agradables. Un arzobispo aún lo recuerda pasados 50 años.

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Don Pedro Casciaro recordaba en 1979 que San Josemaría «tuvo varios encuentros con sacerdotes en los días que vivió en Jaltepec. Dos muy numerosos. Uno en Jaltepec, el día 16 de junio, con sacerdotes de Guadalajara y de otras diócesis del noroeste; el otro en el Seminario de Guadalajara, cuando al final de su estancia en Jaltepec fue a despedirse del Cardenal Garibi, de Monseñor Salazar y de Monseñor Nuño».

Josemaría Escrivá había llegado a Jaltepec, en la ribera de Chapala, la tarde del 9 de junio de 1970. Unas horas después, el día 10 por la tarde, acudieron a saludarlo el cardenal José Garibi Rivera, arzobispo emérito de Guadalajara y Mons. Francisco Javier Nuño y Guerrero, obispo coadjutor de la diócesis de Guadalajara.

Cuenta el diario de Jaltepec que «el Cardenal y Mons. Nuño llegaron [a las cinco de la tarde] y el Padre con todos los demás, bajó a recibirlo cuando le bajaron del automóvil. Los fotógrafos aprovecharon la ocasión para tomar varias fotografías. Pasaron a saludar al Santísimo y subieron a la sala de la planta alta, acompañando al Padre D. Álvaro y D. Pedro. La visita duró cerca de hora y media. Al salir se le veía muy contento al Padre y fueron todos juntos al jardín para después salir de regreso a Guadalajara».

Al día siguiente, Mons. Salazar, sucesor del cardenal Garibi en la sede arzobispal de Guadalajara también llegó a Jaltepec para entrevistarse con el Padre. Don Pedro recordaba en 1979 que «en esas ocasiones se hizo patente una vez más el amor que el Siervo de Dios sentía por la Jerarquía de la Iglesia».

La Virgen es Madre de todos los cristianos […] Es Madre de Dios y Madre nuestra

A Mons. Escrivá le gustaba estar con sus hermanos en el sacerdocio y aprovechaba las oportunidades que tenía para tener algún encuentro con ellos. Durante la mañana del 16 de junio, estuvo con cerca de 45 sacerdotes en una alegre tertulia que comenzó a las diez. Mons. Escrivá les dijo: «la mentalidad laical la viviréis si de verdad os ocupáis sólo de las almas, de tal manera que no os metáis en asuntos temporales, especialmente en cosas políticas».

San Josemaría durante un encuentro con sacerdotes en Jaltepec


Como en otras ocasiones, el Padre los animó a hacer preguntas aquella mañana:

—¿Qué papel desempeña la Virgen en la vida del sacerdote?, preguntó alguno.

—«La Virgen es Madre de todos los cristianos […] Es Madre de Dios y Madre nuestra. Es el amor que hemos de poner en el corazón, para que nos lleve a tratar a su Hijo con intimidad. Porque la desgracia más grande del sacerdote es no tratar a Dios cuando lo cogemos en nuestras manos: ¡qué tesoro tenemos! Lo han olvidado; si no, no sucedería lo que sucede».

Os doy un poquito de mi pobre experiencia, sabiendo que vosotros me podéis enseñar mucho. Siempre aprendo cuando estoy con vosotros, y no vengo a enseñar, sino a aprender

«Yo siento, en mi vida, aquella ley de la que hablaba San Pablo: video autem aliam legem in membris meis repugnantem legi mentis meae[1]. Pero soy Cristo, y me voy a la Madre de Dios, que es Madre mía y no me abandonará».

«Cuando hablan de soledad algunos hermanos nuestros en el sacerdocio, es porque les da la gana. Tienen a Dios dentro de su corazón aparte de que pueden ir al Tabernáculo, donde ellos mismos, por su ministerio y por ser Cristo, han dejado a Jesús Sacramentado».

«Os doy un poquito de mi pobre experiencia, sabiendo que vosotros me podéis enseñar mucho. Siempre aprendo cuando estoy con vosotros, y no vengo a enseñar, sino a aprender».

«Pero os diré que procuro patearme, y decirle al Señor la Verdad: que no puedo nada, que no soy nada, que no hago nada, que no sé nada».

Cuenta don Pedro Casciaro en Soñad y os quedareis cortos que «sostuvo con ellos un encuentro largo y animado, pero como el calor era agobiante, acabó extenuado», teniendo que retirarse a recostar un poco, mientras el beato Álvaro del Portillo continuaba la tertulia contando algunas anécdotas ocurridas durante el Concilio Vaticano II, en el que tuvo oportunidad de participar.Cuando san Josemaría se retiró a su habitación aquella mañana, tuvo lugar la anécdota que ya se ha contado en otros sitios sobre el cuadro donde la Virgen de Guadalupe ofrece a san Juan Diego una flor.

«El mismo martes 16 de junio por la tarde [cuenta Alberto Pacheco], fuimos a Guadalajara por la carretera de Jocotepec. Durante el camino el Padre bromeó con don Javier sobre el tamaño de las palomas y gallinas, diciendo que en América todo es más grande que en Europa. Ya en Guadalajara, recorrimos un poco el centro de la ciudad, hasta la Catedral, el Palacio de Gobierno y la iglesia de Aránzazu, sin bajarnos del coche. Los edificios coloniales de Guadalajara le gustaron mucho». Como se regresaba a México al día siguiente, quiso corresponder la visita que le hicieron los tres señores obispos y despedirse de ellos. Don Pedro recordaba que «ellos manifestaron al Padre su afecto y agradecimiento por la labor que el Opus Dei realizaba en aquella extensa diócesis y muy especialmente con los sacerdotes».

Foto: Informe Rectoral del seminario de Guadalajara 1970, en el que se recoge brevemente el paso de san Josemaría.


Mons. Salazar quiso mostrarle detenidamente las instalaciones del Seminario, y había mandado preparar un aula, en la que esperaba un nutrido grupo de sacerdotes y seminaristas de toda la diócesis, por si el Padre deseaba dirigir unas palabras.San Josemaría aceptó aquella amable "encerrona", y se entretuvo en una tertulia larga y entusiasmante. Estuvo con los futuros sacerdotes y les habló con deseos de encenderles en el amor de Dios. En el informe rectoral de ese año se recoge el recuerdo de aquella visita del fundador del Opus Dei «quien departió amigablemente con superiores y alumnos».Entre los sacerdotes asistentes se encontraba José Guadalupe Martín Rábago quien llegaría, años más tarde, a ser primer arzobispo de León, y que recuerda con cariño su encuentro con San Josemaría aquella tarde.


Alberto Pacheco cierra la narración del viaje: «volvimos a Jaltepec después de las visitas a los dos arzobispos, por Chapala. También estuvimos un momento en la casa que entonces ocupaba la Delegación de Guadalajara en la calle de Paraguay 65, esquina con Hidalgo».


[1] Rom, 7,23