José María Casciaro nació en Murcia (España) en 1923. Conoció el Opus Dei a través de su hermano Pedro, que pertenecía a la Obra desde 1935. Durante la guerra civil española e inmediatamente después, Pedro había ido animando a su hermano pequeño a llevar una vida cristiana recta, y en abril de 1939 decidió presentarle a San Josemaría. A raíz de la impresión que le produjo este encuentro, José María comenzó a plantearse la vocación al Opus Dei. Durante un año maduró esta llamada de Dios, y finalmente pidió la admisión en el Opus Dei en 1940.
Se trasladó a Madrid para proseguir sus estudios, y fue entonces cuando con más continuidad tuvo ocación de vivir cerca de san Josemaría y de algunos de los primeros fieles de la Obra, como Isidoro Zorzano, Álvaro del Portillo y Juan Jiménez Vargas. Al ser uno de los más jóvenes, en aquellos años de penurias y dificultades recibió especiales muestras de cariño y atención por parte de la “Abuela” y “Tía Carmen”, respectivamente madre y hermana del Fundador del Opus Dei. A ellas dedicó el libro ‘Vale la pena’, “con profundo agradecimiento y perenne cariño filial”.
Cuando lo publicó, en 1998, casi cincuenta años después de su incorporación al Opus Dei, éste era el balance que hacía de su vida:
"En varios lugares de la sede central de la Prelatura, en Roma, leemos la inscripción 'Vale la pena', lema que oímos muchas veces al Fundador de la Obra, y que expresa el valor de la entrega a Dios, con la tensión hacia la bienaventuranza eterna.
En efecto, cuando uno vuelve la mirada a aquellos años primeros de la llamada divina, y recorre igualmente los posteriores, siente en lo más profundo la verdad de estas palabras. Valía la pena seguir a san Josemaría, porque ello era, es, caminar como de la mano hasta Nuestro Señor Jesucristo. Se trata de una aventura, pero también de un "camino" seguro a través de la tierra hacia el Cielo. Después de más de medio siglo ¡cuán alegre y reconfortante es, en medio de las propias miserias, haber seguido la ruta que Dios me mostró desde la primera juventud!
De manera creciente, día a día me ha sostenido la ilusión de ir trenzando con otros la aventura maravillosa de hacer el Opus Dei en la tierra. Echando la mirada atrás, en efecto, se hace evidente que valía la pena recorrer tal andadura. Sí, una y mil veces, valía, VALE LA PENA".