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Lucina, de Guadalajara, México, es madre de familia y trabaja fuera de casa. Su lucha por alcanzar la santidad transcurre entre cazuelas, libros de tareas, alarmas de la agenda electrónica y pequeños calcetines. En 2008 nos compartió su experiencia tras "darle ENTER a Dios".

Hizo clic el apagador del foco del cuarto de los niños indicando que es hora de dormir. Hizo clic el encendido eléctrico de la estufa advirtiendo que está lista la olla para recibir a un brócoli despeinado y cuatro resbalosos chayotes. Hicieron clic mis desgastadas rodillas al sentarme frente a la computadora mientras pensaba para mis adentros: "¡por fin!".

En la pantalla de la computadora un letrero luminoso indicaba HAGA CLIC AQUÍ. Recordé entonces cuando yo “le di ENTER” a Dios hace varios años.

En la computadora, con ENTER seleccionas una opción de las existentes. Sucedió así conmigo, pues siendo una adolescente elegí vivir consciente de estar bajo la mirada de Dios. De ese modo y con ayuda de mis padres, tuve una vida cristiana coherente. Pero un día me di cuenta que Dios me pedía algo más. De hecho nos lo pide a todos: ser santos.

Comprendí que no es suficiente ser “buenecita”, hay que ser santa. Pero ¿cómo lograrlo? Decidí tomarme en serio mi vocación de cristiana y elegí el camino del Opus Dei. En su libro “Camino” san Josemaría Escrivá nos dice en el punto 902: "¿Por qué no te entregas a Dios de una vez..., de verdad... ¡ahora!?" ¡Y le di ENTER!

En el Opus Dei he aprendido que todos, desde las propias circunstancias, podemos cumplir con nuestra vocación cristiana. El trabajo honesto, bien hecho y realizado por Amor nos conduce por el camino de la santidad. La ruta es por lo ordinario, lo cotidiano.

Desde que conocí la Obra me maravilla pensar que a diario muchos se levantan y se van a dormir pensando en Dios; y que andan trabajando como todos pero que se mantienen conscientes de la mirada de Dios; y que van entretejiendo en los minutos de su día las actividades ordinarias y algunas normas de piedad. Vivir así aumenta el amor a Dios y la alegría. Fueron mis amigas del Opus Dei las que me llevaron a descubrir mi vocación: por su alegría y su celo apostólico.

Los miembros del Opus Dei han de hacer vida diaria aquellas palabras de san Josemaría, su fundador: “santificar el trabajo, santificarse en el trabajo y santificar a los demás con el trabajo”. Hoy, como madre de familia que trabaja fuera de casa, lucho por alcanzar la santidad entre cazuelas, libros de tareas, mis clases, los timbres de la agenda electrónica y pequeños calcetines.

Mi rumbo es Dios y mi camino el Opus Dei. Los pasos de cada día: crecer en vida interior (que no es hacer muchas cosas sino hacer todo por Amor) y en piedad (que no es sólo un sentimiento, sino la firme voluntad de servir a Dios).

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