Felisa, como su nombre lo indica, es una mujer feliz

Siento que he sido especialmente feliz porque tengo una vocación a la que siempre he tratado de responder, yo creo que por eso me llamo así.

Ahora vivo tranquila en San Luis Potosí, que es mi tierra.

Felisa Martínez Meléndez es una Agregada del Opus Dei que acaba de cumplir sus 90 primaveras, éste es el motivo por el que ofrece su testimonio. 

De pronto Dios te invita

Antes de empezar, quiero explicar que ser Agregada del Opus Dei es seguir siendo la misma que antes: tener familia, trabajo, amistades, diversiones y obligaciones... y de pronto Dios te invita a que le ofrezcas esas cosas y hasta tu cuerpo y tu alma. Al principio te asustas, pero luego te vas dando cuenta de que Él te paga con una felicidad muy grande. Una Agregada no tiene que vivir en una casa del Opus Dei, ni tiene cambiar de ciudad por las necesidades de la Obra. Nuestra vida es más estable y por eso podemos dar continuidad a los apostolados de un lugar. Yo, por mi trabajo residí muchos años en México D.F., pero ahora vivo tranquila en San Luis Potosí, que es mi tierra. 

Aunque conocí el Opus Dei hace muchos años… bien que me acuerdo

Mi sobrina Lea era del Opus Dei y un día me platicó que se iba a hacer un curso en un lugar que se llamaba Montefalco. A mí me dio sentimiento porque no sabía qué era eso, pero me dije: “preguntando se llega a Roma”.

Averigüé y me fui a visitarla, y me di cuenta de que estaba con gente buena. Platiqué con algunas, me fui haciendo su amiga y me dieron ganas de entrar a la Obra… pero no tenía ninguna prisa.

Sigo teniendo el sentido del humor de una persona joven, con ilusión por vivir los años que Dios le dé.

Pero sí sentía inquietud y en 1970 empecé a ir a confesarme a una iglesia que está cerca de Bellas Artes, que se llama La Santa Veracruz. Ahí había sacerdotes del Opus Dei para atender a la gente. Durante cuatro años anduve viendo cómo era eso… y por un tiempo estuve platicando con una muchacha que también era de la Obra, me daba cuenta de que ella no tenía que hacer nada extraordinario: hacer su trabajo bien, ofrecérselo a Dios, acercar a otras personas a Cristo… Así que en 1974 decidí a pedir la admisión. 

Ahora mi trabajo es rezar y ofrecer los achaques

Desde entonces procuro ir con mucha puntualidad al Centro de la Obra cada semana para recibir ayuda espiritual y con esa guía trato de dar buen ejemplo empezando por mi familia y amigas. También les explico lo que es ser una cristiana que lucha por la santidad y trata de que otros se acerquen a Dios y  hagan conciencia de la importancia de ayudar a los demás.

A mi edad, mi trabajo es rezar y ofrecer los achaques propios de mis años. Creo que –bueno, eso me dicen los demás– sigo teniendo el sentido del humor de una persona joven, con ilusión por vivir los años que Dios le dé, luchando por mejorar y si a otros les sirve, siendo un ejemplo de felicidad.

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