El público, que llenó el aula magna del centro universitario Les Ecoles, estaba formado por jóvenes estudiantes de diferentes edades y carreras universitarias, que formularon numerosas preguntas a los ponentes invitados: Michel Rouche, profesor de la Sorbona; Elizabeth Montfort, ex-eurodiputada; y Rémi Forycky, profesor de literatura y director de la Biblioteca Polaca de París. Del interés que el tema despertó entre los universitarios fueron también una buena muestra los varios grupos de estudiantes que se formaron al terminar el encuentro para debatir informalmente cuestiones como la Constitución Europea, la ampliación de la Unión Europea a nuevos países, el fundamento de las raíces cristianas de Europa, etc.
Elizabeth Montfort, autora del libro “Dieu a t-il sa place en Europe?”, abrió el encuentro presentando la historia del reconocimiento de los derechos del hombre en Francia, sin la cual difícilmente se puede entender la tradición laica francesa. La ex-diputada hizo un balance positivo y esperanzador del momento que está viviendo Europa, aunque subrayó que “es urgente dar con una identidad sólida y unos valores comunes coherentes con la historia”. Casi todos los países advierten esta necesidad, añadió, pero no es posible encontrar un fundamento sólido sin tomar conciencia del papel primordial de la tradición cristiana en la construcción de la identidad de Europa y de su misma historia.
A esta herencia hizo referencia también Michel Rouche: “Europa no nació ayer. Venimos de lejos y es tiempo recordarlo y de aceptarlo”. Autor de un libro dedicado al estudio de las raíces de Europa, el profesor Rouche adoptó una actitud “polémica” ante el público, y consiguió que su intervención originara un debate estimulante, con numerosas preguntas. Mostró de modo contundente cómo gracias a la evangelización dos mundos inconciliables pudieron compenetrarse y dar lugar a una nueva cultura. “El mundo romano, formado en la ley civil, y el mundo pagano, en el que reinaba la fuerza y la violencia, encontraron una simbiosis de la que ha nacido una identidad llamada ‘cristiana’, una identidad cuyos contornos se asemejan ya a los de la Europa actual”.
Rémi Forycky asumió el papel de representante del pulmón oriental de Europa. Ilustró la posición geopolítica de algunos países del este de Europa, como Hungría, Chequia y Polonia, y señaló que “son Europa fundamentalmente porque la mayoría de sus habitantes comparten las mismas raíces de todo europeo”.
Concretamente, el profesor Forycky se detuvo a considerar la relación histórica existente entre Francia y Polonia. “Francia jugó un papel importante en la evangelización de Polonia, fenómeno histórico-religioso sobre el que ha sido fundada la identidad de nuestro país. En torno a la figura de la Virgen de Czestochowa, símbolo de todo un país, se concentraron los ideales de la nación, y en su protección reconoció el pueblo la causa principal de las victorias militares que garantizaron la independencia”, observó. Desde un principio, “Polonia demostró una vocación europea, al establecer relaciones con los principales reinos y naciones de Europa”.
En el siglo XVIII, sin embargo, se produce un hecho histórico-político dramático. A pesar de contar con una identidad fuerte y una potencialidad enorme, “Polonia, a consecuencia de un proceso complejo de corrupción y de intereses ajenos, desaperece del mapa durante dos siglos, y su territorio es repartido entre varios pretendientes”. Para el profesor Forycky, como para la mayoría de sus compatriotas, la Iglesia ha contribuido de modo decisivo a la construcción de la identidad polaca al defender la liberación de una Polonia que hoy ha reencontrado un antiguo fervor, el de su pertenencia a Europa. “También Rusia podrá encontrar su camino en Europa, si olvida sus luchas seculares y concentra sus esfuerzos en la construcción de un destino común”, afirmó Forycky, “porque no cabe duda de que ha jugado un papel importante en la cultura europea”. A juicio del profesor, tampoco es posible poner en discusión su herencia cristiana: “No se discuten los hechos”, concluyó.
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